Un estudio publicado recientemente pone en sobreaviso la práctica frecuente en algunos sectores de la sociedad de utilizar ciertos medicamentos o sustancias que mejoran el rendimiento, aunque no incrementan la inteligencia. A pesar de que en su mayoría se trata de sustancias legales, su uso no está exento de efectos secundarios como alteración de la conducta, con cambios bruscos de humor, irritabilidad, trastornos del sueño e, incluso, trastornos paranoides.
En el ámbito académico tomar algún tipo de sustancia para rendir más es una práctica frecuente. Un artículo publicado en la revista «Nature» perfilaba esta cuestión: los autores encuestaron a más de 1.400 científicos sobre el consumo de estimulantes y uno de cada cinco afirmó que utilizaba de forma más o menos habitual alguna sustancia para mejorar su rendimiento. Entre los que respondieron de forma afirmativa, un 62% tomaba metilfenidato, un fármaco utilizado en el tratamiento de niños con trastorno de déficit de atención con hiperactividad, TDAH, que potencia la capacidad de concentración.
Un 44% de los encuestados consumía modafinilo, fármaco empleado en el tratamiento de la narcolepsia, que ayuda a mantenerse despierto durante más tiempo. Otro 15% reconoció el consumo de propanolol, un betabloqueante utilizado para regular la tensión y el ritmo cardíaco y que ayuda a controlar los síntomas de nerviosismo ante presentaciones en público.
Este aumento de capacidades no está exento de efectos secundarios indeseables, que ya conocía el 69% de los investigadores encuestados. El consumo habitual de estas sustancias puede provocar alteración de la conducta, con cambios bruscos de humor, irritabilidad y trastornos del sueño. También se incrementa el riesgo de trastornos paranoides, con ideas delirantes como principal síntoma.
El glutamato se perfila como posible terapia para aliviar el declive intelectual en personas mayores
No obstante, encontrar un fármaco que mejore las capacidades cognitivas sin efectos secundarios es un objetivo loable, sobre todo enfocado como terapia para el declive intelectual de las personas mayores. En este sentido, muchas de las investigaciones apuntan en dirección al glutamato, un neurotransmisor que interviene en los procesos de memorización y aprendizaje.
El debate ético
El uso de medicamentos para mejorar el rendimiento intelectual ha abierto un debate que oscila desde posiciones más conservadoras a otras más liberales: ¿por qué resulta ético utilizar fármacos para mejorar las capacidades intelectuales en los mayores y en cambio no se aceptan en personas más jóvenes?. Y si no fueran adictivos ni tuvieran efectos secundarios, ¿sería entonces aceptable? Si se controla el dopaje deportivo, ¿por qué no hacerlo entre los científicos que compiten por conseguir becas o ayudas?
Un comité científico que asesora al Gobierno británico ha elaborado varios informes sobre el uso de estas sustancias tanto sobre la salud individual como sobre la sociedad. A pesar de que reconocen sus propiedades, creen necesario realizar más estudios para evaluar las consecuencias de su consumo en personas sanas. Apuntan también que es necesario determinar en qué personas sería adecuado su uso, desde militares, estudiantes, hasta trabajadores por turnos. Estos expertos también creen necesario que se valore la seguridad y eficacia, que su uso sea controlado por especialistas y que se abra un debate ético en torno a su uso.
Utilizar la dieta para rendir mejor
Nuestra dieta es básica en el rendimiento intelectual. Por este motivo, es fundamental seguir una dieta rica y equilibrada para poder mantener el organismo con niveles óptimos de diversos componentes esenciales para el cerebro. La glucosa es la principal fuente de energía para el sistema nervioso por lo que es recomendable un aporte adecuado si se está efectuando un trabajo intelectual. Las sales minerales también son importantes; hierro, fósforo, magnesio, selenio y zinc mantienen unos niveles adecuados y suficientes si se sigue una dieta variada.
Determinadas sustancias que pueden encontrarse en una dieta equilibrada pueden potenciar el rendimiento intelectual. Uno de los más utilizados es la cafeína. Su rápida absorción (nivel máximo en sangre tras una hora de su consumo) y duración de dos a 12 horas, la han convertido en el estimulante más utilizado en todo el mundo. Sus propiedades principales son la reducción del sueño y de la fatiga, tanto física como mental. Por otro lado también facilita el aprendizaje ya que permite una mayor concentración para la realización de una tarea como puede ser el estudio. Encontramos cafeína principalmente en el café, té, chocolate, en refrescos de cola y en algunas bebidas energizantes.
Otro estimulante muy utilizado es el ginkgo biloba. Una sustancia que se extrae de las hojas del ginko, un árbol cuyas propiedades ya eran conocidas y empleadas en tiempos antiguos por la medicina oriental. El ginko biloba incrementa el flujo sanguíneo cerebral y activa la producción de algunos neurotransmisores indispensables para un óptimo rendimiento. También facilita la síntesis de ATP (molécula que proporciona la energía química a todas las células del organismo) y tiene propiedades antioxidantes.
Por último, se halla la sulbutiamina, un derivado sintético de la vitamina B1 pero con efectos más marcados. Sus propiedades son parecidas a las de la cafeína, pues aumenta la resistencia a la fatiga, disminuye la sensación de sueño y estimula la memoria. Está indicada para personas con trastornos de memoria y trastornos psicosomáticos, depresión, apatía y astenia.
Algunos fármacos están empezando a utilizarse de forma lúdica para obtener efectos muy distintos de aquellos para los que fueron creados. Esto se debe a que ciertos medicamentos de uso habitual, a dosis altas, pueden producir estados de euforia y alucinaciones, entre otros síntomas. Ahora bien, en España la mayoría de estos fármacos sólo se pueden obtener con receta.
La preocupación sobre este tema ha hecho que diversas instituciones se hayan puesto a trabajar. Entre otras iniciativas destaca la del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona con la creación del Observatorio de Medicamentos de Abuso (OMA), cuya finalidad es la de conocer y, en lo posible, controlar este tipo de práctica. Según OMA, el 64% de los consumidores son hombres de origen nacional, con edades comprendidas entre los 25 y 35 años.
Uno de los fármacos que con más frecuencia se consume con esta finalidad es la codeína, antitusígeno que a dosis altas puede ser alucinógeno. Dextrometorfan también es otro fármaco habitual en la composición de jarabes para la tos que tiene propiedades alucinógenas a dosis altas, así como la ketamina, anestésico de veterinaria en desuso.