Las caídas acostumbran a ser más habituales en la tercera edad y, en un porcentaje del 5% al 10%, se traducen en fracturas. Una de las más frecuentes es la fractura de muñeca, debido a los desplomes hacia delante, que obligan a apoyar las manos en el suelo para amortiguarlos. La zona recibe un impacto que afecta a la estructura ósea, ya debilitada por la edad. Un estudio reciente concluye que sufrir una de estas lesiones puede provocar un declive en las funciones de la vida diaria, ya que las personas mayores no recuperan la movilidad total de la articulación. Para evitarlo, además de las recomendaciones tradicionales para frenar las caídas, los expertos aconsejan una buena nutrición y la práctica habitual de ejercicio suave.
Una muñeca fracturada puede suponer una discapacidad en personas de mayor edad y perjudicar su calidad de vida. Son las conclusiones de un estudio estadounidense llevado a cabo por investigadores de la Universidad Northwestern de Chicago y publicado en la «British Medical Journal». El objetivo era evaluar el impacto de una fractura de muñeca, la más común en las extremidades superiores en adultos mayores. Durante siete años y medio se evaluó la capacidad de más de 6.000 mujeres saludables de 65 años, sin antecedentes de fracturas, para realizar cinco actividades de la vida diaria: preparar comidas, organizar la casa, subir escaleras, ir de compras y salir de un automóvil.
En este periodo, cerca de 300 participantes sufrieron una fractura. Los resultados mostraron un 50% más de probabilidades de reducción funcional en quienes habían sufrido una lesión. Según concluyen los investigadores, el declive en las funciones de la vida diaria de estas mujeres era tan significativo como otros factores discapacitantes conocidos, como caídas en general, la artritis y la diabetes. Por este motivo, insisten en la importancia de la prevención de las fracturas de la muñeca, tanto por la magnitud del problema como por sus consecuencias.
Fractura de muñeca: consecuencias
El 60% de las personas de edad avanzada tiene niveles inadecuados de vitamina D, clave en la prevención de fracturas
Cuando se sufre una rotura en la muñeca, quedan afectados uno o más huesos de la zona. La más habitual en personas mayores (y también en niños pequeños por su debilidad ósea) es la fractura de Colles, cerca del extremo del hueso principal del antebrazo, el radio. Además de la edad avanzada, los principales factores de riesgo son: estar en periodo posmenopáusico, reducción de la masa muscular, osteoporosis y una nutrición deficiente.
Los principales síntomas son dolor, hinchazón, sensibilidad y moratones alrededor de la zona, limitación de movimientos en la muñeca o el dedo pulgar, deformación visible de la región e incapacidad para sostener objetos. El tratamiento consiste en inmovilizar la extremidad con yeso y un cabestrillo, a menudo, tras una reducción para tratar de alinear el hueso fracturado. En ocasiones, estas técnicas no son suficientes y se requiere cirugía de reparación con platina y tornillos o un dispositivo de fijación externa.
A pesar del tratamiento, las personas mayores con este tipo de lesiones ya no recuperarán la movilidad total de la muñeca, sobre todo, si la fractura no está relacionada con un impacto, sino con la osteoporosis. Cuando la causa es una caída leve, puede indicar el desarrollo temprano de esta enfermedad.
Fracturas: la prevención es clave
Conocer las medidas preventivas, fáciles de aplicar y muy simples, que eviten estas fracturas evita graves complicaciones tanto en la calidad de vida de los ancianos como en las posibles enfermedades que padezcan, como la osteoporosis. Debe valorarse la posibilidad de usar bastón o andador si es necesario. Los profesionales de la salud realizan pruebas de equilibrio que señalan la necesidad o no de estas herramientas.
Respecto al hogar, donde se registran la mayoría de las caídas, se aconseja fijar alfombras o retirarlas, colocar asas en las duchas y bañeras y una buena iluminación, sobre todo, durante la noche. Se recomienda a las personas de edad avanzada que usen zapatos con suela no resbaladiza y que eviten subir y bajar escaleras, una acción relacionada con un alto porcentaje de caídas.
Las recomendaciones habituales para cualquier tipo de dolencia, como una buena alimentación (rica en calcio y vitamina D) y la práctica de ejercicio suave, también son aplicables a estos casos. Son óptimos los ejercicios en el agua, que en los últimos años se han popularizado entre personas de la tercera edad. Estas prácticas mejoran la coordinación, la fuerza muscular y la elasticidad. Respecto a la nutrición, un estudio reciente de la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Metabólicas Óseas (FHOEMO) sitúa en un 60% la cifra de personas de edad avanzada con niveles inadecuados de vitamina D.
La prevención de estas fracturas podría mejorar el tratamiento de una enfermedad ya considerada frecuente en la vejez, la osteoporosis, que en España afecta a unos 3,5 millones de personas. Constituye, por tanto, un problema de salud pública de gran magnitud, también por el consumo de recursos sanitarios que conlleva.
Con el paso de los años, el desgaste óseo no se cubre mediante la producción de hueso nuevo y se genera un desequilibrio que comporta el desarrollo de enfermedades que los investigadores de un nuevo estudio han denominado “silentes”. Sólo se detectan en forma de fractura o cuando quienes las padecen ven mermadas sus actividades cotidianas. Los investigadores, de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana (Cuba), han tratado de detectar los factores de composición corporal (la complexión de cada individuo) que llevan a sufrir fracturas óseas.
Han estudiado la densidad mineral ósea y las características somáticas (antropometría y bioimpedancia), asociadas a diversos patrones de comportamiento: alimentación, consumo de alcohol, tabaco o práctica de actividad física. Con toda esta información, los investigadores han aplicado el índice FRAX para la mujer española. Es una herramienta para estratificar a las pacientes con riesgo, por países y por todas las variables citadas y, con ello, escoger el tratamiento más adecuado. El índice señala que la anchura de la epífisis distal de húmero y la de fémur serían factores de riesgo importantes.