Utilizar la tele como aliado para lograr que niños y adolescentes coman no es buena idea. Es un recurso tramposo que reduce la alimentación a un papel secundario y fomenta hábitos poco saludables. Un estudio de la Universidad de Illinois (EE.UU.) asegura que la ingesta ante la pequeña pantalla, en el sofá del salón o en la mesa, favorece el incremento de la cantidad de comida y la reducción de su calidad.
Descontrol de cantidad y calidad
Imagen: Robert S. Donovan
El momento de desayunar, comer, merendar y cenar puede resultar difícil, provocar estrés e, incluso, motivar peleas familiares. A menudo, estas situaciones son inevitables porque, como en toda adquisición de buenos hábitos, a comer se enseña y se aprende, una tarea que no es fácil. Comer bien, sano, es consecuencia de una buena educación y de cumplir con una serie de normas. Desterrar la tele es una. Y a tenor de las últimas investigaciones, una de las más básicas.
Uno de los perjuicios es el descontrol. Éste se evidencia en un estudio firmado por Brian Wansink, doctor del Departamento de Marketing y Ciencia Nutricional de la Universidad de Illinois (EE.UU.). En él, se analizan los factores ambientales que animan a un incremento de la cantidad de comida y definen el tipo de alimento. La evidencia científica asegura que tener la costumbre de comer delante de la televisión, se haga en un sofá o en una silla, en la cocina o en la sala, conduce a la elección de alimentos menos saludables y a la ingesta de mayores cantidades.
El experto incide en que alimentarse de manera inconsciente, mientras se presta poca atención y poco gusto por la actividad en sí, lleva a los adultos, niños y adolescentes a comer más y peor. En conclusión: es más sano y más sabroso no compatibilizar la comida con la televisión. Alimentarse es algo serio a lo que conviene prestar toda la atención.
La publicidad influye
Al peligro de ahondar en el sedentarismo si se tiene el mal hábito de ver durante muchas horas la televisión, se suma el riesgo de convertirse en un objetivo fácil para la publicidad, que se revela insana. EROSKI CONSUMER analizó desde un punto de vista dietético 6.300 anuncios emitidos en 12 cadenas de televisión y concluyó que los spots dirigidos al público infantil fomentan el consumo de productos que propician la obesidad.
De la publicidad que pueden ver los niños y adolescentes mientras comen y miran la tele, según se desprende del citado estudio, casi la mitad de los anuncios relacionados con alimentos no se pueden incluir en una dieta saludable. Es más, «predominan los anuncios de productos con demasiados azúcares y grasas, mientras que brillan por su ausencia los de verduras y frutas». En consecuencia, a los jóvenes televidentes les llega una información incoherente con los mensajes que el adulto, quien le procura la comida, le quiere transmitir. No considera atractiva la comida que tiene en el plato.
La publicidad que pueden ver los menores mientras comen y miran la tele agrupa alimentos que no pueden incluirse en una dieta saludable
Juan Madrid, experto especialista en endocrinología y nutrición del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, publicó un libro titulado «Conoce la verdad de los alimentos anunciados en TV, tú puedes». El manual evidencia que, en ocasiones, las personas se dejan influenciar demasiado por los anuncios televisivos, que se venden muchos alimentos con promesas de una vida más sana y feliz si se consumen o que ayudarán a adelgazar o a tener más energía.
La influencia de los mensajes publicitarios sobre el público infantil es indiscutible y, por ello, desde la Asociación Española en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y la Bulimia (ADANER), se ha solicitado que la retransmisión de anuncios de adelgazantes o intervenciones de cirugía estética se prohíban durante la ventana de protección al menor (entre las seis de la mañana y las diez de la noche).
La iniciativa, que en el trámite parlamentario cuenta con el apoyo mayoritario de la Cámara, persigue que los menores no se expongan a mensajes que inciten al rechazo de la autoimagen, la marginación social por la condición física o el éxito por factores de peso o estética.
Comer es una actividad necesaria, gratificante y primaria. Supeditarla a hacerlo delante de la televisión la reduce a una acción secundaria y accidental. Lleva a tomar distancia con la alimentación y a perder conciencia de su importancia. Es comprensible e inevitable que, en ocasiones, los padres se ayuden de la televisión -o de un reproductor de imágenes- para lograr que los hijos coman, que premien un buen comportamiento y permitan ver los dibujos durante la cena o que dejen a los niños delante de la tele para que los adultos puedan disfrutar de una comida.
Estas actuaciones son naturales. Pero hay que estar alerta y ser conscientes de que comer y ver la tele a la vez es un mal hábito, una mala costumbre. Lo es, entre otras razones ya citadas, porque comer no es una actividad lúdica para momentos de ocio. Si se contempla así, se establece como hábito pasivo: “me dejo alimentar sin prestar atención a qué hago porque mi interés está ajeno a ese acto”, “no interactúo en un proceso importante como es mi nutrición”.
En definitiva, aunque en principio ayudarse de la tele para introducir alimentos en la boca o en la dieta pueda parecer más fácil, a la postre es un truco que esclaviza y los malos hábitos son muy difíciles de erradicar.