Pocas bacterias son tan ubicuas como Staphylococcus aureus, un microorganismo patógeno presente en piel de animales y personas, además de en sus fosas nasales y gargantas. Pese a su amplia distribución y a la facilidad con la que llega a los alimentos y extiende una eventual contaminación, sus efectos son agudos y aparatosos pero remiten de forma rápida. Los manipuladores de alimentos pueden favorecer su rápida extensión.
Staphylococcus aureus es un microorganismo muy resistente a las condiciones ambientales y extremadamente difícil de erradicar. Pese a que no es esporulado (formas de resistencia elaboradas de forma natural por algunos microorganismos), soporta bien condiciones extremas aunque se inactiva a temperatura de congelación y puede eliminarse con una cocción correcta.
Intoxicación por S. aureus
El frío impide a S. aureus formar la toxina que desencadena la infección bacteriana en humanos
S. aureus se puede localizar en cualquier alimento y produce una intoxicación muy aguda. Esta aparece entre las 2 y 12 horas después de la ingestión de la toxina que genera el patógeno y provoca vómitos intensos e incontrolados, aunque no fiebre. Es una intoxicación leve y desaparece en 24 horas. El responsable del problema es una toxina de carácter termoestable, lo que permite que en alimentos cocinados se mantenga la toxina, aún cuando no esté presente el microorganismo. Por ello, el control exclusivo de la presencia de la bacteria no es suficiente, sobre todo si el alimento se ha cocinado antes. En estos casos hay que proceder a controlar la toxina, ya que en caso contrario podría no localizarse un riesgo que hay que calificar de moderado a alto.
Esta bacteria se encuentra en la piel de los animales, pero también de las personas, así como en su garganta y fosas nasales, hasta el punto que la casi totalidad de la población humana podrá ser portadora del microorganismo a lo largo de su vida. Por ello, la probabilidad de contaminar los alimentos es muy alta, no solo por los manipuladores, también por los clientes al tocar u oler los alimentos.
Control de manipuladores
Una vez que el microorganismo llega al alimento, el control es sencillo, ya que si la temperatura de refrigeración es adecuada y no se rompe la cadena del frío, el microorganismo no será capaz de formar toxina. Si, por el contrario, las condiciones lo permiten, la toxina llegará al consumidor.
Se impone entonces un especial control de los manipuladores, con el empleo de gorros y mascarillas. En este último caso, hay que cuidar que se tape la entrada de la nariz. En muchas ocasiones, como es incómodo, los manipuladores dejan libres sus fosas nasales, lo que permite la salida de S. aureus. Hay que evitar este foco de contaminación y forzar a tapar completamente boca y nariz.
Este es un punto importante a la hora de elegir la tienda en la que comprar. La manipulación de los alimentos es esencial para limitar los riesgos, de forma que las tiendas de proximidad (barrio), los supermercados o grandes superficies en los que se manipulen alimentos frescos como carnes, pescado o verduras sin la adecuada protección, al menos de las manos con las que se tocan los productos, pueden suponer un peligro importante para la salud de los consumidores que adquieran alimentos en ellos.
En casa es difícil manipular alimentos con guantes, mascarilla y gorro. Tampoco sería lo más adecuado efectuar un planteamiento de este tipo. Sin embargo, no se ha de descuidar que toda manipulación supone un peligro, por lo que se debería extremar, en cualquier caso, todas las medidas de higiene personal, para evitar la trasmisión de patógenos entre las superficies y/o los alimentos entre sí.