Cuando una persona emigra, a menudo, lo hace sola o en pareja. No es frecuente desplazarse en compañía de toda la familia, sino que lo habitual es dejar a los hijos en el país de origen, al cuidado de abuelos, tíos o amigos. Esta situación provoca, en ocasiones, dudas acerca del estado de los pequeños ¿Cómo saber que los menores, a miles de kilómetros de distancia, se encuentran bien cuando el único contacto es una llamada telefónica a la semana?
Imagen: Acobe
Miles de kilómetros separan a cientos de menores de sus padres, una distancia enorme que, en ocasiones, deja en penumbra la situación en que se encuentran los pequeños. Para algunas familias inmigrantes, el hilo telefónico es el único medio de contacto, pero ninguna garantía. «Normalmente, los hijos se dejan a cargo de un familiar, pero no con poderes legales, lo que significa que dependen de las personas adultas que están en España», explica la responsable del Área Social de Acobe, Josune Huidrobo. Esta entidad trabaja, a través del Centro Hispano-Boliviano de Madrid, con inmigrantes de origen boliviano que residen en nuestro país. Para ellos -y sus familiares en Bolivia- puso en marcha, hace aproximadamente un año y medio, el programa «Familia transoceánica».
Con oficinas en las dos orillas, en España y en Bolivia, Acobe facilita las relaciones familiares mediante esta iniciativa, cuyos servicios son totalmente gratuitos. «Nuestro trabajo comienza en el momento en el que las familias acuden a nosotros con dudas sobre la situación de sus seres queridos», indica Huidobro. Padres que notan tristes a sus hijos cuando hablan con ellos por teléfono o no consiguen contactar con ellos porque, cada vez que les llaman, les dicen que han salido. Adultos a los que un vecino alerta sobre un posible abandono de los menores o familias en Bolivia que llevan un tiempo sin tener noticias desde España son los principales usuarios: «Normalmente, todos vienen con dudas. A tantos kilómetros de distancia, es muy difícil reconocer los síntomas de una situación de vulnerabilidad».
A menudo, los menores dependen legalmente de las personas adultas que están en España, a miles de kilómetros
La incógnita se convierte en sufrimiento. Una conversación semanal por teléfono se queda escasa. Por ello, los objetivos principales del programa consisten en fortalecer los núcleos familiares e intervenir en situaciones de riesgo. «Para ello, hacemos atención interdisciplinar en los dos países. En un 90% de los casos, atendemos a menores en Bolivia y a adultos en España», precisa Huidobro.
Relación a distancia
Según el estudio «Situación general de los bolivianos en España», realizado por Acobe, el 31,7% de los inmigrantes de origen boliviano que residen en nuestro país -un total de 239.942, según el avance del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE) a 1 de enero de 2008- no tiene ningún familiar aquí. De hecho, el 50,5% asegura que las razones para desplazarse tan lejos son ahorrar y regresar a su país, para lo que están dispuestos a «trabajar en lo que sea». Las remesas reflejan su principal meta: un 71,3% envía dinero a Bolivia, generalmente, con una frecuencia mensual (51,7%) y una cantidad que oscila entre 50 y 600 euros (28,7%).
Por otro lado, el estudio también revela que el 62,5% de las personas encuestadas reside en España en situación irregular. Sólo el 30,7% tiene «papeles» y el 6,8% se encuentra en trámites. «Es una situación de extrema vulnerabilidad», lamenta Huidobro. En cuanto al lugar de origen, según el informe, la inmigración boliviana procede mayoritariamente de tres ciudades: Cochabamba, La Paz y Santa Cruz. Los tres puntos en los que Acobe tiene oficinas.
Imagen: Acobe
El programa “Familia transoceánica” contempla atención en varios niveles. Por un lado, se realizan sesiones grupales en las que se enseña a los adultos a educar en la distancia. Se les aconseja sobre el contenido de las conversaciones telefónicas con los hijos para que, explica Josune Huidobro, “les recuerden más que les quieren, en lugar de preguntarles continuamente si obedecen, acuden al colegio o se portan bien”. “Los niños se sienten presionados. Están alejados de sus padres y, cuando les llaman el fin de semana o una vez por semana, lo primero que les preguntan es si hacen los deberes o se lavan los dientes. Sólo al final les dicen un ‘te quiero’, pero los padres deben saber que no es necesaria tanta presión”, añade. Hay que demostrar cariño siempre para que los pequeños se sientan libres para contar la verdad: “Han de saber que les vamos a querer en cualquier circunstancia, hayan obedecido o no. Y eso, o se lo repetimos todos los días, o es muy difícil que el niño lo sepa en la distancia”.
Otras veces se opta por atenciones individuales, con intervención en los dos países. El caso se puede iniciar tanto en España como en Bolivia. Para ello, la persona o familia que tiene dudas debe solicitar ayuda. Entonces, se envía un informe social al país en el que se sospecha la situación irregular. En ese informe constan los datos de los hijos o familiares sobre los que se pide información y personal de Acobe en España o de Amibe en Bolivia acude a comprobar los hechos. “Se visita el domicilio, siempre con autorización, y se habla con el entorno del menor, vecinos y escuela principalmente. Procuramos tener varias fuentes para que, si se produce una situación de malos tratos y los menores se sienten coaccionados, podamos confirmarlo”, detalla Josune Huidobro. En función de cómo se encuentre el menor, se puede llegar a exponer el caso en la Defensoría del Menor e interponer una denuncia.
La dureza de algunas situaciones hace que la entidad facilite apoyo psicológico para superarlas. Se presta ayuda a los abuelos que se encargan del cuidado de los pequeños en el lugar de origen, a los padres que están en España y a los propios menores, si es necesario. Hasta ahora, esta intervención se realiza de manera presencial en la sede de Acobe en Madrid, aunque, recuerda la responsable del Área Social, “nos pueden pedir ayuda por teléfono -912 404 420- o correo electrónico – acobe@acobe.org– si tienen dudas sobre la situación en que se encuentran sus hijos u otros familiares”.
Otra parte del programa son las videoconferencias, que se establecen con las ciudades de Cochabamba, La Paz y Santacruz para unir a las familias que, en ocasiones, hace dos o tres años que no se ven. Por último, se organizan charlas sobre el uso productivo de las remesas para recordar a los padres que “las carencias emocionales no se cubren con objetos materiales”. Se ayuda a evitar el sentimiento de culpa. “En el 99,9% de los casos, los padres viajan a España por necesidad, por dar una vida mejor a quienes se quedan en Bolivia. Sin embargo, el sentimiento de culpa empuja a enviar una remesa importante para que los hijos tengan de todo”. Esta práctica, remarca Huidobro, tan sólo contribuye a “retrasar el objetivo” de regresar a Bolivia. Es fundamental que los adultos trasladen a los menores la realidad, que les hablen de su trabajo y les hagan entender que se encuentran alejados para ahorrar dinero y regresar con ellos lo antes posible.