Nada resulta sencillo cuando se habla de migraña. Son muchos los factores que la desencadenan, las variaciones individuales o las diferencias en la respuesta ante los tratamientos propuestos. El ejercicio físico suave ha sido, sin embargo, una de las recomendaciones unánimes en la mayoría de los tratamientos. Pero, ¿es realmente el ejercicio tan positivo para combatirla? Una revisión alemana lo pone en duda, al menos en lo referente a la intensidad de los ataques.
La International Headache Society (IHS) establece varios criterios para determinar que una persona padece migraña. Debe sufrir en su vida al menos cinco ataques que pueden durar de cuatro a 72 horas, sin tratamiento o con tratamiento pero sin éxito; debe presentar al menos dos de las siguientes características: migraña unilateral (a un lado de la cabeza), palpitante y de intensidad moderada a aguda; y, finalmente, al menos uno de los siguientes síntomas asociados: nauseas, vómito y molestia ante el ruido y la luz intensos. Un tercio de los pacientes con migraña tienen, además, cambios neurológicos, en la mayoría de casos visuales, que se presentan antes del episodio de migraña.
Ambigüedad en las recomendaciones
Son muchas las recomendaciones que los especialistas dan para mejorar los síntomas de la migraña. Los beneficios del ejercicio físico como parte del tratamiento, a pesar de aconsejarse de forma habitual, ha sido centro de discusiones en el ámbito teórico. El consenso internacional asegura que el ejercicio puede ayudar a reducir la frecuencia, la duración y la intensidad de los ataques. Por el contrario, hay casos clínicos que sugieren que los episodios de ejercicio precipitan estas jaquecas.
El ejercicio reduce la intensidad de los ataques de migraña, pero no la frecuencia ni su duración como se creía hasta ahoraUna revisión reciente ha recogido ahora todos los estudios disponibles y casos clínicos de1962 a 2007, que en su momento investigaron el deporte de resistencia en terapias de migraña. El análisis, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Regensburg (Alemania), concluye que el ejercicio reduce, efectivamente, la intensidad de los ataques de migraña, pero no la frecuencia ni su duración, tal y como aseguraban estudios anteriores. Los resultados se han publicado en «Headache», la misma revista que en pasados años había publicado numerosos estudios que aseguraban cosas bien distintas.
Volker Busch, investigador principal del análisis, recuerda ante los resultados que el ejercicio para tratar la migraña está recomendado e incluso se promociona en la mayoría de libros de referencia, guías de tratamiento o páginas web sobre la temática. La mayoría de estas recomendaciones, sin embargo, hacen referencia a «estudios anecdóticos», explica el experto, que aseguran aun así que el ejercicio regular puede reducir la severidad y la frecuencia de la migraña, así como eliminarla por completo en algunos casos.
El deporte reduce la intensidad
En el análisis, los investigadores examinaron si las recomendaciones de ejercicio se basan en datos suficientemente adecuados como para fijar los requerimientos necesarios de deporte. Curiosamente, todos los estudios (ocho investigaciones y cuatro casos clínicos) incluyeron programas de entrenamiento de resistencia aeróbica. La mayoría de estudios no hallaron ninguna reducción sustancial de los ataques de dolor de cabeza o de la duración de los mismos gracias al ejercicio continuado. En cambio, seis de los estudios sí que mostraron una reducción en la intensidad del dolor.
Según los investigadores, hay numerosas limitaciones metodológicas que ponen en duda la validez de estos estudios: diagnósticos inciertos, número demasiado pequeño de casos, estudios sin grupo control y, por último, poca o ninguna información sobre los estados de dolor de cabeza antes y después de los estudios. Por tanto, según Busch, tan sólo se puede hacer una estimación poco segura de la validez de los ejercicios aeróbicos de resistencia para la migraña y se requiere, por tanto, más investigación.
Otros tratamientos
Ni el deporte ni ninguna otra terapia pueden suprimir de forma definitiva la migraña. Y aunque ahora parece ser que el deporte sólo reduce la intensidad del dolor, sí que hay otros métodos que ayudan a reducir las frecuencias y las duraciones. Dependiendo de la intensidad de la jaqueca, los especialistas recomiendan desde analgésicos simples, como ácido acetilsalicílico y paracetamol, hasta fármacos selectivos dependiendo de la situación concreta del afectado.
Sumado al tratamiento farmacológico, hay otros métodos destinados a no desencadenar ataques de migraña. Evitar el consumo de ciertos tipos de alimentos puede ayudar a eludir ataques concretos de dolor de cabeza: algunos quesos, el alcohol o las nueces, son algunos ejemplos. Huir del estrés, permanecer en ambientes tranquilos o alejarse de los bullicios son otras de las recomendaciones de los expertos. La menstruación es un factor desencadenante que, como es lógico, es imposible de evitar.
Si el deporte, sobre todo el intenso, no es adecuado para los episodios de migraña, ¿qué pasa con las personas afectadas para quienes el deporte es su vida? Muchos profesionales o aficionados, padecen dolores de cabeza tras el esfuerzo, especialmente, cuando participan en deportes de contacto (fútbol o lucha). Estos dolores suelen ser atribuirse a un posible traumatismo inmediato o ya padecido con anterioridad, o a un esfuerzo particularmente intenso que probablemente habrá reducido la oxigenación de los tejidos.
Estas cefaleas nunca se asocian a la migraña clásica. Lo cierto es, sin embargo, que el esfuerzo intenso puede desencadenar episodios graves. En el congreso de 2001 de la International Headache Society (IHS) se presentaron lo resultados de un estudio portugués en 21 mujeres con antecedentes de migraña a las que se sometió a la prueba de Wingate (prueba física de intensidad creciente hasta que el participante llega al límite). Casi un 53% de las participantes sufrieron una verdadera crisis de migraña.
En los casos de migraña en los deportistas, uno de los tratamientos más habituales es el farmacológico, aunque hay que tener en cuenta los efectos que ciertos medicamentos tienen sobre el rendimiento físico. En muchos casos también se acostumbran a llevar a cabo técnicas de retrobioalimentación (técnica de relajación), a menudo como complemento a la terapia con fármacos. El médico, en ocasiones, también recomienda un cambio en la actividad deportiva o incluso hasta una reducción de la misma.