La irradiación de alimentos, una tecnología llamada a ser la gran protagonista de la seguridad alimentaria en la década de los noventa, sigue sin despegar en Europa. Informes recientes revelan una mínima implantación en la UE, mientras crece su aplicación en Estados Unidos. Más que a una evidencia científica, la negativa posición europea parece responder a una cuestión de confianza.
La tecnología de irradiación de alimentos o de aditivos alimentarios, concebida en la ya lejana década de los sesenta, continúa progresando a un ritmo muchísimo más bajo de lo augurado por los expertos unos años atrás. Aunque de esta técnica, mejorada ostensiblemente y específicamente regulada desde los primeros noventa en los países desarrollados, en especial, Europa, Estados Unidos y Japón, se esperaba un rápido crecimiento de sus aplicaciones, la firme oposición de consumidores, organizaciones ecologistas y destacados científicos, la ha relegado a unos usos que los expertos no dudan en calificar de «marginales». La marginalidad ha acrecentado, al menos en la Unión Europea, la sensación de provisionalidad por la que se rige el sector de proveedores de tecnología para la irradiación de alimentos.
El último informe hecho público por la UE, en el que se recomienda todavía un mayor control para los alimentos irradiados, no ha hecho más que corroborar una impresión que «tiende a un cierto pesimismo», según fuentes del sector. El informe, aparecido esta misma semana, reconoce que tan sólo seis de los Estados miembros de la UE han autorizado instalaciones de irradiación desde que se aprobara la directiva (septiembre de 2000) que regula la actividad del sector. Las autorizaciones elevan hasta 12 los equipamientos de estas características que hay ahora mismo en suelo europeo.
La situación contrasta enormemente con la que se da en otras regiones del planeta y, en especial, con la de Estados Unidos y Japón. En conjunto, incluida la docena europea, se contabilizan 250 instalaciones de este tipo en todo el mundo que tratan cada año cerca de 250.000 toneladas de productos alimenticios. Estas instalaciones se reparten en unos 40 países. De las pocas que hay ahora mismo en Europa, según fuentes de la UE, la mayor parte se dedican a la irradiación de productos médicos.
Argumentos a favorPese a su escasa aplicación, los alimentos irradiados cuentan con muy buena prensa entre sectores que, por sus características, no deberían confundirse como próximos a la industria de la irradiación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO, han emitido informes favorables a su uso en repetidas ocasiones y han llegado a comparar la eficacia de su uso con la pasteurización por su capacidad para eliminar microorganismos patógenos de alimentos o aditivos alimentarios.
Diversos colectivos científicos, por su parte, han argumentado las ventajas de las radiaciones ionizantes de potencia controlada, con un máximo de 10 kGy (kilograys), como mecanismo opara reducir la incidencia de las enfermedades de origen alimentaria causadas por microorganismos. Este límite máximo, establecido desde 1980 por organismos internacionales independientes, se considera «dosis segura» y ha sido recomendada tanto por la FAO como por la OMS para la irradiación, entre otros, de frutas, hortalizas, cereales, tubérculos amiláceos, especias y condimentos, pescado, marisco, carnes frescas, carne de aves de corral, camembert de leche cruda, ancas de rana, goma arábiga, caseína y caseinatos, clara de huevo, copos de cereales, harina de arroz y productos derivados de la sangre.
Pese a lo extenso de la lista, lo cierto es que en la UE pocos son los productos que se someten a irradiación. Ello incluso a pesar de la opinión favorable de las instituciones antes citadas, a las que en los últimos años se han ido sumando informes de la FDA (Agencia norteamericana para la Alimentación y el Medicamento) y de buena parte de la comunidad científica que argumenta que esta tecnología es la más eficaz para eliminar patógenos como Escherichia coli o listeria.
Punto y aparte merece, por otra parte, la situación en Estados Unidos, donde diversas cadenas de distribución ofrecen a los consumidores la posibilidad de adquirir productos irradiados a los que se etiqueta como «de mayor seguridad alimentaria». Intoxicaciones masivas como los sufridas en perritos calientes de la cadena Sara Lee en 1998, que causó 15 muertes de entre más de un centenar de afectados, así como una mayor sensibilización ciudadana ante el temor de un ataque bioterrorista, han acabado por consolidar esta opción tecnológica al otro lado del Atlántico.
Falta de confianzaTodos estos argumentos apenas han movido un ápice las posiciones del consumidor medio europeo. Pero tampoco de la UE, que se muestra restrictiva y vigilante, en especial en lo que refiere al etiquetado de productos, ni de las empresas alimentarias, refractarios al uso de una tecnología que, sostienen, podría influir negativamente en el comportamiento de compra.
En un informe elaborado por la UE dado a conocer a finales del pasado año, se resumían buena parte de las reticencias del mercado europeo. Reticencias que hoy todavía se mantienen y que, en resumen, vienen a considerar las técnicas actuales como «suficientes» para garantizar la higiene y la seguridad de los alimentos.
El informe señala, citando la opinión de organizaciones de consumidores consultadas, que la irradiación no es necesaria «si se aplican correctamente» las buenas prácticas de higiene. Estas organizaciones no consideran la técnica una «necesidad tecnológica justificada» y recuerdan que el mayor beneficio potencial de su uso, la prolongación del periodo de conservación de productos alimenticios, «no sería en interés de los consumidores, sino de los productores».
Tampoco la industria alimentaria europea, según se recoge en el informe, es partidaria de incluir determinados productos en la lista de aptos para irradiación. Este es el caso de productores y comerciantes de productos cárnicos, frutos y hortalizas secos, patats, lácteos, copos de cereales y té. Para este amplio grupo, las técnicas actuales, como el sistema HACCP (de Hazard Analysis Critical Control Points Systems), cubren sobradamente las necesidades de higiene, aunque no ocultan que la irradiación podría dañar la imagen de sus productos.
Por su parte, organizaciones ecologistas y grupos de científicos argumentan que la irradiación deteriora la estructura y composición química natural de muchos alimentos promoviendo un incremento notable de radicales libres (compuestos químicos vinculados al envejecimiento y a distintas formas de cáncer) y la depleción del contenido de minerales y vitaminas.
La suma de posiciones negativas, en la que influye enormemente la falta de confianza del consumidor, es la que ha llevado finalmente a la UE a extremar la vigilancia de los productos que actualmente están autorizados. Esa vigilancia incluye la obligatoriedad de hacer constar el proceso en las etiquetas, aspecto que, como se ha podido comprobar en el último informe de la UE, se mantiene en un alto porcentaje.
ESTRATEGIA DE IRRADIACIÓNLa irradiación es una tecnología basada en la aplicación de radiaciones ionizantes capaces de eliminar microorganismos, algunos de ellos patógenos, de un amplio grupo de productos y componentes alimenticios. Informes científicos favorables de organizaciones como la OMS, la FAO, la FDA y el CDC (Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos), han establecido dosis seguras de radicación y recomiendan su uso como tecnología para garantizar la seguridad alimentaria en productos en los que la presencia de microorganismos acelera el proceso de descomposición de los alimentos, como carnes y pescado, o en aquellos de origen vegetal que, como la patata, mantiene intacta su capacidad biológica incluso después de su recolección. En todos estos casos, la irradiación permite ampliar el tiempo de conservación, al tiempo que eliminar patógenos. E. coli, listeria, salmonella y campilobacter forman la lista sobre los que se centra el mayor interés.
Ante la pujanza de esta tecnología, pero también de la presión de productores y comerciantes estadounidenses, la Unión Europea previó una estrategia de implantación en su territorio. La estrategia tuvo como paso previo la consulta a organizaciones de consumidores, industria agroalimentaria, organizaciones ecologistas y comunidad científica, además de otros agentes interesados. En la consulta se consideraron como potencialmente aptos para irradiación los siguientes productos:
- Hierbas aromáticas congeladas, frutos secos, copos y gérmenes de cereales. Estos ingredientes alimentarios son usados principalmente en productos alimenticios compuestos, como los elaborados a base de leche, los cuales no son calentados durante su elaboración. En ellos, la presencia de microorganismos puede incrementarse por encima de lo tolerable para la salud.
- Menudillos de pollo, clara de huevo y goma arábiga. Estos ingredientes alimentarios pueden estar contaminados y, a fin de reducir los peligros para la salud y prolongar su periodo de conservación, deben ser descontaminados.
- Ancas de rana y gambas peladas. Estos productos no siempre satisfacen las normas microbiológicas adecuadas debido al método de recogida y de preparación. Ambos se destinan al consumo directo del consumidor final y la descontaminación aumenta su seguridad.
De la propuesta se cayeron frutas y hortalizas frescas, cereales, tubérculos, pescado y carnes rojas y de aves de corral frescas, a pesar de que alguno de los Estados miembro las autoriza en su territorio. Finalmente, sólo las hierbas aromáticas secas, especias y condimentos vegetales conforman la “lista positiva” de la UE.