Código de barras para detectar transgénicos

Por Mercè Fernández 1 de abril de 2003

El Instituto Nacional de Botánica Agrícola británico (NIAB) obtuvo el pasado mes de febrero la patente por un “código de barras” singular. El nuevo método, basado en ADN, persigue detectar rápidamente si un alimento ha sido modificado genéticamente o no, cuestión esencial en estudios de trazabilidad.

La tecnología desarrollada en el NIAB podría simplificar el rastreo y detección de alimentos transgénicos, según explican sus creadores. Consiste en añadir una misma y única secuencia de ADN a todos los organismos genéticamente modificados. Esta secuencia de ADN no codificaría para ninguna proteína, de forma que no afectaría a las propiedades de la planta. Sin embargo, estaría ahí presente, de forma que un único análisis de ADN bastaría para detectarla, de la misma forma que si se tratara de un código de barras. La tecnología contempla la posibilidad de añadir una serie de secuencias de ADN que aporten más información, como quién hizo la modificación genética y cuáles son las modificaciones.

Laboratorios de toda Europa están validando métodos de detección de transgénicos para asegurar el cumplimiento de la nueva normativa de la UE

La ventaja de este método es que permitiría detectar si un alimento está modificado genéticamente o no sin requerir de más información por parte de las empresas productoras. Derek Matthews, biólogo molecular del NIAB explica que detectar un transgénico es difícil porque «tienes que saber qué estás buscando». Por ejemplo, hay que conocer las secuencias cortas que flanquean cualquier pieza añadida de ADN, o la secuencia de genes añadidos (los transgenes). Y esta información debe ser facilitada por las empresas de biotecnología que han producido el transgénico, algo a lo que son bastante reacias.

«Es interesante, este sistema podría simplificar la detección, pero no estoy seguro de que sea lo más práctico», explica Pere Puigdomènech, biólogo del Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB) del CSIC a consumaseguridad.com. «En realidad, lo más interesante es saber no únicamente si la planta es transgénica sino cual es el gen nuevo que se ha insertado en ella. Son las características de este nuevo gen, caso por caso, lo que se analiza en los sistemas de regulación actualmente existentes».

¿Cómo se reconoce un transgénico?«El problema actual es que no hay métodos validados, a excepción del basado en el promotor 35 S», añade María Pla, investigadora del mismo instituto y responsable junto a Teresa Esteve del laboratorio de Detección de Transgénicos del IBMB, el primero que se creó en España. La mayoría de transgénicos llevan el promotor 35 S, lo que sirve para saber si un alimento es transgénico o no. La limitación de este método es que no aporta más información, es decir, no indica de qué transgen se trata y, quizá más importante, que con el desarrollo de otras técnicas de transferencia genética, «no todos los transgénicos incorporan el 35 S». Como consecuencia, este método puede dar falsos negativos. También se han descrito algunos falsos positivos, aunque muy raramente porque el promotor 35 S no está normalmente ni en plantas ni en animales.

Se han desarrollado otros métodos para detectar en alimentos qué transgenes específicos hay y en qué cantidad. Se están utilizando de forma habitual, pero todavía no están validados. Eso es lo que están haciendo laboratorios de toda Europa, como el del IBMB. Para ello, el Joint Research Centre europeo prepara muestras y las envía junto con el protocolo de análisis a una red de laboratorios, para después recoger los datos y comprobar si los resultados coinciden con el contenido real de las muestras. Una vez validado un método, es propuesto al Comité Europeo de Normalización.

La validación es importante para garantizar un control eficaz. Hasta ahora cada laboratorio y cada país ha trabajado con sus propios métodos, por lo que los resultados pueden diferir para un mismo producto. Además, cuanto más elaborado está un producto, más posibilidad de error. No es lo mismo analizar una semilla que un plato precocinado. Un ejemplo es la lecitina de soja transgénica. Como aditivo, la lecitina se pone en concentraciones muy bajas. Si el producto se elabora y procesa mucho, «puede pasar que al final queden muy pocas moléculas de ADN para identificar», detalla María Pla. Otro ejemplo es el aceite de soja o de girasol. «Cuanto más refinado, más difícil es detectar si procede de plantas transgénicas». Aun así, enfatiza Pla, «es sorprendente cómo se puede llegar a detectar la modificación transgénica en muestras muy procesadas».

Actualmente están en fase de desarrollo o de validación unos 15 métodos, cinco de los cuales han sido desarrollados en el Laboratorio del IBMB. Se espera que para el verano ya se hayan validado unos cinco. Para facilitar el desarrollo de métodos de detección e identificación de transgénicos la empresa debería aportar información: entre otras cosas, el punto de inserción del nuevo transgen. Es algo a lo que ciertamente son reacias las empresas pero la actual normativa «obliga a dar esta información si se pretende comercializar el producto», zanja María Pla.

MIEDO A LOS TRANSGÉNICOSEl problema con los transgénicos, afirma Pere Puigdomènech, profesor de investigación del CSIC, es que “continúa existiendo una percepción negativa” basada en apreciaciones económicas o religiosas, por ejemplo, no siempre demasiado objetivas. “No creo que la nueva técnica contribuya a solucionar esta percepción”. Lo que hace falta, afirma, es explicar a la gente en qué consisten realmente, qué ventajas pueden aportar, qué supone la modificación. Es decir, luchar contra la desconfianza con información.

En esa línea incide la normativa europea, que impone el etiquetado de alimentos que contengan más de un 0,9% de derivados de transgénicos, lo que incluirá, por ejemplo, jarabe de glucosa o aceite de soja procedente de plantas transgénicas. En el caso de contaminación accidental, sólo los productos con menos del 0,5% de concentración de transgénico serán permitidos. Esta normativa, mucho más restrictiva que la anterior, no ha sido bien acogida en los Estados Unidos – país que cuenta con una normativa más relajada y mayor aceptación social de los transgénicos- en tanto que afectará sustancialmente a las importaciones procedentes de allí. David Byrne, comisario de protección al consumidor de la Unión Europea, explicaba al respecto de esta ley que, sobretodo, trata de mantener informado al consumidor.

“Creo firmemente que nuestros ciudadanos necesitan poder elegir y deploro el alarmismo sobre los transgénicos”, afirmaba recientemente. Esta norma, ya aprobada en España, viene acompañada de la entrada en el mercado español de nuevas variedades de maíz transgénico, las primeras que se aprueban en Europa desde la imposición de una moratoria sobre transgénicos hace cinco años.

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