Qué es la cosmeticorexia
No lo encontrarás en el diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina de España; tampoco en los diccionarios típicos que emplean los profesionales de la psicología y la psiquiatría, como el ‘CIE-11’ o el ‘DSM-5’ .
Y es que cosmeticorexia no es un término oficialmente reconocido, ni tampoco un trastorno, pero se utiliza popularmente para describir un fenómeno al alza: la obsesión por el cuidado de la piel y el uso de productos cosméticos. Esta preocupación excesiva por la apariencia física y la búsqueda constante de la perfección estética puede hacer que la persona que lo sufre compre de forma compulsiva y pruebe multitud de cosméticos y tratamientos faciales con el fin de parecer más joven.
“Estamos ante una dependencia de productos de belleza y una distorsión de la percepción. Al igual que algunas personas con trastorno de la conducta alimentaria (TCA), quienes están en este enfoque tienen un trastorno por cómo se perciben a sí mismas en sus cuerpos, en sus imágenes corporales, en su físico”, explica el psicólogo clínico Luis de la Herrán. “Una persona puede abusar de los cosméticos sin tener este perfil. Pero cuando existe una excesiva dependencia, realmente influye en su vida, necesita más productos, no puede pasar sin ellos y hay una autocrítica feroz a su propia imagen, la persona lo tiene”, aclara.
Cosmeticorexia en menores y adolescentes
Esta adicción a la cosmética siempre ha existido, pero con el auge de las redes sociales, sobre todo Instagram y TikTok, esta “pasión” por las cremas y mascarillas faciales se ha contagiado entre las más jóvenes. “Antes esto no se veía. Se compraban productos para tratar el acné porque les funcionaban a sus amigas, pero no sucedía lo de ahora: niñas pequeñas de unos 10-12 años comprando y poniéndose mascarillas hidratantes, cremas para el contorno de ojos… porque lo han visto en TikTok”, reconoce Paloma Borregón, dermatóloga miembro de Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y directora médica de Kalosia.
Ahora es frecuente dar con menores y adolescentes que compran cremas para el cuidado de la cara, llevan a cabo diversas rutinas de belleza facial, se ponen un producto cosmético detrás de otro, con altas concentraciones, hacen mascarillas caseras y se las aplican en la piel… como lo enseñan las influencers a las que siguen y de las que se fían. “Los niños y adolescentes tienen un acceso fácil y muy disponible con los móviles a unos modelos que no coinciden en los valores con los que supuestamente queremos enseñarles. Y si ante esa exposición repetitiva no hay ninguna crítica por parte del menor, se produce en soledad y no lo puede contrastar, tenemos más elementos para que se contribuya a un aprendizaje inadecuado”, advierte De la Herrán, quien considera que imitar en principio “no es un problema”.
🔴 Rutinas antiedad
Pero hay menores que usan estos productos sin tener edad para hacerlo y sin que su piel lo necesite. A la piel infantil solo le hace falta hidratación y protección solar. Es inmadura, fina, sin casi glándulas sebáceas, y no está preparada para estar expuesta a productos cosméticos como los ácidos de las mascarillas. Más adelante, con la aparición de acné, la limpieza facial es fundamental, pero “hasta los 25 años la piel tiene colágeno, es firme. No se tiene por qué hacer rutinas antiedad”, señala la especialista. Y ahí entran como nada adecuados a estas edades los tratamientos antiaging con ingredientes como el ácido hialurónico, el colágeno o el retinol.
Además, ocurre con frecuencia que los productos que utilizan las niñas y adolescentes les entran por los ojos —hay hasta kits de skinecare para niñas— con diseños coloridos y llamativos (dibujos, animalitos…) y no suelen ser de calidad, con perfumes y más ingredientes alérgenos. “No siempre están testadas dermatológicamente, y menos en pieles infantiles, y se venden sin control en bazares, por ejemplo”, comenta Paloma Borregón.
Consecuencias de la cosmeticorexia
¿El resultado? A las consultas de los dermatólogos llegan pacientes muy jóvenes con las consecuencias de esta peligrosa moda: principalmente, eccemas, irritaciones y hasta quemaduras. “Hace tiempo se puso de moda una mascarilla peel off con una cola que al quitarla se llevaba la capa superficial de la piel”, recuerda la dermatóloga.
También puede darse una compra compulsiva, una acumulación de productos o comportamientos obsesivos como ser incapaz de salir a la calle sin hacerse un tratamiento antiaging. “Si empezamos muy pronto a jugar a ser mayores y a tener problemas de mayores, estamos haciendo unas niñas esclavas de la belleza”, alerta Borregón. Más graves, apunta el psicólogo, son conductas disruptivas o con síntomas de los TCA, por ejemplo.
Cómo prevenir y tratar
Lo idóneo para que nuestras hijas no acaben en la cosmeticorexia es acudir cuanto antes a un dermatólogo con el fin de pedir asesoramiento sobre qué necesita su piel, y no cuando ya ha sufrido el daño. Pero si los usan, la especialista consultada recomienda que lo hagan “con moderación y con productos de calidad testados dermatológicamente, como los que encontramos en la farmacia”.
Por su parte, Luis de la Herrán, del Centro Delta Psicólogos, aconseja lo siguiente, en caso de que la menor utilice los cosméticos de manera abusiva, pero su vida no gire solo en torno ellos:
- Es importante que los modelos de adultos que rodean a la adolescente sean coherentes con el uso racional de estos productos.
- Relativizar la belleza construida con los cosméticos. Si nuestra hija los utiliza, no deberíamos nunca decir “qué bien te ha quedado, eres otra persona, esto es lo que debes hacer”, porque estaríamos poniendo su bienestar en un elemento exterior, y esto se relaciona con baja autoestima, dependencia, ansiedad y depresión.
- Ensalzar la belleza natural y las diferencias inherentes a la persona. “Habría que evitar el perfil de cuerpo normativo como equivalente a belleza”, comenta.
- Señalar y experimentar espacios familiares y personales libres de cosméticos. Tenemos que restringir el empleo de estos productos (por ejemplo, no pueden ir al cole con ellos) y compartir espacios donde no haya acceso a las redes sociales donde pueden estar observando esta conducta. “El límite es importante para poder prevenir”, sentencia.
Sin embargo, ante un problema grave, es necesaria la psicoterapia individual. “Si los padres y adolescentes no controlan (hay comportamientos disruptivos, un TCA…), se debe acudir a un profesional de la salud mental”, concluye De la Herrán.