El bebé, a partir de los seis meses, requiere más energía que la que aporta solo la leche. Esto justifica la necesidad de introducir de forma paulatina nuevos alimentos. Para muchos niños, los purés y compotas de frutas son sus primeros alimentos tras la leche. Además de la versión casera, la oferta industrial es importante. Las dudas que se puedan tener sobre estos productos quedan resueltas tras conocer que tanto sus ingredientes como la calidad nutricional e higiénica están regulados de forma estricta. Incluso se establecen límites máximos de los azúcares porque son nutrientes cuyo exceso desde edades tempranas compromete la salud de los pequeños.
Límites para los azúcares
Los alimentos elaborados con cereales y los infantiles para lactantes (niños menores de doce meses) y niños de corta edad (entre uno y tres años) están sujetos a estrictos controles. La legislación establece normas para la composición y el etiquetado y regula las cantidades máximas de los nutrientes más problemáticos. En los potitos de fruta, pone límites máximos a los azúcares y a las vitaminas, minerales y oligoelementos añadidos, e incluso no admite la adición de vitamina A ni vitamina D. La norma también prohíbe residuos de ciertos plaguicidas o fija límites máximos que no pueden rebasar la ingesta diaria admisible.
Las frutas son alimentos ricos en nutrientes reguladores, como fibra, vitaminas (ácido fólico, vitamina C, provitamina A), minerales y oligoelementos (potasio, magnesio…). El niño necesita consumirlos para suplir su demanda de crecimiento y desarrollo a partir de los seis meses. Las papillas de fruta, caseras o comerciales, son un complemento a las tomas de leche.
El potito cumple una doble función: nutre y ayuda a apreciar el sabor dulce natural de las frutas.
Hace unos años, algunos potitos de frutas de 250 gramos contenían casi 40 gramos de azúcar (sacarosa), equivalente a cuatro sobres de azúcar, en parte procedente de las frutas y en gran medida añadido durante su fabricación. Esta cantidad es exagerada si se tiene en cuenta que la norma actual propone que el total de carbohidratos de los platos elaborados solo con fruta no debe superar los 20 gramos por cada 100 gramos, una medida que permite un mejor ajuste a los requerimientos de energía y nutrientes de los más pequeños.
Ahora, lo común es que los fabricantes no añadan azúcar para ajustarse a la norma. La reducción se ha hecho de manera paulatina hasta conseguir que el azúcar de las papillas sea solo el de la fruta al natural. Con esta medida se consigue un doble efecto: no saturar de azúcares y calorías la dieta infantil y que el paladar de los niños se acostumbre a sabores naturales y no a un gusto dulce exagerado.
Para comprobar si el potito contiene azúcar añadido basta con leer la lista de ingredientes. Un dato que debe tenerse en cuenta es la cantidad de fruta que añade cada fabricante, por si hubiera diferencias entre unas marcas y otras. Según los etiquetados, la cantidad de fruta en distintas marcas oscila entre el 66% y el 91%, tal y como refleja un análisis comparativo realizado por Eroski Consumer.
Identificar los sabores poco a poco
Las papillas de fruta caseras pueden ajustarse a los gustos del bebé. Es posible variar la fruta, usar la de temporada o cambiar la mezcla y la cantidad añadida de cada una para que el bebé aprenda a identificar los sabores poco a poco. Al inicio de la incorporación de estos alimentos se aconseja probar con las frutas una a una, en lugar de mezclar varias. Las suaves y poco alergénicas, como la manzana y la pera, son idóneas para las primeras compotas. A medida que se acostumbre al nuevo plato, se le puede ofrecer un batido de frutas frescas con un toque de zumo de naranja, sin endulzantes ni aromatizantes añadidos.
A menudo, los potitos de fruta industriales usan naranjas o manzanas y, según el caso, el fabricante añade otras como albaricoque, melocotón, piña, plátano o pera. Otros ingredientes añadidos son agua o zumo, espesantes o gelificantes (harina y almidón), vitamina C y azúcar. Las calorías varían des las 55 Kcal por 100 gramos hasta las 84 Kcal por 100 gramos. Serán más energéticos los productos con azúcar añadido, almidones, harinas o una cantidad mucho mayor de fruta que el resto.
Los potitos artificiales no alcanzan el sabor original de las papillas caseras, ya que se caracterizan por la homogeneidad, tanto de su sabor como textura fina y sin grumos. Es fundamental adaptar la textura de las papillas de fruta y los purés hacia una más espesa, donde la fruta batida o en compota se pase a la fruta chafada, con ciertos grumos, para que los niños aprendan a masticar, aunque sean alimentos blandos. Los potitos son semisólidos y, además de cumplir la función de nutrición, ayudan a que el niño descubra sabores nuevos y aprenda a tragar.
El azúcar contiene calorías “vacías”, es decir, aporta energía pero no nutre porque no está provisto de vitaminas, minerales ni ningún otro nutriente. Si el bebé se acostumbra a tomar alimentos de sabor muy dulce, le resultará más difícil aceptar otros sabores. En el caso de las frutas, será fácil que las rechace al probar su sabor real porque no le resultarán dulces, sobre todo si son las más ácidas (naranjas, mandarinas o fresas).