Hace diez años, la enfermedad de hígado graso no alcohólica apenas existía en la población infantil. La prevalencia de la EHGNA siempre se había concentrado entre los 40 y 80 años de edad. Pero hoy en día, según datos que maneja la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), la también denominada esteatosis hepática afecta ya al 3 % de los menores. La llamada enfermedad hepática metabólica se empieza a dar a los 6-8 años y alcanza su mayor nivel de prevalencia sobre los 10-12 años.
Los expertos tienen claro cuáles son las causas de este creciente impacto a edades tan tempranas: los hábitos de alimentación y el sedentarismo. Y precisamente esto es lo preocupante, porque pronostican que irá a más por culpa de la epidemia de obesidad infantil que sufre nuestro país, y que, como ya expusimos en nuestro monográfico sobre obesidad infantil, ya está provocando que niños, niñas y adolescentes padezcan enfermedades más propias de adultos. “El problema es que lo peor está por venir y casi nadie es consciente”, reconoce en un comunicado el presidente de la AEEH, Manuel Romero. “Es duro decirlo, pero estamos fabricando enfermos, así que hay que tomar medidas”, señala.
Para revertir la situación y prevenirla, de primeras, hay que conocer la enfermedad en los niños y sus consecuencias. Veamos.
Qué pasa si un niño tiene hígado graso
La enfermedad del hígado graso no alcohólico se define como un exceso de acumulación de grasa en el hígado. Es la causa más frecuente de enfermedad hepática crónica en niños y adolescentes. Y es que, si no se trata, la esteatosis puede provocar diversos problemas hepáticos:
- el hígado se inflama: esteatohepatitis no alcohólica (EHNA).
- se forman cicatrices en el tejido hepático: fibrosis.
- esas cicatrices deterioran la función del hígado: cirrosis.
- la cirrosis puede derivar en insuficiencia hepática y mayor riesgo de cáncer de hígado.
Es decir, que la acumulación de grasa en el hígado puede acabar requiriendo un trasplante.
🔴 Síntomas
Como comentan los especialistas, la gran dificultad de esta patología, como en general ocurre con todas las enfermedades del hígado, es que es silente. Esto quiere decir que sus síntomas son inespecíficos y no se manifiestan hasta que el hígado presenta un daño elevado. En el caso de los niños y niñas, estos figuran como los síntomas más característicos:
- Fatiga.
- Malestar.
- Dolor abdominal en el cuadrante superior derecho.
- Acantosis nigricans o pigmentaria: trastorno cutáneo en el que se presenta una piel con zonas oscuras, más en los pliegues y los surcos, sobre todo en las axilas, la ingle o el cuello.
- Sobrepeso.
- Hepaomegalia: hígado agrandado.
- Presión arterial alta.
Factores de riesgo de hígado graso en niños
El sobrepeso y la obesidad, causados por dietas muy energéticas, con alto consumo de sal y azúcares refinados y con poca actividad física, están estrechamente relacionados con la EHGNA en la infancia y adolescencia. De hecho, según un artículo reciente publicado en Nature llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Finlandia Oriental, por cada media hora de comportamiento sedentario más allá de seis horas diarias, los menores tienen un 15 % más de probabilidades de desarrollar hígado graso, así como cirrosis hepática a los 24 años.
Además de factores genéticos, la resistencia a la insulina y otras enfermedades asociadas al síndrome metabólico, como la diabetes tipo 2, la hipertensión infantil y dislipemia (alteración del colesterol y/o triglicéridos), tienen mucho que ver con el hígado graso en los peques.
Su prevalencia se incrementa con la edad, por lo que es muy raro que esta enfermedad afecte a menores de tres años. Según recogen los estudios, los niños tienen más riesgo que las niñas y la raza hispana presenta una mayor prevalencia.
En cuanto a los factores nutricionales, destacan la baja ingesta de vitamina E, niveles bajos de vitamina D y el exceso de fructosa en la dieta.
Diagnóstico del hígado graso pediátrico
Los hepatólogos de la AEEH reconocen que, en el caso de peques, las pruebas de detección de la enfermedad han mejorado y simplificado enormemente la capacidad de diagnóstico, pero no se muestran tan fiables y precisas como en personas mayores.
De hecho, si bien se utiliza la biopsia hepática para confirmar la EHGNA, se hace un diagnóstico de exclusión combinando los hallazgos clínicos (síndrome de ovario poliquístico incluido, en caso de adolescentes) y los resultados de las pruebas de laboratorio y ecográficas.
Los expertos consideran que es importante el diagnóstico precoz del hígado graso pediátrico, pues así el tratamiento detendrá y revertirá antes la lesión producida en este órgano y, en consecuencia, mejorará la calidad de vida del menor.
Cómo bajar la grasa del hígado en niños
Con un cambio a tiempo en la dieta y buenos hábitos de vida que incluyan actividad física para perder peso, el peque con hígado graso tiene un 80-90 % de posibilidades de revertir este problema hepático. Aun así, será el especialista quien deba determinar qué otro tratamiento seguir, si fuera necesario, ya que en ocasiones incluyen ciertos complementos nutricionales y fármacos con efecto antioxidante como los ácidos grasos omega 3 DHA y EPA y la vitamina E.
✔️ Ejercicio físico
Practicar ejercicio físico ayuda a perder peso, y por tanto desaparece un factor de riesgo de la EHGNA. Además, abandonar el sedentarismo evita la progresión de la enfermedad, ya que reduce el aporte de ácidos grasos al hígado, disminuye el estrés oxidativo y la inflamación, aumenta la sensibilidad a la insulina y baja la grasa abdominal.
En concreto, según la investigación finlandesa citada, las probabilidades de hígado graso grave se reducen en un 33 % por cada media hora más de actividad de intensidad ligera (juegos al aire libre, andar en bici) más allá de las tres horas al día.
✔️ Dieta
Las modificaciones en la dieta pasan por aumentar el consumo de proteínas y bajar el de grasas saturadas e hidratos de absorción rápida (azúcares). Entonces, ¿qué no debe comer un niño con hígado graso?
Es importante disminuir el consumo de carnes con grasa visible y piel y embutidos grasos, así como grasas trans, además de reducir el contenido de fructosa de la dieta (evitar edulcorantes como la fructosa, el sorbitol o el jarabe de maíz rico en fructosa). También se recomienda aumentar la ingesta de lácteos bajos en grasa.
Prevención del hígado graso en niños
Como ocurre con otras enfermedades, la adopción de hábitos saludables como los siguientes protegen a los menores de padecer hígado graso:
- lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y continuar al menos con ella hasta que el bebé cumpla un año.
- hábitos alimentarios saludables, como los que promueve la dieta mediterránea, evitando los alimentos procesados y ultraprocesados, las bebidas azucaradas y el alcohol.
- actividad física diaria desde bebés.
- uso responsable de pantallas, y huyendo del sedentarismo.
- dormir las horas que se recomiendan por edad.