Más de la mitad de los pacientes asmáticos tienen, en contra de lo que ellos mismos creen, un nivel de control de su enfermedad por debajo de lo que sería óptimo, según un estudio realizado en cinco países europeos. Esto provoca efectos perjudiciales, como ataques más frecuentes de asma, que repercuten en una peor calidad de vida. Para reducirlos bastaría con observar mejor los factores que predisponen a la enfermedad, aseguran los especialistas.
Un estudio llevado a cabo en Francia, Alemania, Italia, España y Reino Unido demuestra que más de la mitad de los pacientes asmáticos no llevan el control que sería deseable de su enfermedad. El trabajo, que se ha realizado sobre una muestra de 2.340 personas (1.800 bajo tratamiento) señala que, aunque en los últimos años ha mejorado la atención sanitaria a estos pacientes, todavía queda mucho camino por recorrer. Los datos recogidos, además, ponen de manifiesto que los pacientes mal controlados muestran más síntomas, y de forma más frecuente, como sensación de ahogo (dispnea) y alteraciones en el patrón de sueño. Además, necesitan utilizar más medicación de rescate por agudización de la enfermedad, acuden más frecuentemente a la consulta del médico y requieren más recursos sanitarios.
Otro dato importante que se extrae de esta encuesta, la «National Health and Wellness Survey» (NHWS), es que pese a los síntomas, hasta un 40% de los pacientes no controlados tiene una falsa sensación y consideran que están bien o totalmente controlados.
Situación actual
Los expertos están de acuerdo en que un seguimiento estricto de los factores que agudizan la enfermedad supone una disminución en el número de crisis y una mejora de la calidad de vida del enfermo. La prevalencia de esta enfermedad, que oscila entre el 7% y el 10% en la población adulta, es motivo de bajas laborales y representa un gran gasto sanitario.El adiestramiento del paciente en el autocontrol y en la utilización de la medicación son claves para el control del asmaEl asma es, según los datos del estudio ISAAC (basado en la información proporcionada por niños y padres y principal fuente de información mundial sobre prevalencia del asma infantil), la enfermedad crónica más frecuente en edades infantiles y en la adolescencia. Aparece entre los niños con una frecuencia del 10%, cifra que se considera que va en aumento, a pesar de que desde algunos ámbitos sanitarios aseguran que habría que desentrañar si los valores corresponden a una prevalencia real que se acrecienta o si cada vez se diagnostica más.
Además, las asociaciones pediátricas atribuyen al asma, la llamada epidemia del siglo XXI, como primera causa de ingreso infantil y de absentismo escolar. Los datos en España indican que la crisis asmática es la culpable del 1,6% del total de los ingresos en centros hospitalarios, que cursan con tos prolongada, dispnea, respiración sibilante y sensación de opresión torácica. Con un control adecuado se podrían evitar el 80% de estas agudizaciones, ya que suelen deberse a un tratamiento incorrecto, afirman los expertos.
Controlar factores determinantes
Una de las claves en el buen control del asma y en la mejora de la enfermedad es el adiestramiento del paciente en el autocontrol y en la utilización, de forma adecuada, de la medicación. Hay evidencias científicas que aseguran de forma tajante que los programas educativos disminuyen la tasa de ingresos hospitalarios, las visitas médicas no programadas y otros aspectos patológicos de la enfermedad. Entre los principales factores que predisponen a una persona a desarrollar asma se encuentran:
- Factores genéticos y familiares: un niño con un solo progenitor asmático tiene entre el 18% y el 50% de posibilidades de sufrir asma, cifra que aumenta hasta un 70% cuando ambos progenitores son asmáticos
- Pertenecer al sexo masculino: el riesgo antes de los 14 años es doble para los niños respecto a las niñas.
- Padecer algún tipo de alergia.
- Sufrir infecciones virales recurrentes: aumentan el riesgo de tener sibilancias, broncoespasmo y asma.
- Respirar contaminación ambiental o el humo de cigarrillos.
Los especialistas insisten, asimismo, en la importancia de no visitar zonas de vegetación durante el mediodía y la tarde y en tener en cuenta la incidencia de los hongos y sus esporas, cuyo diámetro es mucho más pequeño que el del polen, lo que facilita su penetración en las vías aéreas. También recuerdan la conveniencia de dormir con las ventanas cerradas. De la misma manera, piden a las mujeres gestantes que ya sufren alergia que eviten en todo lo posible el contacto con las sustancias susceptibles, incluso con alimentos que contienen gran cantidad de alergenos durante el último trimestre del embarazo.
Estrés maternal y asma infantil
¿Puede el estrés que se sufre durante el embarazo aumentar el riesgo de que el recién nacido desarrolle asma durante la infancia? Según el estudio estadounidense ACCSS sobre asma, ambiente y estrés social, realizado en la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, sí. Los investigadores argumentan que las mujeres con cierto grado de estrés durante la gestación podrían pasar al futuro bebé una mayor sensibilidad ante sustancias alergénicas que se traduciría en un mayor riesgo de asma en el futuro.
Así, el estrés influye en el sistema inmunológico del feto. Los investigadores han mostrado lo que sucede cuando coinciden estrés y exposición a alérgenos: el feto muestra un nivel elevado de IgE -marcador de la respuesta inmune del niño- en sangre umbilical, incluso cuando la madre está expuesta a un nivel de estrés elevado y una exposición mínima a ácaros del polvo.
Según Rosalind J. Wright, autora del estudio, el estrés puede considerarse un contaminante social que, cuando se introduce en el organismo, puede influir sobre la respuesta inmunológica, al igual que hacen los contaminantes físicos, como los alérgenos, y sumarse así a sus efectos, lo que acarrearía un aumento del riesgo de desarrollar asma.
Imagen: Mrs. W.GINA es el acrónimo de Global Initiative for Asthma (Iniciativa Global para el Asma), un proyecto en el que colaboran el National Heart, Lung, and Blood Institute (EE.UU.) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), y al que se unen decenas de organizaciones de todo el mundo, como la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergia Pediátrica (SEICAP). Este plan, considerado como uno de los más importantes sobre el asma hasta el momento en el ámbito internacional, trabaja con profesionales sanitarios en colaboración con responsables en Sanidad Pública de todo el mundo para reducir la prevalencia, morbilidad y mortalidad que se derivan de esta enfermedad.
Basada en la mejor evidencia científica disponible, la iniciativa GINA está trabajando para mejorar la calidad de vida de los afectados en todo el mundo. Una de sus estrategias es editar de forma periódica una guía completa de tratamiento, muy útil en la disminución de la morbimortalidad de los pacientes con asma de riesgo vital. Asimismo, GINA es uno de los participantes fundadores de la Alianza Global contra las Enfermedades Respiratorias Crónicas (GARD) de la OMS.