400.000 millones de barriles de petróleo, el equivalente al 25% de las reservas sin descubrir técnicamente recuperables. Se trata de las estimaciones más optimistas de lo que se esconde en el subsuelo Ártico. Hasta ahora, las dificultades de extraer estas reservas frente a otras explotaciones habían frenado su interés. Sin embargo, la subida de precios por una crisis energética que parece cada vez más cerca está acercando su posible explotación masiva. Frente a ello, algunos expertos y organizaciones ecologistas han advertido de las dificultades técnicas y de los posibles impactos medioambientales que supondría.
Aunque algunos estudios apuntan a cifras más bajas, las cantidades siguen resultando muy interesantes. Por ejemplo, un informe del Instituto de Investigaciones Geológicas de Estados Unidos (USGS) estima que el Círculo Polar Ártico podría atesorar el 13% de las reservas aún sin desvelar, suficientes para saciar la demanda mundial de crudo por unos tres años.
Asimismo, el informe asegura que esta zona podría tener tanto gas natural como Rusia, el país con las mayores reservas del planeta (más de una cuarta parte del total mundial). Y sin olvidar la gran cantidad de valiosos minerales que podrían ser un negocio de miles de millones de euros.
El Círculo Polar Ártico podría atesorar el 13% de las reservas aún sin desvelar, suficientes para saciar la demanda mundial de crudo por unos tres añosDe hecho, algunas zonas ya se encuentran en el punto de mira. Los expertos creen que la mitad de los recursos petrolíferos aún sin descubrir podrían hallarse en la Alaska Ártica, en la cuenca de Amerasia y en las cuencas de la Falla del Este de Groenlandia. El mayor potencial petrolífero podría estar en el Mar de Pechora (Rusia), la Bahía de Baffin (Canadá) y en Slope Norte (Alaska, Estados Unidos). Según el informe del USGS, el 84% de estos recursos se hallaría a poca distancia de la costa.
Por otra parte, algunos grandes descubrimientos de gas ya se han realizado en el sur de la península de Yamal y el mar de Kara (en Rusia) y en el este del Mar de Barents y alrededor de la mayoría del Ártico canadiense.
No obstante, el objetivo no parece tan sencillo. Expertos como Carole Nakhle, del Centro de Estudios Energéticos de la Universidad de Surrey, subrayan las dificultades técnicas y las posibles consecuencias medioambientales. Por ello, considera que sólo serían competitivas dentro de unos años, en un escenario de escalada de precios y de escasez progresiva, unido a la mejora de los sistemas de extracción.
Posibles daños para el medio ambiente
Diversas organizaciones ecologistas han mostrado su inquietud por el impacto medioambiental que podría suponer la extracción masiva de estos recursos. De esta manera, explican que especies salvajes como el oso polar, en peligro de extinción, así como las comunidades humanas autóctonas, tendrían que hacer frente no sólo a las consecuencias del cambio climático, sino también a los impactos de la actividad petrolera.
Las mediciones por satélite indican un record en el derretimiento del hielo ártico, lo que por otra parte beneficia a las compañías petrolíferas, que tienen así un mejor acceso a estas regiones. Por ejemplo, científicos del National Snow and Ice Data Center de Estados Unidos han detectado un agujero del tamaño de Texas en el corazón del Mar de Beaufort, en Slope Norte, y que el Pasaje Noroeste en la frontera de Alaska con Canadá está libre de hielo.
Imagen: John BoyerSin embargo, el resto del mundo saldría perdiendo, explican por ejemplo desde Greenpeace, ya que se podrían dañar ecosistemas que quizás nunca se recuperarían. Además, las consecuencias del cambio climático en el Ártico podrían suponer cambios en las corrientes marinas, tormentas y oleajes más violentos, entre otros efectos.
Asimismo, algunos expertos recuerdan la catástrofe del Exxon Valdez, el superpetrolero que en 1989 derramó en la bahía de Prince William Sound (Alaska) 37.000 toneladas de hidrocarburo, causando la muerte de miles de aves y mamíferos marinos.
El Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) ha pedido a las compañías petroleras la mejora de sus sistemas de extracción y control de posibles derrames, una asignatura pendiente para estas regiones árticas. Por ejemplo, desde WWF explican que no hay una tecnología capaz de limpiar un derrame en el hielo en la oscuridad del invierno ártico. Por ello, solicitan la detención de los programas de exploración árticos hasta que no se cuente con garantías suficientes para evitar posibles impactos.
La explotación del petróleo en el Ártico comenzó en el siglo XX, en la década de los años 20, y tuvo como punto de partida la región canadiense de Norman Wells. En la actualidad, el interés de los países que rodean el Océano Ártico (Estados Unidos, Canadá, Rusia, Dinamarca y Noruega) e incluso de otros países como China, India o Japón, está creciendo en sintonía con los signos de la crisis energética.
Estados Unidos permitía recientemente la explotación energética de una reserva que posee en el norte de Alaska, una región protegida hasta ahora frente a tales prácticas, y que podría contener unos 3.700 millones de barriles de petróleo. Las primeras extracciones podrían comenzar entre 2010 y 2012, según sus responsables, lo que aliviaría además los problemas de abastecimiento del sistema de oleoductos de Alaska. No obstante, también se decidía mantener libre por una década más la zona norte del Lago Teshekpuk, hogar de miles de caribúes y millones de aves acuáticas.
Los movimientos por el dominio de esta zona de mundo empiezan a ser cada vez más evidentes. El año pasado, Rusia colocaba su bandera a 4.200 metros de profundidad del océano Ártico para hacer evidente su control sobre una vasta cordillera submarina de la zona. Canadá está construyendo navíos patrulleros para defender su soberanía en el Ártico; Estados Unidos ha anunciado la fabricación de dos nuevos barcos polares; y Dinamarca ha enviado una misión para saber hasta donde puede llegar por Groenlandia.
En este sentido, algunos políticos europeos han advertido de que el control del Ártico podría provocar conflictos entre Europa y Rusia. Por ejemplo, Noruega lleva décadas de disputas sobre las fronteras en el Mar de Barents, donde los rusos cuentan con el gigantesco campo de gas Shtokman. Por su parte, los noruegos han puesto en marcha recientemente el proyecto Snohvit, un sistema de extracción de gas por licuefacción y captura del CO2 sobrante.