El verano es tiempo de calor, sol, vacaciones y, por desgracia, también es temporada de incendios. Estos no solo suponen pérdidas incalculables desde el punto de vista paisajístico, ecológico y de la flora y fauna de un territorio, sino también un gran impacto para la salud de la población. Junto con el efecto inmediato de la inhalación del humo, tanto la salud mental como el estado respiratorio de las personas expuestas se resienten, según un amplio estudio que ha evaluado los efectos de la oleada de incendios que hubo en Galicia en 2006.
A pesar de que el impacto de los incendios sobre la salud de la población es relevante, hasta ahora, apenas se ha evaluado. El fuego que en verano arrasa bosques y terrenos enteros, no solo causa cuantiosas pérdidas de masa forestal, flora, fauna y cultivos, sino que, a su paso, puede provocar heridos y muertos. Pero al margen de este efecto catastrófico, provoca afecciones respiratorias nuevas o agrava las que ya se padecían.
Constituye un importante problema, según ha constatado un estudio publicado en la revista «Environmental Health», realizado por la Universidade de Santiago de Compostela, con financiación del Fondo de Investigación Sanitaria y el Departamento Médico de AstraZeneca. En agosto de 2006, una ola de incendios arrasó Galicia. Ardió el 8% del total del territorio gallego y, en concreto, el 11% de la superficie forestal de la comunidad. El impacto en la salud pública se evaluó a través de un amplio estudio sin precedentes en España: se realizó sobre una muestra de 2 millones de personas, de las provincias de A Coruña y Pontevedra, en Galicia. Para llevar a cabo esa evaluación, se dividió la muestra estudiada en tres grupos poblacionales, según el grado de exposición.
Las personas mayores son más vulnerables y experimentan más dificultades al respirar si hay partículas finas en suspensión
Para evaluar el impacto en la población de la exposición al incendio (total, media o nula), los autores del trabajo utilizaron un indicador indirecto, consistente en el cómputo de los medicamentos que se consumieron durante los 12 meses previos a los incendios y los 12 meses posteriores. Las familias de fármacos cuyos consumos se evaluaron, a partir de las recetas facturadas a la Seguridad Social, fueron ansiolíticos-hipnóticos y medicamentos para las vías respiratorias, como los antiasmáticos.
Efectos en la salud mental y respiratoria
En los 12 meses que siguieron a los incendios, el estudio gallego detectó un aumento del 11,5% del consumo de medicamentos antiasmáticos y para las vías respiratorias obstruidas, entre los pensionistas, respecto a los meses previos. Por género, este incremento fue del 10% entre los hombres y del 12% entre las mujeres. Relacionado con fármacos ansiolíticos e hipnóticos, este aumento solo se constató en hombres: un 12,2% entre los varones activos y un 15,88% entre los pensionistas, informa Francisco Caamaño, profesor titular de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela, en Galicia, e investigador principal del estudio.
Según este especialista, es probable que el consumo de los medicamentos ansiolíticos-hipnóticos haya aumentado solo en el caso de los hombres debido a que el consumo de estos fármacos es más elevado entre las mujeres. Tanto ellas como las personas que los toman de manera habitual, a menudo, tienen algunos almacenados en el botiquín de casa y pueden incrementar su consumo sin necesidad de ir a comprar más.
El aumento de fármacos para las enfermedades respiratorias solo entre la población pensionista se debe, probablemente, a la vulnerabilidad de las personas mayores, que se sienten más débiles, alteradas y experimentan mayores dificultades al respirar, sobre todo, si hay partículas finas (PM 2.5) en suspensión. Además, no se descarta que los jubilados, al tener las recetas gratis, las adquieran con más facilidad que los ciudadanos de la población activa, que deben pagar una parte de ellas, apunta Caamaño.
Estos datos demuestran que «los incendios no solo suponen una pérdida importante de masa forestal y de pérdidas ligadas al ecosistema boscoso, sino un importante problema de salud poblacional», dice.
Incendios de la magnitud de los registrados en Galicia en 2006 deberían implicar a todo el sistema sanitario, que debería preverlos y organizar un dispositivo para atender a las personas expuestas. Francisco Caamaño explica que se deberían enviar psicólogos a la zona del siniestro, una medida que se pone en práctica ante catástrofes naturales como un terremoto como el sucedido en Lorca, pero que se olvidan cuando hay un incendio.
“El monte representa muchas aspectos: una economía, la familia, un paisaje y un entorno. Como la persona de ciudad que está acostumbrada a un paisaje, a sus paredes y a que las aceras estén en su sitio, siente tranquilidad con el mundo que conoce. Del mismo modo, un entorno agrario y forestal tiene un paisaje y su destrucción supone un impacto en la salud de la población”, afirma Caamaño.
Cabe tener en cuenta que “incluso los efectos sobre las vías respiratorias están inducidos, en parte, por un problema de partículas y, en parte, por el estrés que generan, ya que empeoran los síntomas respiratorios”, detalla Caamaño. De ahí la necesidad de los psicólogos y de difundir consejos preventivos: no salir al exterior y, si se hace, llevar mascarillas, protegerse y ser capaces de dar estos consejos con naturalidad, sobre todo, a la población mayor.