Cómo es una boca sana
«En primer lugar, debemos tener en cuenta nuestras encías. Su forma, consistencia y color tienen que ser los adecuados —rosa claro o coral— y, sobre todo, no deben sangrar: ni durante el cepillado, ni al masticar, ni tampoco de manera espontánea. Es decir, una boca sana es una sin caries y sin procesos infecciosos e inflamatorios», explica Cristina Serrano, portavoz de la Sociedad Española de Periodoncia (SEPA).
Además de contar con unas encías sanas, tal y como indica Óscar Castro, presidente del Consejo General de Dentistas de España, «el tejido óseo que rodea los dientes también tiene que estar en perfectas condiciones; los dientes en correcta oclusión y la articulación temporomandibular —una especie de bisagra que conecta la mandíbula con la parte lateral de la cabeza— no debe tener ninguna patología, como dolor a causa de bruxismo, el apretar o rechinar los dientes«.
«Una boca sana es también aquella que no es sometida a factores de riesgo como el exceso de placa bacteriana por deficiente higiene, tabaquismo, consumo elevado de alcohol o a una nutrición inadecuada», matiza. Y para mantener una adecuada salud oral es esencial nutrirse bien. «La ingesta de nutrientes esenciales, como minerales y vitaminas, es imprescindible para la vida, y su déficit produce importantes enfermedades», subraya Cristina Serrano.
Los minerales que necesita la boca
El magnesio, el calcio y el fósforo son componentes estructurales de los dientes —a los que otorgan su dureza— y del hueso que los sujeta. De ahí la importancia de ingerir alimentos que contengan estos minerales. «Si el organismo no los absorbe de manera adecuada pueden aparecer múltiples problemas, como retraso en la erupción dentaria de los niños, dientes más blandos, con las consiguientes caries, sangrado de encías, pérdida de hueso y pérdida dentaria», explica Cristina Serrano.
Para que el calcio y el fósforo se absorban correctamente necesitan magnesio y vitamina D. «Es fundamental que tengamos niveles adecuados de esta vitamina, porque tiene capacidad antiinflamatoria, lo que ayuda a evitar tanto las caries como la periodontitis», apunta la odontóloga.
Hay ciertos alimentos y bebidas, como el queso, el yogur y la leche, que tienen un potencial protector de los dientes contra la desmineralización dental. La leche de vaca contiene calcio, fosfato y caseína, que tienen una acción preventiva frente a la caries. «Pero, además de los derivados lácteos, el calcio se puede encontrar en otros alimentos, como el pescado azul, las almendras y las avellanas, los crustáceos o los garbanzos, que además son ricos en magnesio y vitamina D», añade Óscar Castro.
Vitaminas protectoras de la salud oral
«Las vitaminas A, C y E, al ser antioxidantes, son sin duda las más importantes cuando hablamos de salud oral. Son relevantes en la prevención de la periodontitis —enfermedad de origen infeccioso e inflamatorio que daña los tejidos que sujetan el dientes— y del cáncer oral», indica Castro.
Estas vitaminas neutralizan los radicales libres que se producen como consecuencia de la inflamación, de las infecciones o de la ingesta de alimentos proinflamatorios, evitando que se produzca una situación de estrés oxidativo, es decir, un desequilibrio entre esos radicales libres y los antioxidantes disponibles en el organismo para combatirlos.
Si hablamos de la salud de las encías, los estudios científicos realizados al respecto destacan la importancia de la vitamina C –porque su déficit produce gran inflamación gingival–, la vitamina E, la D, los carotenoides, los polifenoles y los omega 3. «En general, una dieta rica en todos estos compuestos, es decir, una alimentación en la que se incluyan frutas variadas, verduras y pescado azul ha demostrado que puede contribuir a mejorar la salud de nuestros dientes y encías», apunta Cristina Serrano.
Grasas y salud bucal
Las grasas son macronutrientes esenciales para nuestra salud, que el organismo utiliza para muchas funciones, como producir energía, absorber las vitaminas liposolubles (vitaminas A, D, E y K) y los ácidos grasos esenciales (ácido linoleico y linolénico), pero no todas las grasas son iguales. Las grasas trans, procedentes de productos ultraprocesados y bollería industrial, y las saturadas, que se encuentran en la carne roja, leche entera, quesos, mantequilla o helados, tienen la capacidad de inducir inflamación si se comen en exceso.
«Esta inflamación afecta también a las encías y los estudios nos dicen que las personas con una dieta basada en este tipo de grasas pueden tener un mayor riesgo de sufrir periodontitis. Sin embargo, las grasas insaturadas —mono o poliinsaturadas—, presentes en el aceite de oliva, el aguacate o el salmón, además de reducir los triglicéridos y el colesterol LDL, tienen capacidad antiinflamatoria«, explica la representante de la SEPA.
La fruta y el azúcar «bueno» para los dientes
El tipo de azúcar consumido también desempeña un papel importante en el desarrollo de la caries e inflamación de las encías. Como señala Óscar Castro, «los estudios en animales muestran un mayor potencial para desarrollar caries de la sacarosa (azúcar común), comparativamente a otros azúcares, como la fructosa, la maltosa, la lactosa y la glucosa.
Aunque, eso sí, las frutas es preferible consumirlas enteras en vez de exprimirlas en zumos, especialmente las cítricas (naranja, pomelo, limón o mandarina). Si se toman en zumo, tienen menos fibra, su pico glucémico es más alto (los niveles de azúcar en sangre aumentan rápidamente) y existe un mayor riesgo de provocar erosión dental«, añade.
Pero si hay una fruta que sea la preferida de nuestra boca esa es, sin duda, la manzana. El mito de que este alimento es un dentífrico natural tiene su fundamento. Es decir, que no sustituye al correcto cepillado dental, pero sí que lo complementa.
«Se trata tan solo de una representación gráfica de la importancia que tienen en general los alimentos ricos en fibra —como la manzana, pero también a la zanahoria o al apio— en la prevención de la caries, al ayudar a la autolimpieza dentaria —estimula la producción de saliva— y a la eliminación de la placa bacteriana. Pero siempre teniendo en cuenta que hay que seguir lavándose los dientes», puntualiza Cristina Serrano.
Alimentos sanos, pero ácidos
Algunos alimentos consumidos habitualmente y considerados sanos son muy ácidos, como el limón y otros cítricos. Sin embargo, aunque son saludables para el organismo, y también influyen positivamente en la salud de las encías, pueden no ser tan apropiados para el esmalte y la dentina de los dientes.
La erosión dentaria que pueden producir los ácidos de la dieta depende sobre todo del pH de las diferentes sustancias y del tiempo de exposición a dicho ácido. El esmalte puede empezar a disolverse con un pH de 5-5,5 (las mandarinas presentan un pH de 2,92).
«No solo se producen erosiones, sino que el ácido también elimina el barrillo dentinario, que es una sustancia que tapona los microtúbulos que existen en la dentina, y que aísla al diente. Al perderse el barrillo, se produce hipersensibilidad dentaria, en relación con estímulos térmicos, e incluso al cepillado», explica la odontóloga.
💡 Consejos profesionales
Por ello es importante conocer cuáles son los ácidos ocultos en la comida y bebida y, en función de ello, intentar reducir su consumo, tanto en frecuencia como en cantidad. «Por ejemplo, las personas con hipersensibilidad dental pueden reemplazar los vinagres de vino y manzana por vinagre balsámico, que produce menor erosión dental. En lugar de tomar un kiwi en ayunas todas las mañanas, alternar con otras frutas menos ácidas, beber el agua con limón con pajita y, después, enjuagarse abundantemente con agua», aconseja Serrano.
Óscar Castro recomienda no cepillarse los dientes inmediatamente después de la ingesta de bebidas o alimentos ácidos. «En condiciones normales, a los pocos minutos de la ingesta de estos alimentos ácidos se produce una caída del pH —se vuelve ácido— y la saliva amortigua esa acidez devolviendo los valores a la normalidad en 20-30 minutos. Hasta que transcurren estos minutos, el esmalte se encuentra desmineralizado y, por lo tanto, más frágil, de ahí que sea recomendable retrasar el cepillado hasta que se restablezca la remineralización», explica.
¿Todo el día picando?
Tras la ingesta de algunos alimentos, se producen picos salivales de ácido, que son neutralizados posteriormente por los bicarbonatos y fosfatos de la saliva, y a partir de ahí, comienza el proceso de remineralización de los dientes. «Si estamos todo el día picando, no damos tiempo a que los dientes lleguen a remineralizarse entre comida y comida, y pueden ser más susceptibles a las caries, por lo que sería importante alejar entre sí las comidas», recomienda Cristina Serrano.
El sistema nervioso autónomo controla la producción de saliva. La mayor secreción se produce antes, durante y después de las comidas. Por ello, «aunque nos cepillemos los dientes por la noche, cuando dormimos se secreta considerablemente menor cantidad de saliva que durante el día. Por tanto, al reducirse la cantidad de saliva, también se reduce su capacidad protectora. De ahí, que la ingesta de dulce por la noche, antes de irnos a dormir, pueda ser más peligrosa que si la comemos durante el día», analiza.
Cuidado con algunas bebidas
«Estamos observando erosiones muy importantes en los dientes de adolescentes y adultos jóvenes por el consumo de bebidas refrescantes, sobre todo, a los refrescos de cola. Estas bebidas contienen ácido cítrico, ácido fosfórico o ácido maleico, sustancias con un pH muy ácido (2-3)», cuenta Cristina Serrano. Hasta un 17 % de los adolescentes del Reino Unido presentan erosiones dentales asociadas a este tipo de bebidas.
Pero el problema es peor aún en los deportistas. Una investigación estadounidense en atletas universitarios destaca que el 35 % presenta erosión dentaria asociada a bebidas isotónicas. «Además, las suelen beber en los momentos de mayor deshidratación, tras la realización del ejercicio físico, por lo que el efecto protector que podría tener la saliva frente al ácido es mucho menor, de ahí que las erosiones sean mayores», destaca.
El tipo y la cantidad de ácido que llevan estas bebidas, además de los azúcares añadidos, van a determinar la capacidad que tienen para disolver el esmalte. También, las cantidades ingeridas. Como destaca el presidente del Consejo General de Dentistas de España, «el consumo esporádico y responsable de estas bebidas tiene un efecto insignificante sobre el esmalte dental, pero su abuso sí incrementa las posibilidades de desmineralización y la aparición de caries o de erosión dental y sensibilidad».
¿Alimentación dura o blanda?
Independientemente de su composición, algunos alimentos pueden ser perjudiciales para nuestra salud oral por su capacidad de adherirse a los dientes y por tener consistencia pegajosa, lo que favorece que las bacterias mantengan la liberación de ácido y comience el proceso de desmineralización y la aparición consiguiente de caries.
«Las dietas más blandas son peores que aquellas que requieren de un mayor esfuerzo y trabajo de la musculatura perioral y mandibular. Se asocian con mayor riesgo de caries y de enfermedades periodontales. Por eso, entre otros motivos, es importante mantener una adecuada capacidad masticatoria, reponiendo los dientes ausentes, para evitar empeorar la situación», explica Óscar Castro.
Sin embargo, alimentos más fibrosos, como las manzanas, producen menos residuos en los dientes y, además, estimulan la producción de saliva, porque hay que trabajar más para poderlos masticar y deglutir, lo que contribuye a la limpieza de los dientes. «En el caso de los niños pequeños, forzar la masticación es de vital importancia, ya que estimula el adecuado crecimiento del complejo maxilofacial, y esto está estrechamente relacionado con la articulación de fonemas en el habla», recuerda la odontóloga Cristina Serrano.