A los neonatos con formas leves de bajo peso, que suponen hasta un 10% de los embarazos, se les consideraba hasta ahora dentro de la normalidad, “constitucionalmente pequeños” pero sin riesgos asociados. Sin embargo, según una investigación española, estos bebés muestran inmadurez neurológica desde su nacimiento. En nuestro país, esta circunstancia afecta a cerca de un 4% de los niños. Uno por cada aula escolar.
Imagen: Justus Hayes
Hasta hoy, el riesgo de desarrollo neurológico sólo se tenía en cuenta en menos del 1% de los bebés. Éste es el porcentaje de niños que nace con formas graves de crecimiento y, de hecho, están bajo vigilancia porque en general se corresponden con nacimientos prematuros. Los trastornos del desarrollo neurológico afectan a un 10% de la población infantil. Dos terceras partes de estas alteraciones podrían explicarse por enfermedades o problemas en la vida fetal, aunque la identidad de estos es poco conocida. Algunos de los trastornos neurológicos que afectan a los bebés de bajo peso, en comparación con las capacidades de recién nacidos con un peso normal, son déficit de atención, menor habituación al medio y peor movilidad.
Un problema real
Un estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Clínic de Barcelona y del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) evidencia que el riesgo de retraso neurológico es posible incluso cuando las pruebas actuales de control son normales. El trabajo cuestiona la utilidad de la eco-Doppler de la arteria umbilical, una técnica que analiza las características del flujo en los vasos sanguíneos y en los tejidos, usada para diferenciar un feto con retraso del crecimiento real de otro que es pequeño, aunque sin problemas de desarrollo neurológico.
Los investigadores, que han publicado el estudio en la revista «Pediatrics», reclaman un nuevo tipo de exámenes que puedan detectar a estos bebés de riesgo. Además, los resultados confirman una hipótesis sugerida desde hace años por los propios expertos del Hospital Clínic: una parte de los trastornos neurológicos en niños pueden explicarse por formas leves de bajo peso.
El bajo peso al nacer es el principal factor que interviene en la mortalidad neonatal y en algunos problemas de salud a largo plazo
Para el trabajo, los investigadores compararon las habilidades neurológicas de 100 bebés que durante la gestación mantuvieron un peso normal, con 102 neonatos «pequeños para su edad gestacional», un diagnóstico con el que se definen las formas leves de retraso de crecimiento. La técnica usada para el examen fue la Escala de Evaluación del Comportamiento Neonatal (NBAS). Es una prueba que evalúa las capacidades neurológicas de los recién nacidos: atención, movilidad, respuesta a estímulos visuales o auditivos, adaptación al medio y acto control.
Los bebés con menor peso obtuvieron peores resultados en todas las categorías analizadas. Estas carencias hacen pensar a los investigadores que los niños sufren un retraso en la maduración neurológica, con importantes consecuencias para su desarrollo sensorial y cognitivo futuro, sobre todo, en las etapas escolares y en la adolescencia. Los expertos concluyen que, si se puede identificar lo antes posible a estos bebés con riesgo a partir de un bajo peso, se podrían prevenir problemas posteriores. Para ello insisten en la importancia de establecer programas especiales de detección precoz e intervención, así como de estimular su desarrollo neurológico desde los primeros meses de vida.
Factores de peso
Esta restricción del crecimiento intrauterino -los niños pesan menos de lo que tendrían que pesar según el tiempo de gestación- se diferencia de la causa más común de pequeño tamaño y bajo peso: ser prematuro (característica que en alguna ocasión puede darse a la vez). Pesar poco al nacer es el principal factor que interviene en la mortalidad neonatal y en algunos problemas de salud a largo plazo, no sólo en las discapacidades en el desarrollo y los trastornos en el aprendizaje.
Varios factores pueden causar un retraso en el crecimiento del feto: los bebés con anomalías congénitas o cromosómicas se asocian a menudo con bajo peso al nacer; también los problemas de la placenta, que pueden impedir que el suministro de oxígeno y los nutrientes sean los adecuados para el feto, o determinadas infecciones durante el embarazo, como la rubéola, el citomegalovirus, la toxoplasmosis o la sífilis.
Otros factores de riesgo en la madre pueden contribuir a esta limitación en el peso: embarazos múltiples anteriores, mala nutrición, enfermedad cardíaca o hipertensión arterial, tabaquismo, drogadicción, abuso de alcohol, exposición al plomo, cuidado prenatal insuficiente y ser menor de 17 años o mayor de 35.
Cuidados en prenatales
El cuidado prenatal para detectar la restricción de peso es muy importante, ya que pocas mujeres experimentan algún síntoma. El más común es un simple sentimiento por parte de la madre de que el bebé no es tan grande como debería ser. Esto obliga al médico a medir con cuidado el abdomen durante cada visita prenatal. Si las medidas no aumentan lo suficiente en el tiempo, es probable que la madre deba someterse a una prueba con ultrasonido, un examen que puede determinar con mayor precisión la edad gestacional del bebé y si hay o no restricción del crecimiento. En la ecografía del tercer trimestre, conviene valorar con detalle si el crecimiento es el adecuado.
En algunos casos, los factores de riesgo que llevan a la restricción de peso al nacer pueden identificarse desde el principio del embarazo, reducidos o eliminados a través de cambios de comportamiento y tratamiento de patologías crónicas. Si bien no hay un tratamiento específico, es importante mantener una nutrición adecuada durante la gestación.
Los afectados por un bajo peso al nacer suelen ser niños irritables que les cuesta succionar de manera adecuada durante la lactancia, por lo que las madres renuncian pronto a darles el pecho. Sin embargo, es muy beneficioso para ellos y debe fomentarse. La madre puede sentirse angustiada y preocupada, puesto que la tarea es más complicada, pero hay que mantener el contacto constante con el bebé: tocarle, acariciarle y hablar; así se le aporta, además de afecto, un estímulo imprescindible para la lactancia.
La madre, antes de la toma, puede empezar a extraerse la leche, de manera que cuando el bebé empiece se encuentre ya con cantidades de leche, que le facilitarán el inicio de la succión. La leche materna en niños de bajo peso es muy importante: no sólo sufren menos infecciones y complicaciones, sino que mejoran su crecimiento.
El test de Brazelton valora las funciones neurocognitivas del bebé desde los primeros días de vida y analiza aspectos como la memoria a corto plazo, la capacidad de atención o la irritabilidad. El equipo del Clínic investiga si técnicas de imagen como la resonancia magnética o la ecografía pueden ayudar a diagnosticar mejor a los bebés que nacen con un trastorno de desarrollo neurológico.