La esperanza de vida se ha duplicado en el último siglo gracias a tres grandes avances en salud pública: la potabilización del agua; el descubrimiento de los antibióticos, que puso a disposición de la medicina un recurso fundamental para curar las infecciones bacterianas; y la investigación en vacunas, con las campañas para extender la inmunización a la mayoría de la población. Con estas medidas, la esperanza de vida en los países desarrollados ha alcanzado una media de 83 años y, según los especialistas, la especie humana tiene margen para vivir más y con mayor calidad. Identificar qué factores son determinantes en el envejecimiento y cómo intervenir en ellos es uno de los grandes campos de investigación. En ese ámbito, entre otros, trabaja Gemma Guillazo Blanch, profesora del Departamento de Psicobiología y de Metodología de las Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora del Instituto de Neurociencias de este centro (INc-UAB). La última investigación de su equipo, hecha con animales, se ha centrado en la relación entre la dieta hipocalórica y el envejecimiento neuronal.
¿Cuál es la conclusión fundamental de su investigación?
En nuestro laboratorio, lo que hemos comprobado en ratas es que una dieta hipocalórica, que supone una ingesta de entre un 15 % y un 20 % menos de calorías de lo que comen habitualmente, es capaz de prevenir o disminuir alteraciones cognitivas asociadas al envejecimiento. Estas alteraciones afectan a memorias de tipo relacional dependientes del hipocampo. Este tipo de memorias nos permiten generar nuevo conocimiento sobre el mundo, sobre la propia vida y, a su vez, poder explicarlo.
¿Lo han demostrado en ratas viejas?
Sí. Hemos visto que cuando siguen de por vida una dieta de restricción calórica, mantienen la misma cantidad de neuronas en determinadas zonas del hipocampo que las jóvenes. Y esto no es porque hayan aparecido nuevas neuronas, sino porque la dieta parece preservar las que hay.
¿Por qué es tan importante el hipocampo?
Desde hace tiempo se sabe que hay distintos sistemas de memorias; algunas de ellas son más vulnerables al envejecimiento y otras más robustas y nos cuesta mucho perderlas. Por ejemplo, una vez que aprendemos a ir en bicicleta, aunque no la cojamos, seguimos sabiendo montar en ella. Las memorias de tipo motor son menos proclives a desaprender con el envejecimiento. En cambio, la consolidación de memorias declarativas, de relacionar objetos, situaciones, lugares y personas sí se ven afectadas con el envejecimiento, y aquí es clave el hipocampo.
¿Qué función concreta desempeña esta parte del cerebro?
Es crítico porque nos permite consolidar nuevas memorias de tipo relacional, que yo pueda recordarlas al cabo de un tiempo y verbalizarlas. Hablamos de eventos, lugares, personas o situaciones que nos suceden a lo largo de la vida. Estas memorias pueden evocarse en situaciones o contextos variados. Por ejemplo, yo te puedo contar cómo llego desde mi casa hasta la Universidad, aunque estemos aquí sentados, gracias a este tipo de memorias.
¿Una dieta hipocalórica actúa como una especie de seguro cognitivo?
Hemos visto que facilita la recuperación de este tipo de memorias dependientes del hipocampo, que son muy vulnerables al envejecimiento tanto en animales como en humanos. Por ejemplo, si tenemos gente mayor en casa seguro que coincidimos en que es muy fácil que se acuerden de situaciones de hace 20 años, pero igual no se acuerdan de si esta mañana han ido a comprar el pan. Estas memorias nuevas que vamos adquiriendo cada día son de las más vulnerables al efecto del envejecimiento.
¿Se observan diferencias por sexos en los efectos de una dieta con pocas calorías?
Estamos viendo que la restricción calórica no afecta igual a machos que a hembras. El estudio de nuestro equipo está hecho en machos, pero ahora estamos replicándolo en hembras. Los datos preliminares indican que los machos son más sensibles a la restricción calórica que las hembras, entre otras cosas porque las hembras no presentan tanto aumento de peso cuando envejecen.
Según su investigación, ¿cuántas calorías menos tendría que tener la dieta para que tuviera ese efecto protector sobre la memoria?
La restricción calórica, la ingesta de calorías diaria, debería ser entre un 20 % y un 30 % menor de la que comemos habitualmente. Pero al mismo tiempo tiene que ser una dieta rica y equilibrada, que tenga todos los minerales, vitaminas y moléculas esenciales.
¿Sobre qué cantidad se calcula la restricción calórica? ¿Unas 2.000 calorías al día?
En experimentos con animales se calcula lo que comen de promedio al día y luego se reduce esa cantidad en el porcentaje mencionado. En humanos es mucho más complicado porque habría que controlar muchas variables que pueden estar afectando a la dieta y a la salud en general. Es difícil contestarlo en números. Deberíamos ver cuánto come una persona normal en su día a día y reducirlo entre un 15 % y un 20 % dependiendo de sus necesidades, de si lleva una vida más o menos sedentaria o hace ejercicio físico y del tipo de dieta que siga.
¿La ventaja de los experimentos en animales es que esos factores se pueden controlar y resultaría difícil hacerlo en humanos?
Claro. Por eso se han hecho estudios en ratas, ratones, gusanos y peces, porque pueden comprobarse muchas variables.
Han comprobado que la restricción calórica preserva las funciones cognitivas, ¿pero también permite recuperar una memoria que ya se ha perdido?
La dieta hipocalórica previene el deterioro, pero de momento no hemos visto, y no me consta que haya ningún trabajo que lo haya hecho, que la restricción calórica permita reaparecer una memoria que se haya perdido.
¿Hay un punto de no retorno en la conservación de la memoria aunque se ingieran pocas calorías?
Todo apunta que sí. Tenemos un problema desde el momento en el que nosotros, por la razón que sea, no podamos regenerar el tejido celular. Y la restricción calórica no parece que vaya a suplir eso. Lo que sabemos hasta ahora es que, si me tengo que morir a los 80 años, gracias a la restricción calórica voy a vivir mejor, con más calidad de vida y más salud hasta esa edad. Las investigaciones en el campo de la cognición todavía son muy recientes y queda mucho por estudiar.
¿Una dieta hipocalórica podría tener efecto en la evolución de procesos neurodegenerativos como el párkinson o el alzhéimer?
Hay estudios de dietas de restricción calórica en personas con declive cognitivo, pero son muy iniciales. Seguramente, como en otras enfermedades, la dieta tiene un efecto modulador, pero no determinante. Sí sabemos que la población con obesidad o con diabetes tipo 2 tiene más riesgo de sufrir, entre otras, enfermedades neurodegenerativas.
En su estudio se habla del efecto de la inflamación en las neuronas. ¿Por qué es importante en tantos campos de la salud?
Es un proceso imprescindible en el cuerpo porque es la respuesta a las agresiones que sufre ya sea por microbios, lesiones o agentes químicos. El problema es cuando la inflamación perdura en el tiempo. En el envejecimiento parece que, a medida que se produce, se acumula un cierto grado de inflamación de forma constante. Hay personas, como las que presentan obesidad, en las que este grado de inflamación es más elevado y rápido. Aunque en este proceso intervienen también factores genéticos, sabemos que hay determinados alimentos y sustancias que pueden propiciar o acelerar estas respuestas.
¿La dieta hipocalórica reduce esta inflamación adicional que sufrimos?
La restricción calórica parece disminuir esa reacción inflamatoria que se da de una forma natural durante el envejecimiento. En nuestro grupo de investigación lo hemos visto en el cerebro, en el hipocampo. Sus células, como otras muchas, mueren a lo largo de la vida y durante el envejecimiento, pero parece que parte de esta muerte podría venir causada por esta reacción inflamatoria.
¿Se conoce si la dieta hipocalórica es determinante en las poblaciones con una esperanza de vida más larga?
Lo que no se sabe es si esa esperanza de vida se debe solo a una dieta hipocalórica o es el resultado de otros muchos factores. Se suele poner como ejemplo de longevidad Okinawa, en Japón. Allí la población ingiere menos calorías, sigue una dieta rica en pescado, frutas y pocos lácteos, pero al mismo tiempo tiene muy poco estrés y se socializa mucho. Es un modelo de vida muy de campo y de vida comunitaria, con predominio de actividades manuales y mucha interacción social. Para saber qué peso tiene cada elemento en la longevidad deberíamos ver qué combinaciones se producen, por eso es tan difícil estudiar esto en humanos.