De pronto, el niño se rasca la cabeza, y se rasca y no para de rascarse. Mala señal. Casi con seguridad se estará ante un caso de la infección más común entre los pequeños, en particular los de Educación Infantil: la pediculosis. Los piojos invaden el cuero cabelludo, dejan sus larvas, llamadas liendres, y es tan difícil deshacerse de ellos… Aunque si mal de muchos es consuelo de tontos, vale para este caso: en 4 de cada 10 hogares con niños en edad escolar ha habido piojos alguna vez, según los resultados de una encuesta sobre pediculosis elaborada por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) y el Centro de Información de la Pediculosis (CIP).
Los piojos se refugian en el cuero cabelludo porque buscan el calor y, como los mosquitos, se alimentan de sangre. «Son parásitos que miden de dos a cuatro milímetros de largo, de color blanco grisáceo, y pueden depositar hasta diez liendres por día», explica Antonio Jurado, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Materno Infantil de Málaga.
Los picores comienzan cuando la persona ha desarrollado anticuerpos. Es entonces cuando empieza la batalla para eliminar al parásito. «Establecer el diagnóstico es muy fácil: si el niño se rasca con frecuencia la cabeza y las orejas, lo más probable es que estemos ante este caso», resalta Jurado. Los piojos atacan sin discriminar edad ni clase social, aunque sus estragos son mayores entre los peques de Educación Infantil. ¿El motivo? Lógico: «Los niños juntan las cabezas para jugar y se intercambian objetos personales, como gorros y peines», explica el especialista.
Mitos y verdades
El problema de los piojos está asociado con muchas creencias populares que en realidad no tienen asidero científico. La citada encuesta -el primer estudio de sus características realizado en España, sobre la base de 2.000 personas, entre junio y julio de 2011- reveló, por ejemplo, que 6 de cada 10 personas asocian la falta de higiene con el riesgo de contagio, cuando los hechos demuestran que eso no se corresponde con la realidad.
«Durante mucho tiempo se pensó en la falta de higiene como uno de los motivos de la enfermedad -explica Jurado- pero ahora las condiciones han cambiado y estos parásitos persisten». De hecho, aún no está claro el motivo por el cual los piojos constituyen una plaga tan difícil de combatir.
Otra creencia errónea es la de que la mordedura del parásito causa dolor o picazón. Los piojos se alimentan de la sangre unas cinco veces al día, y cuando lo hacen segregan una sustancia que evita la coagulación: es eso lo que genera escozor, e incluso puede producir heridas y derivar en infecciones y fiebre. Por eso, en caso de que el afectado sea menor de dos años, se debe acudir a la consulta del pediatra.
Por lo demás, casi todos los padres inician tratamientos sin consultar a un profesional, salvo -explica Jurado- aquellos «que observan que sus hijos se han rascado tanto que se han provocado heridas profundas». Esos tratamientos se efectúan no solo con productos de venta libre en farmacias: un dato curioso que revela la encuesta de la CEPEAP y el CIP es que, todavía hoy, más del 50% de los adultos aplica vinagre sobre las cabezas de sus niños.
¿Cómo combatirlos?
La solución consiste en que los niños «permanezcan en sus casas tres o cuatro días para que los padres los miren y desinfecten con productos específicos», indica la educadora Laura Fernández. Esta docente propone quitarle dramatismo al problema, ya que tener piojos no quiere decir que se padezca una enfermedad contagiosa. No por nada, la citada investigación determinó que uno de cada 5 adultos admite que se sentiría avergonzado si su hijo tuviera piojos. «Muchas madres se ofenden cuando se les informa de que en las cabezas de sus hijos hay piojos», cuenta la auxiliar de jardín de infancia Carmen Gallardo.
Por eso, la recomendación es actuar con la mayor normalidad posible, sobre todo para evitar que los niños se sientan mal ante sus compañeros y se generen situaciones desagradables, con burlas e insultos.
Fernández advierte que «los piojos son como una mancha de aceite que se va pasando de un niño a otro, ante la cual es necesario tomar las medidas adecuadas». El objetivo fundamental es evitar que se contagien otros niños por contacto directo y así impedir que los piojos se vayan expandiendo. Para ello, es necesario examinar con lupa (literalmente, si hace falta) la raíz del pelo, con el fin de eliminarlos de manera definitiva. Resultan fundamentales la comunicación y la información -en muchos centros educativos y guarderías se entregan notas para informar a los padres de qué hacer en caso de contagio- y, por supuesto, no ofenderse ante el aviso de que nuestro niño ha caído víctima de estos indeseables seres…
Cuando los piojos incuban en la cabeza de las personas dejan allí las liendres, que muchas veces se pueden confundir con la caspa. La manera de distinguirlas es a través de la limpieza: ?La caspa desaparece con un champú adecuado, mientras que las liendres no se eliminan con facilidad?, especifica Jurado.
Una vez que los parásitos han desaparecido del cuero cabelludo, es necesario crearles un hábitat que dificulte su retorno a la cabeza del niño. Los expertos recomiendan, para ello, disminuir la temperatura de la nuca; el pelo corto en los varones y las trenzas o coletas en las niñas son buenos recursos para ganar la batalla definitiva. Dice Jurado: ?No se debe bajar la guardia, hay que estar todo el tiempo revisando el pelo del pequeño?. Una recomendación que conviene tener siempre presente.