Imagen: Paul Collins
La cocina es un lugar de riesgo. La presencia de fuentes de agua y humedad aumenta la probabilidad de accidentes domésticos relacionados con la electricidad, igual que sucede en el baño. En ambas estancias, hay que extremar las precauciones. Las tomas de corriente, en concreto, son un punto de atención preferente.
Deben contar con toma de tierra y nunca han de localizarse a menos de un metro de los grifos. Cuando esto ocurra, en todo caso, deberían estar protegidas con tapas para evitar la entrada de agua en el interior del enchufe. Además, ésta es una medida de protección para los niños.
Otro aspecto fundamental es la distribución de las tomas. Hay que determinar cuántas y cuáles son necesarias. Como mínimo, una cocina debería tener:
- Varias tomas de 10 amperios (A) para conectar el frigorífico y otros electrodomésticos como la batidora o la cafetera.
- Tomas de 16 A para el lavavajillas y la lavadora.
- Tomas de 16 ó 25 A para el microondas y el horno.
- Una toma de 25 A para la cocina eléctrica.
Cuando se produce una avería por cortocircuito o fallo eléctrico en la cocina es probable que salte el interruptor del aparato en el que se ha detectado esa anomalía. Otras veces, directamente, salta el interruptor general, por lo que localizar el fallo suele llevar más tiempo.
Hay que comprobar los electrodomésticos conectados en el momento del fallo
Si en el momento de la avería había varios aparatos funcionando, habrá que desenchufarlos y probar uno por uno. Los pasos son: levantar el interruptor correspondiente del cuadro general, encender el electrodoméstico y comprobar si la corriente se corta de nuevo.
El interruptor diferencial saltará cuando se produzca una derivación de corriente. De esta forma, protege a las personas frente a contactos directos e indirectos por fallos en la instalación eléctrica, ya que corta el suministro en caso de fugas a tierra.