El síndrome de vejiga hiperactiva afecta aproximadamente a un 21,5% de la población española y a más de 1.000 millones de personas en el mundo. De marcada importancia en edades avanzadas, hasta hoy, una de las recomendaciones para minimizar las molestias pasaba por reducir la cantidad de líquido consumido al día, aunque sin evidencia clara sobre su efectividad. Ahora, un estudio británico confirma que esta indicación es más que válida, eso sí, siguiendo unos parámetros para no dejar de cumplir los requerimientos diarios de ingestión de líquidos.
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El síndrome de vejiga hiperactiva supone que un individuo vaya más de ocho veces al baño en un día. Este síntoma a menudo va acompañado de sensación de urgencia y, en algunos casos, de incontinencia urinaria -no siempre con esfuerzo-, que es la ocasionada por la realización de una actividad física como estornudar, reír, hacer ejercicio, levantar un gran peso o toser. El adjetivo «hiperactivo» se refiere al elevado número de contracciones que genera el músculo detrusor de la vejiga para expulsar la orina al exterior.
Beber menos
Una de las recomendaciones para minimizar las molestias que ocasiona este síndrome es reducir el consumo diario de líquido, aunque siempre ha sido una indicación sin evidencia científica. Un estudio británico, llevado a cabo en la Universidad de Bristol y publicado en «BJU International», corrobora ahora esta recomendación al afirmar que la reducción de un 25% del consumo de líquidos podría aliviar los síntomas de la vejiga hiperactiva.
Al asociarse a edades avanzadas, se cree que es inherente al envejecimiento y no se busca la opinión del especialistaPara averiguar si la modificación del consumo de líquidos influye, el equipo de Hashim Hashim y Paul Abrams, del Hospital Southmead de Bristol, hizo beber tanto un 25% como un 50% más y menos de líquido del habitual a 25 personas con dicho trastorno. Los participantes debían alternar estas cantidades con dos días de consumo habitual. Los resultados mostraron que un 25% menos de líquido disminuía un 23% la frecuencia urinaria, un 34% la urgencia y un 7% la necesidad de orinar nocturna.
Por el contrario, cuando se redujo el consumo a la mitad, hubo complicaciones como síntomas de sed y dolor de cabeza. Y, tal como creían los expertos, el aumento del consumo de líquidos en un 25% o un 50% acrecentó la frecuencia de la necesidad de micción.
Entre máximos y mínimos
Son bien conocidas las recomendaciones diarias de consumo mínimo de agua. Parece extraño, pues, que un estudio valore la posibilidad de reducir en una cuarta parte su consumo. Ante esta posible incertidumbre, Hashim afirma que, a pesar de que la recomendación estándar de consumo de agua se sitúa en 1,6 litros diarios aproximadamente en una persona de 70 kilos, «muchos se olvidan de que las frutas y las verduras contienen gran cantidad de agua».
Añade el experto que «ingerimos entre 300 y 500 mililitros diarios de líquido a través de los alimentos». Teniendo en cuenta esta apreciación, el investigador indica que sólo deben reducir en un 25% el consumo de líquido aquellas personas con vejiga hiperactiva que consuman más de un litro diario, ya que poco líquido, a su vez, podría provocar una concentración excesiva en la orina e inducir a una irritación de las paredes internas del órgano en cuestión.
Enfermedad poco tratada
Este síndrome se presenta mayormente en edades avanzadas, y se percibe muchas veces como algo inherente al envejecimiento. Es por este motivo que a menudo pasa desapercibido y se obstaculiza tanto el diagnóstico como el tratamiento. Es más, muchas de las personas que lo padecen, sobre todo mujeres, ponen parches al problema mediante el uso de compresas y la modificación sus costumbres.
Esta alteración de la rutina conlleva un fuerte impacto emocional que se manifiesta con ansiedad, vergüenza, enfado, preocupación, irritación, estrés o frustración, es decir, una mala calidad de vida. Los autores afirman, en este sentido, que «la investigación permite ver mejor la magnitud del problema» e insisten que es muy importante concienciarse de la importancia de acudir al especialista.
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Los tratamientos habituales para tratar el síndrome de vejiga hiperactiva se centran en el entrenamiento del órgano o en ciertos fármacos que, por ahora, no han mostrado aún resultados altamente satisfactorios, como por ejemplo los antimuscarínicos. La terapia conductual, que incide directamente en el comportamiento del paciente, es por ahora la que ha mostrado mejores resultados. El primer paso está en hacer comprender al paciente en qué consiste su problema.
A partir de aquí, y mediante recomendación médica, el paciente puede rellenar los llamados diarios miccionales, registros médicos para detallar la frecuencia urinaria; orinar con horarios programados; retardar paulatinamente la frecuencia urinaria para establecer finalmente horas fijas; y practicar ejercicios pélvicos como contraer el esfínter anal en el momento de sentir ganas de orinar.
A pesar de las dudas que también soporta la terapia conductual, como por ejemplo que la mayoría de pacientes no experimenta curación total -aunque sí mejoría-, la Agency for Health Care Policy and Research del Departamento de Salud de los EE.UU. la menciona en sus guías como tratamiento de primera línea. Además, lo destaca por su seguridad, ausencia de efectos adversos, comodidad y altos niveles de satisfacción de los pacientes.