El uso de antibióticos para combatir problemas de salud animal ha sido una constante en los últimos tiempos. Pero esta práctica, lejos de asegurar una calidad óptima de la carne o de productos derivados, podría acarrear graves problemas de salud pública. La aparición de fenómenos de resistencia a los antibióticos, tanto en animales como en humanos una vez se ha consumido el producto, limita la capacidad natural de lucha contra las infecciones. Distintos estudios apuntan ahora alternativas sólidas a su uso.
El tratamiento de patologías infecciosas mediante el uso de antibióticos constituye una práctica común en los países desarrollados desde hace años. Pero un uso inadecuado de los mismos, tanto en salud humana como en animal, se está demostrando que puede ser contraproducente. Los microorganismos que causan las infecciones microbianas se adaptan a los antibióticos, especialmente si se emplean de forma masiva y sin que sean necesarios. Como consecuencia, se van seleccionando aquellas cepas bacterianas que son capaces de crecer en presencia del antibiótico poniendo de manifiesto lo que se denomina una antibioresistencia.
Pese a ello, el empleo de antibióticos continúa siendo una práctica habitual en producción animal. A favor de su uso destaca el hecho de que facilita el crecimiento de los animales y limita la aparición de enfermedades. Sin embargo, debido a los potenciales riesgos sanitarios que implican para los consumidores, con la consiguiente presión social, de un tiempo para esta parte se han iniciado distintas líneas de investigación que persiguen la obtención de productos alternativos.
No obstante, la prescripción de antibióticos en salud animal tiende a ser cada vez más restrictiva o, por lo menos, controlada. Actualmente se emplean, sobre todo, en las llamadas etapas de transición, es decir, cuando los animales pasan de una etapa productiva a otra o se les somete a un traslado. En estas situaciones, debido normalmente a situaciones de estrés, puede haber un mayor riesgo a padecer enfermedades infecciosas.
Los diferentes estudios que se han puesto en marcha se están centrando en aquellos elementos que faciliten la absorción intestinal, manteniendo las defensas naturales de los animales. Entre ellos hay que destacar a los acidificantes que, como sustitutivos de los antibióticos, han demostrado prevenir y mejorar los problemas sanitarios, frecuentemente de origen intestinal, que tantas pérdidas económicas ocasionan en las explotaciones, y a los minerales, especialmente el hierro, que consigue una mejora respecto al estrés animal y facilita el aumento de peso.
Ácidos orgánicos y microelementos en el intestino
Las condiciones ácidas favorecen la absorción de nutrientes y mejora la funcionalidad del intestino. Al mismo tiempo algunos ácidos penetran en la célula bacteriana, causando un desequilibro interno y destruyéndola. Ambos efectos, es decir, la mejora de la funcionalidad intestinal y el mayor control del crecimiento de microorganismos sensibles, dota a los ácidos orgánicos de capacidad protectora.
Esta capacidad se pone especialmente de manifiesto en los pollos de carne, en los que resulta de vital importancia el control del equilibrio-ácido base de la dieta. La elevada ingestión de alimento en estos animales produce alcalinización y desequilibrios digestivos que favorecen la proliferación de bacterias patógenas. La acidificación del medio ejerce efectos beneficiosos a tres niveles del tracto gastrointestinal de las aves:
Respecto a los nutrientes minerales, la presencia de ácidos orgánicos favorece su absorción, lo cual supone un importante beneficio. Además, la presencia de cantidades importantes de hierro limita el estrés, especialmente en los cerdos, y facilita el aumento de peso de forma evidente, ya que al estar el animal correctamente alimentado el organismo puede crecer mejor.
Control de los microorganismos
El efecto bactericida de los acidificantes tiene interés principalmente en el intestino delgado y los ciegos. Como se ha comentado anteriormente, la Inmadurez digestiva de los pollos jóvenes permite el paso hacia el intestino de alimento sin digerir. El poder bactericida de los ácidos orgánicos se debe a su penetración dentro de la célula bacteriana produciendo alteraciones metabólicas que acabarán produciendo la muerte celular. Este mecanismo de acción les confiere mayor eficacia frente a bacterias como E. coli, Salmonella, Klebsiella, Yersinia o Campylobacter, todas ellas potencialmente patógenas para animales y personas. Sin embargo, bacterias beneficiosas como las bifidobacterias o Lactobacillus se ven favorecidas en su crecimiento. Estos microorganismos tienen un efecto favorecedor de la funcionalidad intestinal y al colonizar el intestino impiden el crecimiento de flora potencialmente patógena.
ALTERNATIVAS AL USO DE ANTIBIÓTICOS
De acuerdo con las informaciones que se están publicando últimamente, una mejora en la alimentación y una especial atención a las condiciones de funcionamiento del intestino animal, especialmente en las aves, puede limitar la aparición de enfermedades intestinales. Si se considera que uno de los principales problemas de salud animal es la aparición de diarreas, todas aquellas acciones tendentes a disminuir esta patología redundará en una menor necesidad de empleo de antibióticos.
Ácidos grasos como el fórmico, propiónico y butírico se han mostrado especialmente eficaces, aunque serán necesarios estudios en profundidad sobre animales para verificar la eficacia de cada uno de ellos o sus mezclas.
De entre los micronutrientes, el hierro el que más eficacia manifiesta, pero no en todas sus formas, dado que el hierro orgánico, el denominado hierro hémico, es el que muestra una mayor eficacia, incuso a dosis bajas. Por ello, se apunta como el más recomendable.
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