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Para quien no esté familiarizado con las redes sociales, un hashtag es una consecución de caracteres precedidos del símbolo de una almohadilla que sirve para identificar un tema sobre el que cualquier persona puede aportar su opinión. Pues bien, para que nos hagamos una idea de lo mucho que nos interesa el mundo de la cosmética, en Instagram el hashtag #beauty (belleza) cuenta con más de 500 millones de fotos, el de #cuidadofacial con 3,1 millones y en TikTok otros como #skincare (un anglicismo por el que ya se conoce internacionalmente a la rutina de cuidados) cuentan con 23,1 millones de posts.
En ellos, profesionales de la dermatología y cosmetología, pero también muchos otros personajes sin conocimiento alguno sobre el cuidado de la piel, recomiendan rutinas faciales infinitas y productos cosméticos específicos para cada zona de la epidermis. Algunos de ellos, a modo de recomendación o consejo, llegan a resumir la rutina de cosmética diaria en 10 productos por la mañana y otros 10 antes de meternos en la cama.
Esta obsesión ha conseguido, según estudios de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (STANPA), que los europeos utilicemos de media 7 productos cosméticos y de cuidado personal diferentes al día y unos 13 a la semana (en su mayoría faciales), lo que supone al año un gasto medio anual de 206 euros por español.
Cuántos cosméticos se necesitan para una rutina facial
Pero la pregunta es si una piel sana necesita (y puede soportar) ponerse encima “toneladas” de productos con diferentes ingredientes, principios activos y texturas distintas. Esto es lo que dicen los expertos sobre lo que realmente necesita la piel.
¿Cuántos productos son necesarios para una buena rutina cosmética? ¿Son muchos la media europea de siete al día? Rubén Hernández, presidente de la Asociación Española de Cosmetólogos y Cosmiatras (AECOSM), recuerda que cuando hablamos de cosmético no solo estamos hablando de productos faciales. “Un gel de baño, un champú, el maquillaje, el desodorante, el acondicionador de pelo, el fotoprotector, la hidratante de cuerpo… Todo son cosméticos. En este sentido, sí que es normal usar esa cantidad a lo largo del día”, cuenta.
“Pero si nos centramos en la rutina facial, para una persona adulta sin patologías cutáneas, los pilares básicos son la higiene facial, el mantenimiento de la barrera cutánea y la fotoprotección”, indica Tomás Muret, vocal de Dermofarmacia del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF). “A partir de estos elementos esenciales, se pueden incorporar otros productos cosméticos para tratar áreas específicas, como el contorno de ojos, los labios o la zona peribucal, así como para abordar necesidades particulares de la piel, como la deshidratación, las arrugas, las manchas, la firmeza o el tono”, añade Muret.
Pasos del skincare: limpiar, mantener y proteger
Hay personas que desglosan cada uno de estos tres pasos básicos en otros tres, pero los expertos recomiendan no complicarse porque en una piel sana no es necesario añadir fases.
- 1. Limpiar. “Un solo producto, como un agua micelar para la limpieza, es suficiente”, opina Rubén Hernández.
- 2. Mantener. También recuerda que el mantenimiento no solo consiste en aplicar crema hidratante, ya que el concepto de cuidado ha evolucionado y ahora es más integral: “Aunque es cierto que una piel hidratada es la base para que esté sana, a partir de ahí si se quiere y necesita se pueden añadir productos para corregir o que el cutis luzca mejor, como un contorno de ojos, un sérum nutritivo o para tratar manchas, dependiendo de lo que necesite la piel”.
- 3. Proteger. Respecto al último paso no hay discusión posible. No solo para evitar el envejecimiento prematuro, sino también un cáncer de piel, la fotoprotección es obligatoria siempre.
Consecuencias de abusar o usar mal los cosméticos
El abuso de productos cosméticos, así como el uso de productos no adecuados para el tipo de piel, puede tener múltiples consecuencias negativas. “Utilizar demasiados productos a lo largo del día puede provocar irritación, sensibilidad y daño a la barrera cutánea. La exfoliación excesiva puede causar enrojecimiento, inflamación y debilitamiento de la piel, haciéndola más vulnerable a infecciones y problemas cutáneos”, indica el dermofarmacéutico Tomás Muret.
Además, el empleo frecuente de mascarillas y jabones agresivos puede desequilibrar la microbiota cutánea y afectar la función barrera de la piel, resultando en sequedad, sensibilidad e irritación.
Por otro lado, mezclar tantas cremas, emulsiones, tónicos o sérums puede volverse en nuestra contra, ya que algunos principios activos pueden ser incompatibles entre sí y su uso conjunto puede disminuir la efectividad o causar irritación. “Por ejemplo, el uso simultáneo de retinol y exfoliantes como el ácido glicólico puede resultar demasiado agresivo para la piel”, recuerda Tomás Muret.
También se puede dar una inactividad por saturación de la piel. “Las cremas tienen sus dosis e indicación y el autoconsumo desenfrenado del cosmético, aunque no nos dañará con la gravedad que puede hacerlo el automedicarse, sin duda resultará inútil y sin efecto en nuestra piel”, concluye Hernández.
¿Qué necesita nuestra piel?
Antes de comprar un producto cosmético es importante identificar nuestras necesidades. ¿Qué es lo que necesitamos? ¿Está nuestra piel sana o tiene algún problema? Por ello es importante distinguir entre un medicamento para la piel y un producto cosmético.
👉 ¿Medicamentos o cosméticos?
La principal diferencia radica en su propósito. El primero trata enfermedades y patologías, y el segundo cuida la piel. Según explica Tomás Muret:
- Los medicamentos están diseñados para prevenir, diagnosticar, tratar o curar enfermedades y tienen un efecto farmacológico en el cuerpo.
- Por otro lado, los productos cosméticos están destinados a limpiar, perfumar, cambiar el aspecto, proteger, mantener en buen estado sin alterar significativamente las funciones o estructuras del organismo.
Es decir, que hay que tener claro que por muchos productos cosméticos que nos apliquemos para solucionar un determinado problema en la piel, como por ejemplo el acné, un eccema o la rosácea, nunca vamos a lograr tratar estas afecciones.
👉 Cosmecéuticos
Otra cosa diferente es que, por ejemplo, el dermatólogo recete una crema antibiótica para tratar el brote de acné y que, al mismo tiempo, recomiende al paciente combinarlo con un cosmético, como una crema hidratante específica o un jabón de limpieza facial que ayude en el tratamiento. “Estos son un tipo de productos que no encajan en la definición ni de fármaco ni de cosmético, sino que están a camino entre uno y otro (se suelen llamar cosmecéuticos, aunque no hay reglamentación ni definición oficial para ellos), y que se usan para tratar aquellos desequilibrios de la piel, ya sea un síntoma o una alteración estética, como los granitos, puntos negros, irritaciones o eccemas”, cuenta Rubén Hernández, de AECOSM.
Por todo ello, los expertos concluyen que al final un producto es tan bueno como tan bien prescrito que esté. Lo importante es hacer un buen diagnóstico cosmetológico y en consecuencia una buena prescripción, ya que no hay un producto bueno para todos. Lo que verdaderamente hace que un producto sea bueno es que lo esté usando la persona que lo necesite.
Cómo elegir los cosméticos
Además de una correcta prescripción, ¿de qué depende la efectividad de un cosmético? “La efectividad depende fundamentalmente de la calidad de las materias primas, ya que ingredientes puros y de alta calidad garantizan mejores resultados. En segundo lugar, de la concentración de los ingredientes, que es crucial, ya que estos deben estar presentes en las concentraciones adecuadas para ser efectivos. Además, el proceso de elaboración del producto cosmético es la clave; incluso los mejores ingredientes pueden perder su eficacia si no se formulan correctamente”, explica Tomás Muret.
La pregunta es casi obligada: ¿cómo puede el consumidor elegir? El portavoz de la AECOSM pone como ejemplo el aceite de argán, un ingrediente que se utiliza mucho en cosmética: “No es lo mismo utilizar un aceite de argán refinado que uno de primera presión en frío (este último tiene mayor efectividad en la piel al llevar mayor concentración de nutrientes que el refinado)”.
“Con el resto de los ingredientes ocurre lo mismo. También hay mucha variedad y diferencia entre los ácidos hialurónicos. Los hay muy baratos y más caros, ya que están tratados de diferente manera, y tienen distinta capacidad de penetración en la piel. Al final, el consumidor no puede identificar la calidad del producto. Ahí está el problema. La única manera que tiene es confiar en la regulación y en los estudios de eficacia realizados sobre el producto cosmético que se pone en el mercado”, reconoce Rubén Hernández.
¿Garantía de efectividad?
Porque incluso el producto elaborado con los ingredientes más caros y mejor formulados del mercado tampoco es garantía de efectividad. Una crema puede resultar fantástica para una persona y a otra no le va a aportar nada o casi nada.
“Si únicamente consideramos la arruga desde el punto de vista técnico, seguro que encontramos un producto que esté mejor formulado que otro para tratarla. Pero ese mismo producto, independientemente del activo que le hayamos puesto en su composición, no hará el mismo efecto en una piel equilibrada que en otra que no está bien”, explica Hernández.
Es decir que, por mucho que una amiga o una influencer nos repita una y otra vez las bondades de determinada crema, hay que tener en cuenta que quizá para ella ha resultado muy eficaz porque partía de una buena base para aplicarla. “Si por el contrario esa piel no tiene un balance hidrolipídico —entre agua y grasa— adecuado, cualquier activo para arrugas, como un péptido, un retinoide o un ácido hialurónico, quizá no haga efecto”, concluye Hernández.