No es sólo cuestión de marketing. Desde que un grupo de científicos españoles, conjuntamente con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), diseñara caramelos a los que atribuyen propiedades potenciales para aumentar la flora intestinal, estas golosinas se han ido convirtiendo en un tipo de producto alimenticio que puede ser vehículo de beneficios para la salud, más allá de su posible valor nutricional.
Muchos de los fabricantes de golosinas españoles ya comercializan este tipo de productos y tienen abiertas líneas de investigación para la fabricación de innovadores caramelos y chicles que aporten algún beneficio para la salud. Tanto es así que parece iniciarse una nueva etapa para los dulces. Hasta la Asociación Española de Dietistas Nutricionistas (AEDN) los ha desvinculado de su mítica relación con la obesidad y la caries.
Dulces «sin azúcar»
Conseguir mejoras en los beneficios del consumo de los caramelos, chicles, geles y gelatinas, pero sin perder de vista su carácter lúdico, es uno de los grandes objetivos de sus productores. La ventaja de disfrutar de un delicioso caramelo sin preocuparse de las temidas calorías ha convertido este producto en una estrella de ventas.
Las alegaciones de salud a las que hacen referencia muchas marcas se refieren a que ayudan a mejorar la calidad de vida. Dicen que no contienen grasa y, por ejemplo, les atribuye un papel importante a la hora de disminuir la ansiedad por dejar de fumar o debido a cualquier otra actividad diaria que provoque estrés. También pueden ayudar a mantener la atención durante la conducción y evitar las ganas de comer entre horas.
Dentro de un mundo en que los consumidores son más conscientes de su salud, los caramelos y chicles sin azúcar se han logrado posicionar y en este contexto han conseguido convertirse en un vehículo comúnmente utilizado para incorporar ingredientes como vitaminas, calcio y algunos edulcorantes como alternativas al azúcar como son el isomalt o el sorbitol.
Los llamados «edulcorantes de volumen» o «polioles» proporcionan un intenso sabor dulce sin calorías, o con muy pocas, ya que contienen menos calorías por gramo que el azúcar (sacarosa) y tienen el mismo volumen. En este grupo se incluyen el sorbitol, manitol, isomalt, maltitol, lactitol y xilitol.
En España, según el informe de la Asociación Española de Fabricantes de Caramelos y Chicles (CAYCHI 2008), los chicles sin azúcar representan la mayor parte de ventas en el mercado, con un 38%.
¿Mucho más que un chicle?
Precisamente son este tipo de golosinas las que han pasado de ser atractivas, por sus sabores, colores y presentaciones, a ofrecer supuestas o ciertas ventajas en el campo de salud. Los chicles, de menta o fresa, de larga duración o distinta intensidad de sabor, tienen otras funciones como «blanquear los dientes», «prevenir la caída de los dientes» y «combatir el mal aliento». Y aún pretenden ir más allá porque en el mercado ya se comercializan los chicles energéticos, supuestamente adelgazantes, que cuidan la piel y descongestionan las vías respiratorias.El guaraná, el mentol y el té verde son algunos de sus nuevos componentes. El guaraná es una planta de la que se usan las semillas y que contiene más taninos y cafeína que el propio café, lo que le confiere propiedades excitantes del sistema nervioso central. Parece ser que aumenta la capacidad física y el gasto energético, pero no hay estudios suficientes que hayan demostrado su efecto en humanos. Así que por el momento, es más cuestión de marketing que de evidencia científica.
En cuanto al té verde, es una de las plantas medicinales más utilizadas en los complementos alimenticios diseñados como coadyuvantes del adelgazamiento. Pero aún falta mucha investigación para que se puedan determinar las dosis y el tiempo de consumo para que sea considerado como eficaz para el fin que se publicita. Tanto el guaraná como el té verde tienen contraindicaciones en su consumo y, además, se han descrito efectos adversos tanto de estos complementos como de los edulcorantes que se utilizan para dar sabor dulce a los chicles y caramelos sin azúcar.
La acción de estas sustancias no se conoce completamente, debido al vacío legal que rodea a estos dulces situados en una línea entre golosinas y medicinasLa última novedad es la fortificación en sales metálicas para combatir la halitosis. Las sales de cinc y de cobre se añaden a la composición química de la golosina. Se ha observado la actividad antibacteriana de estas sales, que se muestran eficaces contra las bacterias de la lengua que producen los compuestos sulfurados responsables del mal aliento. No obstante, el mecanismo de acción de estas sustancias no se conoce completamente debido al vacío legal que rodea a estos dulces situados en la línea entre golosinas y medicinas. Por el momento, no se han definido las dosis recomendadas ni la duración del tratamiento, ni los efectos secundarios o contraindicaciones que puedan tener, por lo que conviene tomarlos con la precaución que merece.
Imagen: Aritz MartínezSegún las empresas productoras de dulce, el consumidor adulto se orienta cada vez más hacia el caramelo “útil”. Por este motivo las compañías quieren invertir en nuevas funcionalidades mucho más avanzadas en el campo de la dietética. El mercado habla de “dulces para adultos” y “dulces para niños”, con composiciones químicas que pueden diferir en gran medida.
El problema reside en que el concepto de “caramelo adulto” y “caramelo infantil” se ha quedado simplemente en la filosofía del producto y no se traslada a los puntos de venta, donde el paraíso del dulce supuestamente adulto se entremezcla con los caramelos de consumo clásico para los niños. Porque, ¿quién controla que un niño no compre caramelos enriquecidos con guaraná? ¿puede diferenciar un menor un chicle con agentes blanqueadores respecto a uno “de los de toda la vida”?
Según la Federación Española de Asociaciones del Dulce, las empresas del sector están cumpliendo con los compromisos asumidos en la Estrategia NAOS, lo que está suponiendo grandes inversiones en reformulación de productos mediante la reducción de grasas totales, grasas trans y de azúcares, así como la aparición de una gran cantidad de productos más pequeños que inciden en una ingesta más reducida de calorías por producto.
En este sentido, sería interesante que las grandes empresas productoras invirtieran no sólo en la eficacia sino también la seguridad de sus productos, tanto para adultos como para niños. Hoy, pequeños y mayores pueden adquirir dulces fortificados y complementados con sustancias que quizá no les convengan.