La obesidad en el mundo se ha triplicado desde 1975, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cifras que no paran de crecer en España, donde 8,4 millones de personas —un 23 % de la población, incluidos los menores— sufren obesidad, según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Tanto la comunidad médica y científica como la OMS coinciden en que llevar una dieta saludable —basada en frutas y verduras, legumbres y, en menor medida, pescados y carnes blancas, relegando azúcares, carnes rojas y ultraprocesados— e incluir el ejercicio físico en nuestro estilo de vida son las únicas estrategias viables para luchar contra el sobrepeso. Sin embargo, la propia evidencia científica señala que no todas las personas pierden o ganan peso de la misma forma.
¿Por qué a veces cuesta tanto perder peso?
Un estudio de la Universidad de Helsinki (Finlandia), que hizo un seguimiento a 2.064 parejas de hermanos gemelos con estilos de vida similares, certificó la existencia de variables individuales a la hora de engordar y adelgazar.
Lo explica Francesc Villarroya, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Barcelona e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN): “En un mismo ambiente con igual disponibilidad y acceso a los alimentos, hay personas que mantienen un peso adecuado, sin hacer ningún esfuerzo extra, mientras que otras desarrollan sobrepeso y tienen grandes dificultades para mantener un peso saludable. Ello es debido a aspectos de programación individual del metabolismo y del comportamiento frente a la comida, que son diferentes entre individuos”.
En la búsqueda de factores concretos, un artículo de la revista ‘Science‘ acuñaba en 1999 el término NEAT (Non Exercise Active Thermogenesis o Termogénesis por actividad sin ejercicio) para definir el gasto diario de energía asociado a los movimientos nerviosos o a los quehaceres diarios, como jardinería, labores domésticas o la actividad en el puesto de trabajo. Es decir, toda la energía consumida en labores que no son dormir, comer o ejercitarse.
El fundamento estaría en la termogénesis, el mecanismo de los mamíferos destinado a la producción y el mantenimiento del calor en el cuerpo mediante la llamada grasa marrón (o grasa parda), es decir, la grasa buena, responsable de hacernos tiritar cuando tenemos frío y de sudar cuando realizamos ejercicio físico. Esto provoca la oxidación de la grasa blanca, aquella que, entre otras funciones, almacena la energía para suministrar glucosa a las células en caso de necesidad y cuya presencia determina la aparición de sobrepeso y obesidad.
Qué movimientos se consideran NEAT
No debemos confundirlo con el metabolismo basal, que se trata de la energía consumida por una persona por el solo hecho de estar vivo, sin ninguna influencia de ningún movimiento. Por el contrario, dentro del NEAT se catalogan los movimientos corporales típicos del carácter nervioso —denominados fidgeting y que abarcan desde los movimientos oscilantes con los pies hasta la manipulación compulsiva de objetos— o incluso las posturas corporales más erguidas, también con un impacto sobre la obesidad. “Mantener un tono muscular erguido y no relajado implica un gasto energético debido a la tensión muscular”, aclara Villarroya.
El hallazgo del NEAT sugiere que, aunque el gasto energético de estas actividades sea escaso, su efecto acumulativo lo convierten en un factor significativo como estrategia para combatir la obesidad. “Lo que nos dicen las investigaciones es que realizar toda esta actividad, aunque sea poco intensa, en combinación con el ejercicio físico, es decir, con una actividad física estructurada y de intensidad media y alta, incrementa el gasto calórico total”, apunta Sara Maldonado-Martín, profesora e investigadora de la Facultad de Educación y Deporte de la Universidad del País Vasco.
“La razón es que el NEAT estimula el metabolismo de las grasas, y en las personas muy inactivas este metabolismo tiende a estar como dormido. En las intensidades más altas, como en el ejercicio estructurado, el cuerpo utiliza el metabolismo de la glucosa y se combina con el de la grasa”, explica.
¿Cuántas calorías quemamos al día?
Algunas publicaciones cifran el gasto calórico de las variables NEAT en 350 calorías por día, lo que supone unos 4,5 kg al año de diferencia entre personas de NEAT alto y de NEAT bajo, si bien estas cifras están sujetas a debate en la comunidad científica.
“El NEAT existe y da lugar a un gasto energético. Pero cuántas calorías se gastan realmente y cuánto marcan cuantitativamente las diferencias de gasto energético es controvertido. Aunque el planteamiento como explicación al sobrepeso en personas con menos NEAT se mantiene”, analiza Francesc Villarroya.
Con todo, la ciencia defiende que el NEAT alto, es decir, cuantas más calorías quememos al día en movimientos que no sean ejercicio físico, es una estrategia interesante para mantener el sobrepeso a raya, aunque su ejecución depende de algo más que de la intencionalidad de cada uno.
“El NEAT es un componente más del gasto energético y buena parte de su potencial es poco controlable por la persona, ya que depende de hábitos espontáneos. Si se programa a voluntad, por ejemplo, subiendo escaleras, ya se considera un miniejercicio programado y constante que, efectivamente, puede ser eficaz si se incorpora a la vida cotidiana voluntariamente”, apunta el investigador del CIBEROBN.
Los riesgos de tener un NEAT bajo
Los avances tecnológicos y el desarrollo económico han traído consigo una transformación de nuestra forma de vida, rompiendo con una tendencia mantenida a lo largo de la historia por la que las personas hemos utilizado nuestro propio cuerpo para trabajar, conseguir alimentos, atender los cuidados y desplazarnos. Es decir, cada vez somos más sedentarios y esto ha hecho que nuestro NEAT sea más bajo.
Lo explica Sara Maldonado-Martín: “Se puede ser físicamente activo y, al mismo tiempo, sedentario. Por ejemplo, una persona que cumpla con las recomendaciones de la OMS con respecto al ejercicio físico —150 minutos a la semana de actividad moderada o 75 minutos a la semana de ejercicio vigoroso— o que incluso madrugue todos los días para hacer deporte o vaya todas las tardes al gimnasio, será sedentaria si pasa sentada más de cuatro horas al día”. Y recuerda las últimas recomendaciones de la OMS del año 2020, con sugerencias como levantarse cada 20-30 minutos de la silla.
⚠️ Demasiado tiempo sentados
Pasar más de cuatro horas sentado incrementa el riesgo de mortalidad. “Las evidencias apuntan a que las pausas cada 30 minutos deberían tener una duración de dos minutos, con una actividad física ligera, como caminar. Opcionalmente, se pueden alternar periodos de 30 minutos sentados con otros de 30 minutos de pie (con mesas regulables en altura), que ayudan a reducir las molestias musculoesqueléticas”, aconseja un informe del Instituto Nacional de la Seguridad Social y el Ministerio de Trabajo.
Además de su relación con el sobrepeso y la obesidad, el mismo documento explica las razones para evitar pasar demasiado tiempo sentado. “Se ha encontrado relación entre el tiempo que permanecemos sentados en el trabajo y la aparición de diabetes tipo 2, y otros factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos, menor colesterol unido a lipoproteínas de alta densidad (colesterol bueno), mayor cantidad de triglicéridos, más resistencia a la insulina y menor tolerancia a la glucosa”, señala el informe.
Unas consecuencias que, como indica Maldonado-Martín, redundan en la importancia de las variables NEAT, ya que cuanto menos tiempo estemos sentados, más alto será nuestro NEAT. “Por eso es importante movernos con independencia de que practiquemos ejercicio, porque las repercusiones son diferentes”, concluye.
Cómo se puede calcular el NEAT
Entender e identificar los efectos de la inactividad sobre la fisiología constituye un paradigma fundamental en la lucha contra el sobrepeso. Por eso, el concepto NEAT ha cobrado fuerza en el marketing de los gimnasios, a veces dentro de la promesa de la transformación estética como estrategia definitiva para “eliminar la grasa localizada”.
Como indica Sara Maldonado-Martín, esta es una concepción errónea, si se piensa en el ejercicio únicamente como una forma de transformación estética en lugar de una activación del metabolismo que, en las personas inactivas o sedentarias, resulta fundamental para mejorar su salud.
En este sentido, muchas empresas de entrenamiento animan a medir el gasto NEAT mediante gadgets, restando el gasto energético exclusivo de las sesiones de entrenamiento al total de calorías quemadas al día. El resultado sería nuestro NEAT.
A estas mediciones los servicios médicos conceden cada vez más importancia, tal y como demuestra un estudio publicado en la revista ‘Nutrición Hospitalaria’ y realizado durante la pandemia a 35 pacientes con obesidad del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela. Esta investigación refleja la eficacia para la pérdida de peso de combinar el gasto NEAT con un programa estructurado de ejercicio. En el artículo se recomienda incorporar el hábito de medir la actividad física mediante alguna aplicación o dispositivo.
Tecnología para contar calorías
No es el único estudio que destaca el papel de la tecnología como ayuda al fomento de la vida sana. La Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria hace hincapié sobre el papel de la tecnología y de las aplicaciones de salud en el estudio ‘Uso de weareables y aplicaciones móviles (mHealth)’ para cambiar los estilos de vida.
La publicación destaca la idoneidad de sensores de movimiento o acelerómetros, presentes en smartphones, pulseras de actividad, aplicaciones o parches adhesivos en el tórax para recoger y emitir datos de salud de forma constante. Estos dispositivos miden nuestros pasos y actividad a lo largo del día y nos ofrecen una estimación sobre cuántas calorías gastamos.
Para la entidad catalana, estos dispositivos pueden ayudar con los tratamientos. “Los profesionales de atención primaria podrían prescribir programas de salud digital de calidad, eficaces, seguros y personalizados para cada paciente, para hacer a este más partícipe y gestor de sus propios comportamientos de salud”, indican. Una realidad cada vez más cercana desde la creación en diciembre de 2021 de la llamada ‘Estrategia de Salud Digital‘ por parte del Ministerio de Sanidad con la creación de un grupo de trabajo destinado a la evaluación, desarrollo e implementación de estas tecnologías como estrategia de vigilancia de riesgos y promoción de salud.
Control del gasto energético sin obsesionarse
Cuantificar el consumo de energía y el gasto calórico es, según un estudio de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), “el factor más importante para prevenir la obesidad”. Sin embargo, obsesionarse por contar calorías puede ser un riesgo.
“Existen páginas web en las que se puede introducir un alimento e inmediatamente indican el tiempo de actividad física en distintas formas que se necesita para quemar las calorías ingeridas. Esto puede serle útil a algunas personas, pero tiene riesgos. El principal es generar efectos de frustración, porque hace falta mucho movimiento para quemar alimentos no demasiado calóricos, lo que puede hacer que la gente se desmotive. Por eso hay que insistir en que el ejercicio siempre es beneficioso”, Francesc Villarroya.