La intoxicación masiva registrada en la localidad catalana de Santa María de Palautordera (Barcelona), y que ha afectado a dos centenares de personas, por consumo de agua contaminada, revela deficiencias en los sistemas de captación y potabilización empleados en esta localidad. Las intensas lluvias caídas en los días precedentes, a las que se achacó oficialmente la culpa, fueron tan sólo el detonante de un problema ambiental con graves implicaciones para la salud.
Los días que precedieron al pasado cinco de agosto fueron especialmente lluviosos en el área colindante al macizo del Montseny. Como ha venido sucediendo a lo largo de este extraño verano en esta zona distante unos 60 kilómetros de Barcelona, las precipitaciones cayeron con generosidad. Pero no mucho más de lo que es habitual.
Como siempre, en Santa María de Palautordera y en sus localidades vecinas, el agua del río Tordera, de donde se abastecen de forma principal, bajó turbia. No fue ninguna novedad, salvo que en este caso, y a diferencia muy probablemente de otros, además del fango y el lodo que arrastra el río en episodios de grandes avenidas, en ésta incorporó materia orgánica en cantidad suficiente como para burlar los sistemas de potabilización y causar una intoxicación masiva.
Potabilización deficienteComo ocurre en otros muchos pueblos de la geografía española cuyas dimensiones son relativamente pequeñas, la captación de las aguas de Santa María de Palautordera es superficial. Así sucede también en el vecino Sant Esteve, cuyos términos municipales están separados por apenas una calle, y con Montseny, población de unos 600 habitantes situada unos pocos kilómetros más arriba en el curso del río.
La captación superficial de aguas tiene ventajas innegables, pero también más de un riesgo. El principal argumento a favor es el económico: esta práctica descarta la necesidad de captación en acuíferos subterráneos, mucho más costosa, y evita la habilitación de grandes pozos de extracción de aguas. Como contrapartida, el sistema se expone a la presencia regular de fangos y lodos, además de contaminantes de diverso tipo, tanto orgánicos como inorgánicos, en el punto de captación. Como añadidura, en episodios de grandes avenidas, propios del torrencial clima mediterráneo, la acumulación de materiales puede llegar a ser tan alta que el uso de esta agua para consumo de boca es literalmente imposible
La captación del agua que se suministra a Santa María se inicia en un pequeño dique donde se retiene el caudal que debe abastecer tanto a esta localidad, de unos 6.000 habitantes, como a la vecina Sant Esteve, de unos 1.500. Tras su salida del dique, el suministro se divide en dos canales, uno para cada población. En cada uno de ellos existe una planta potabilizadora automática que habilita el agua para consumo humano.
Dado que el origen del agua era el mismo para ambas poblaciones, el hecho que una estuviera contaminada y la otra no, ha dirigido las sospechas de las autoridades sanitarias catalanas a la planta de potabilización de Santa María. A falta de pruebas más concluyentes, lo más creíble, según fuentes de la Generalitat de Cataluña, es que se produjera algún error en el control automático de la planta. Muy probablemente, en opinión de varios expertos consultados, en el mecanismo que regula el aporte de cloro para la desinfección. Eso es lo que llevó a Lluís Salleras, director general de Salud Pública de la Generalitat, a hablar de «un fallo» en el sistema de potabilización.
Un patógeno humanoLos resultados de los primeros análisis efectuados a los afectados por la contaminación masiva, apuntan a la presencia de Shigella sonnei en su tubo digestivo y en sus heces fecales. Aunque para confirmar que se trata en efecto de esta enterobacteria son necesarios varios días de cultivo en laboratorio (normalmente cinco), todos los indicios clínicos apuntan en esta dirección.
Según ha podido confirmar consumaseguridad.com, además de diarreas, vómitos, dolores abdominales y fiebre alta, muchos de los pacientes relataron la deposición de heces con sangre, síntoma característico de sigelosis o disentería, como se conoce popularmente a la enfermedad. La deposición de sangre es debida a que las colonias de esta enterobacteria, perteneciente al grupo de las coliformes fecales, erosiona las paredes del intestino delgado y de una porción del colon. Es precisamente en este tramo del tubo digestivo donde encuentra las condiciones óptimas para proliferar.
En el caso de que se confirmara de que efectivamente se trata de disentería, el origen de la infección sería, con toda probabilidad, humano. La bacteria crece en el tracto digestivo de primates (humanos y monos) y raramente en otros grupos animales. Por tanto, quedaría descartado, aunque no al cien por cien, un vertido accidental o intencionado, de cualquier granja de la zona. Las responsabilidades, si hubiera lugar, deberían buscarse en los vertidos de aguas fecales efectuados por las poblaciones existentes en el curso superior del río. En este caso, varias zonas de acampada y el pueblo de Montseny.
¿De quien fue la culpa?Por el momento, el departamento de Sanidad catalán ha decidido abrir un expediente informativo a la empresa concesionaria de las aguas, la Comunidad de Regantes de Santa María de Palautordera. El expediente debe aclarar si hubo o no negligencia o fallos en el control del sistema de potabilización y, en caso positivo, proponer sanciones. Como medida cautelar, el departamento ordenó el «inicio inmediato» de tareas de desinfección, aunque no el cierre del suministro como habían reclamado varios expertos. Por su parte, el ayuntamiento de esta localidad ha anunciado sanciones contra la empresa «si se confirma» la presencia de la bacteria.
La apertura de los expedientes informativos, sin embargo, esconde otras realidades. La concesión para el suministro de aguas, tanto en Santa María como en Sant Esteve, es todavía provisional. Las empresas de ambas localidades operan con simples autorizaciones a la espera de los permisos legales. Por otra parte, se trata de empresas nacidas al amparo de comunidades de regantes que se otorgan la propiedad de las aguas desde prácticamente la Edad Media y que están dotadas de unas estructuras operativas en las que no figuran técnicos cualificados sino simples operarios encargados del mantenimiento de conducciones de agua potable. Las empresas venden el agua a sus respectivos ayuntamientos garantizando tanto el suministro como su potabilidad.
Aunque la responsabilidad legal muy probablemente recaerá sobre la empresa concesionaria, diversos expertos consultados coinciden en que parte de la misma debería corresponder a quien debe efectuar el control, en este caso, el ayuntamiento. De la mismo forma, concluyen, «alguien debería revisar» el sistema en su conjunto y evitar en la medida de lo posible la «contaminación en origen». Dicho de otro modo, limitar el vertido de materia orgánica, por lo general de origen humano y animal, directamente a los ríos.