El agua y la “leche maternizada” son los dos elementos esenciales con los que se prepara un biberón. Por ello, además de las proporciones y del modo de hacerlo, es muy importante cerciorarse de que ambos componentes estén en buenas condiciones y sean adecuados para no hacer daño al bebé.
El agua
- El agua potable, por definición, no debe estar contaminada ni contener nada perjudicial para la salud. En España, el agua de grifo es potable y también puede ser adecuada para preparar los biberones. Sin embargo, en algunas zonas contiene demasiadas sales minerales y sustancias que convienen poco a los bebés. Por ello, a menos que se tenga la autorización del pediatra para usar agua del grifo, es mejor emplear la que viene envasada, con bajo contenido en minerales.
- Los filtros domésticos para ablandar el agua intercambian su calcio con otros minerales cuyo exceso la hace menos apropiada aún para preparar biberones. Además, se contaminan fácilmente con microbios.
- No es necesario hervir el agua de bebida envasada, pues si la botella se manipula higiénicamente y se conserva cerrada, debe mantenerse libre de microbios.
- Si se utiliza agua potable del grifo, probablemente sea excesivo hervirla, ya que sólo muy excepcionalmente podrían encontrarse en ella algunos microorganismos, que tampoco causarían problemas graves en un niño normal.
- Cuando hay dudas sobre la potabilidad del agua, hervirla es el único modo de asegurar que no hará daño al bebé. Según la OMS, el tiempo mínimo necesario para que la ebullición elimine del agua cualquier agente infeccioso oscila entre 1 y 5 minutos según la altura sobre el nivel del mar a que se halle (un minuto a nivel del mar y uno más por cada 1.000 metros de altura).
- Prolongar ese tiempo hasta los 5 ó 10 minutos que indican otros organismos puede aumentar la concentración de sales minerales y otros elementos hasta niveles poco adecuados para preparar los biberones de un bebé, y obliga a replantearse la conveniencia de optar por agua de bebida envasada.
- Hay leches líquidas para bebés ya preparadas, algo más caras que las leches en polvo pero muy cómodas, y que solucionan cualquier conflicto derivado del agua con que se han de preparar las otras.
La leche
La llamada «leche maternizada» que se emplea para la lactancia artificial se elabora normalmente a partir de leche de vaca, pero los bebés no deben tomar nunca leche de vaca normal, ni entera ni desnatada.
Existen en el mercado numerosos tipos de leche para bebés, que esencialmente se reducen a los siguientes:
a. Normales
- De inicio: hasta el cuarto o quinto mes.
- De continuación: desde el cuarto o quinto mes.
- Unitarias: del nacimiento al año.
- De crecimiento: de uno a tres años.
b. Con variaciones que pretenden dotarlas de alguna propiedad especial
- Anti-regurgitación
- Anti-estreñimiento
- Anti-alérgicas (preventivas)
c. Medicamentosas
- Sin lactosa
- De soja
- De hidrolizados de proteínas
Todas las leches para bebés deben cumplir las condiciones que periódicamente revisa e impone un comité internacional de expertos, fijando unos márgenes en cuanto a su composición. Para un tipo determinado de leche, las diferencias entre las numerosas marcas que existen en el mercado son mínimas, pero el pediatra puede recomendar una u otra según su propia opinión sobre la importancia e interés que para el bebé pueden tener los detalles que la distinguen.
Aunque las casas comerciales reservan las novedades para las leches que distribuyen en las farmacias, cualquier modificación que hayan introducido tratando de mejorar su composición no debe apartarla de los márgenes y condiciones generales que los expertos consideran necesarios, y un cambio no siempre supone una mejora sustancial.
Entre las distintas leches normales, no hay diferencias capaces de resolver problemas importantes y es muy poco recomendable ir probando al azar, entre otras cosas, porque el problema que se pretende solucionar con el cambio no suele ser debido a la leche.
Una vez abiertos, los botes de leche en polvo pueden conservarse durante un mes, siempre que se mantengan herméticamente cerrados después de cada uso, en un lugar fresco y seco.