Un consumo sano y equilibrado depende de varios factores. Los profesionales de la nutrición y la salud han consensuado las raciones y las frecuencias de consumo que son aceptables y saludables, pero también el volumen de los platos donde se sirve la comida, la edad o el estado de salud son aspectos que se deben tener en cuenta. Cada individuo tiene diferentes necesidades y la cantidad de alimentos que se consume debe ser proporcional a éstas. En particular, entre quienes tienen problemas de sobrepeso o desnutrición.
¿Cuánto es suficiente?
Imagen: Jesse Dill
A muchas personas les resulta complicado determinar cuánto deben comer y beber para seguir una dieta equilibrada. En atención a esta dificultad real, los profesionales del campo de la nutrición han desarrollado un método que facilita esta labor: el sistema de raciones de consumo de alimentos. Son unas normas generales que ayudan a determinar cuánto se debe consumir de manera saludable y equilibrada.
Esas normas indican, mediante medidas caseras (un vaso, un cazo, una rebanada de 3 dedos de grosor o 4 cucharadas), una cantidad o un rango de alimento que es aceptable para el consumo. Es un método sencillo y práctico que traduce las calorías de la dieta en cantidades y proporciones convenientes de cada grupo de alimentos: lácteos, proteicos, farináceos, frutas, hortalizas, verduras y grasas. Se considera que una ración es la proporción aconsejada de consumo, por lo que conocerlas es un paso previo para realizar un menú diario equilibrado y saludable.
El tamaño de la vajilla ayudaría a un mejor control de la cantidad que se debe consumir
Un paso paralelo es considerar las diferencias individuales según la edad y el estado de salud. La cantidad y/o volumen contemplado por ración no varía para las personas adultas, pero sí para los niños. A partir de esta consideración, los individuos, según edad, necesidades (infancia, adolescencia, embarazo, madurez, vejez) y estado de salud, con ayuda de un nutricionista, tendrán que adecuar el número de raciones que deben consumir de cada grupo de alimentos para seguir el modelo de dieta equilibrada.
Comer más sin ser conscientes
Brian Wansink, experto en el análisis del comportamiento alimentario, detalla en una de sus investigaciones cómo el entorno influye en la conducta alimentaria, igual que otros factores como el tamaño de la ración o del envase, o la forma y volumen de la vajilla. Hay pruebas de que la dimensión de los envases de alimentos y las porciones han aumentado de manera considerable en los últimos 30 años. Esta tendencia, iniciada en EE.UU. pero extendida en gran parte de los países desarrollados, puede contribuir al aumento de peso.
Al informar a los individuos de que los tamaños de las raciones son más grandes, tienden a subestimar su consumo, al menos, en un 20%
En sus diversos informes, el autor corrobora cómo estos factores pueden hacer que la gente coma más sin que sea consciente de que lo hace. Se ha comprobado que al informar a los individuos de que los tamaños de las raciones son más grandes, tienden a subestimar su consumo, al menos, en un 20% (no creen que han comido tanto) y muchos de los participantes sostienen de forma errónea que saben controlarse y que este aspecto no les influye en la cantidad que comen.
Este extremo es fácil de constatar en la vida cotidiana: es habitual comer más de la cuenta si se abre una bolsa grande de pipas o de patatas fritas, si en el cine se pide el envase mayor de palomitas, se cocina una pizza de gran tamaño o sirven una porción de alimento mayor al de costumbre en un restaurante. Según los resultados de un estudio dirigido por Wansink, cuando se duplicó el tamaño de los paquetes de alimentos, el consumo aumentó entre un 18% y un 25% para farináceos como espaguetis y similares, y entre un 30% y un 45% para muchos snacks.
En un estudio, los comensales consumieron sopa de tomate servida en unos cuencos sin tener conocimiento de que se rellenaban de forma continua a través de tubos ocultos que corrían por debajo de la mesa conectados al fondo. Se comprobó cómo los participantes comieron hasta un 76% más en estos “platos sin fondo”, con respecto a la ración individual. Cuando se les preguntó por qué dejaron de comer, se refirieron al tiempo disponible, aseguraron que lo hicieron cuando se acabó el programa de televisión que miraban o porque vieron dejar de comer al acompañante.
En investigaciones centradas en el desarrollo infantil, se ha demostrado cómo la percepción del tamaño de la porción de los alimentos comienza a influir entre los tres y los cinco años de edad. La tendencia de los niños a comer mayores cantidades de las que corresponden a sus necesidades puede explicarse porque se acostumbran rápido a esos tamaños exagerados. Si se les ofrece estas cantidades de forma habitual pueden interpretarlo como “lo adecuado”.