Alimentos ultraprocesados: ¿productos adictivos para los menores?

Una decena de grandes empresas de la alimentación son demandados por comercializar alimentos ultraprocesados "diseñados para ser adictivos", lo que contribuye a enfermedades crónicas en los pequeños
Por María Huidobro González 20 de diciembre de 2024
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Imagen: Ivan Samkov
Cada vez hay más estudios que alertan de que los productos ultraprocesados no son nada recomendables para la población, y en especial para los menores. Pero estos alimentos y bebidas les encantan, a pesar de que detrás de los productos favoritos de los niños y niñas hay mucho azúcar, sal y grasas, como explicamos en nuestro monográfico sobre obesidad infantil. Y es que resulta muy difícil resistirse a su sabor y parar de comerlos. De hecho, un 12 % de los peques reconoce ser adicto a estos productos. Por eso, un estadounidense acaba de demandar a una decena de grandes empresas acusándoles de diseñar alimentos ultraprocesados para que sean adictivos para los niños y niñas. A continuación, contamos algunos de los efectos que tiene el consumo de estos productos, las razones por las que pueden considerarse adictivos y sus implicaciones y qué se propone para reducir su impacto.

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Productos ultraprocesados y su relación con la salud infantil

Si bien llevan mucho tiempo entre nosotros, todavía no hay una definición consensuada de los productos ultraprocesados. Se utiliza la clasificación NOVA (2016) para describir sus características: estos productos están elaborados a partir de otros alimentos, muchos de ellos procesados, y suelen contener aditivos como potenciadores de sabor, colorantes, aromatizantes, almidones, etc. que los hacen muy sabrosos, atractivos, convenientes (duraderos y listos para consumir) y muy rentables.

El experto Javier Sánchez Perona añade en esta entrevista que cuentan con un alto grado de procesamiento industrial, no se distingue en ellos la materia prima y tienen contenidos elevados en ácidos grasos saturados, azúcares o sal.

En definitiva, son productos de pobre contenido nutricional (como los refrescos, snacks, platos precocinados congelados, helados, pizzas o cereales de desayuno, por ejemplo) que deberían tomarse con moderación, pero que para los niños, niñas y adolescentes supone un importante porcentaje de su ingesta calórica. Entre el 47 % y el 60 % de las calorías en bebés de 21 meses y peques de 7 años en Reino Unido, y el 67 % en adolescentes, según este trabajo estadounidense.

🔴​ Efectos en la salud de niños, niñas y adolescentes

¿Cómo impacta este consumo abusivo de bebidas y alimentos ultraprocesados? No solo afecta a la salud mental de los menores, sino también a sus capacidades cognitivas. No aportan los nutrientes necesarios para el cerebro y, además, su ingesta se vincula a un deterioro de la memoria, la concentración y la capacidad para resolver problemas, habilidades clave para un buen rendimiento escolar. También se relaciona con la obesidad infantil y la desnutrición.

En este sentido, una de las últimas investigaciones destacadas es este trabajo, realizado con niños y niñas de 3 a 6 años de España y publicado en la revista JAMA Network Open. Concluyó que un alto consumo de alimentos ultraprocesados durante la infancia se asocia a una peor salud cardiometabólica.

Los resultados de la investigación, liderada por un equipo de la Unidad de Nutrición Humana de la Universidad Rovira i Virgili (URV), mostraron que los peques que tomaban más de estos productos tenían mayores puntuaciones en parámetros como el índice de masa corporal, la circunferencia de la cintura, el índice de masa de grasa y los niveles de azúcar en sangre, además de niveles más bajos de colesterol HDL (el colesterol “bueno”). 

¿Productos ultraprocesados adictivos para los menores?

Son productos superfluos pero es complicado resistirse a ellos, ante la avalancha de publicidad que los promueve, su sabor agradable, sus precios económicos o su alta disponibilidad, como se ve en este artículo sobre la accesibilidad de los locales de comida rápida en los barrios más desfavorecidas de las ciudades.

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Imagen: Pavel Danilyuk

Y las pantallas tampoco ayudan. Así lo recuerda este estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), al señalar que la soledad y los encuentros con los amigos son momentos en los que los adolescentes aumentan su consumo delante de las pantallas.

Como cuentan los propios chavales, cuando están solos delante de las pantallas sienten mayor necesidad de tomar estos productos y que, una vez han empezado a comer, a menudo les resulta difícil parar y los consumen compulsivamente. «Algunos adolescentes podían tener sensación de culpa por haber consumido más productos de los que querían y adoptaban actitudes falsamente compensatorias, como hacer más ejercicio», asegura Mónica Rodríguez, quien encabeza el grupo de investigadores.

La clasificación NOVA no habla de los productos ultraprocesados como adictivos. Pero como en el último estudio citado, hay voces que inciden en ello. Y cada vez más. Una de ellas es la de Ashley N. Gearhardt, psicóloga que estudia la alimentación compulsiva en la Universidad de Michigan (EE. UU.) y que ayudó a desarrollar la Escala de Adicción a los Alimentos de la Universidad de Yale (YFAS), un estudio que se emplea para determinar si una persona muestra indicios de comportamiento adictivo hacia la comida.

👉 Una demanda pionera contra la industria alimentaria

En alguna de sus investigaciones acerca de la adicción de estos productos —y otras muchas más de diversos autores sobre sus efectos sobre la salud— se apoyan los abogados de la firma Morgan & Morgan para presentar en Pensilvania (EE. UU.) una demanda civil contra una decena de grandes empresas de alimentación —muchas de ellas presentes en España— a las que se les acusa de diseñar alimentos ultraprocesados para que sean adictivos para los menores.

Lo hacen en nombre del estadounidense Bryce Martínez, quien alega que las acciones de los demandados son la causa de que desarrollara diabetes tipo 2 y la enfermedad del hígado graso no alcohólico cuando solo tenía 16 años, enfermedades crónicas “casi desconocidas en los niños hace 40 años, que ahora afectan a las vidas de millones de niños estadounidenses».

Como explican en un comunicado los abogados, en la demanda también incluyen información sobre «las acciones estratégicas y calculadas» que los demandados y otros «supuestamente tomaron para atacar a los niños con alimentos ultraprocesados adictivos, incluidos memorandos internos, reuniones estratégicas y la extensa investigación que supuestamente llevaron a cabo para aprovechar nuestra biología y neurología para crear sustancias adictivas». Por ello solicitan al tribunal la celebración de un juicio con jurado y compensación económica por daños físicos y materiales.

👉 Alimentos ultraprocesados adictivos

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Imagen: RDNE Stock project

Gearhardt es la misma psicóloga que firma junto a los también psicólogos españoles Susana Jiménez y Fernando Fernández, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y el Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), este trabajo publicado en The British Medical Journal.

Este estudio recoge el conocimiento actual sobre el poder adictivo de los alimentos ultraprocesados y las implicaciones que puede tener a nivel clínico y social. Porque, hoy en día, la adicción a ciertos alimentos no está incluida en marcos diagnósticos como el ‘Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales’ (DSM-5), como tampoco lo está la cosmeticorexia, por ejemplo.

Pero preocupa. Por eso estos investigadores destacan que, en base a la YFAS y según dos revisiones sistemáticas que incluyeron 281 estudios de 36 países diferentes, el 14 % de los adultos y el 12 % de los menores reconocen ser adictos a los alimentos ultraprocesados. Esta prevalencia es similar a la adicción al alcohol (14 %) y el tabaco (18 %), pero, en el caso de la población infantil, implica un nivel de adicción “sin precedentes” y muy superior en niños, niñas y adolescentes con sobrepeso y obesidad.

Por qué y cómo generan adicción

Y ¿por qué son adictivos? Estos productos están más fuertemente implicados en los indicadores conductuales de las adicciones, como la ingesta excesiva, la falta de control en su consumo, los antojos intensos y su uso continuado a pesar de las consecuencias negativas que supone para la persona.

Como se apunta en el estudio, los productos ultraprocesados suelen ser alimentos ricos en carbohidratos refinados y grasas, dos componentes que inducen la misma liberación de dopamina en el cerebro que lo observado con sustancias adictivas como la nicotina o el etanol. Es decir, la adicción a estos alimentos sigue los mismos mecanismos fisiológicos de adicción que el alcohol o el tabaco.

Además, su estructura hace que sean absorbidos muy fácilmente, lo que les permite actuar sobre el cerebro con mucha más rapidez. Sin embargo, según los investigadores, su poder adictivo no se debe a un solo componente, como ocurre con la nicotina en el caso del tabaco, sino a la combinación de varios.

“Consumir productos como bollería industrial o comidas preparadas activa circuitos neuronales de recompensa de manera similar a cómo lo hacen otras. Esto implica el desarrollo de comportamientos impulsivos, la desregulación de las emociones, y se asocia también a una salud física-mental deficiente y una calidad de vida más baja”, comenta Jiménez en este comunicado.

Medidas para reducir el consumo de alimentos ultraprocesados

Conscientes de que son varios los factores que fomentan el consumo de ultraprocesados, como su precio o su presencia en zonas donde es difícil conseguir alimentos frescos seguros, los investigadores proponen diversas medidas para reducir su acceso por “justicia social”.

Como apuntan, “la adicción a las drogas podemos tratarla evitando su consumo, ya que no son necesarias para la supervivencia. En cambio, la comida sí lo es, y en el caso de los alimentos ultraprocesados, su bajo precio hace que sea la única opción para muchas familias con pocos recursos, por tanto, su adicción debe ser tratada desde un otro prisma”.

Estas son sus propuestas:

  • Impuestos a los productos ultraprocesados. Así ya se hace con las bebidas azucaradas.
  • Limitar el marketing de estos alimentos, como reclaman desde distintos organismos.
  • Reformulación obligatoria o voluntaria de la oferta alimentaria.
  • Establecer nuevas normas para etiquetar alimentos ultraprocesados como adictivos, además de sistemas obligatorios o voluntarios de etiquetado en la parte frontal del envase o en las estanterías.
  • Desarrollar guías clínicas para el tratamiento, gestión y prevención de la adicción a estos alimentos. “Las personas con obesidad o trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que suelen presentar manifestaciones mucho más severas cuando van acompañadas de una adicción a los alimentos ultraprocesados. Urge disponer de unas directrices claras de cómo abordar este tipo de casos para prevenir y reducir el impacto”, asegura Fernández, que es psicólogo experto en TCA.
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