Los padres son, en ocasiones, los responsables de los problemas de sueño de sus hijos, ya que les permiten acostarse demasiado tarde o les consienten hábitos inadecuados. Las malas relaciones familiares o las disputas entre los progenitores son otras causas que alteran el sueño de los pequeños. Los niños que soportan peleas frecuentes entre sus padres y que viven en un ambiente familiar cargado temen quedarse dormidos.
Pautas para corregir alteraciones del sueño
A menudo, conseguir que el niño se duerma es una verdadera pesadilla para sus padres. Aunque el insomnio es raro entre la población infantil, los pequeños sufren frecuentes alteraciones del sueño. La razón principal: unos malos hábitos de descanso. «A los niños, desde que son lactantes, hay que enseñarles a que mantengan unas pautas de sueño constantes. Es fundamental que se acuesten siempre a la misma hora y que duerman las horas que precisan», explica Enrique Bauzano, especialista en neurofisiología. Los cambios de ese horario o las alteraciones de las costumbres del sueño provocan que los menores duerman poco y mal por las noches y que estén somnolientos e irritables durante el día. Además, el malestar aumenta la ansiedad de los pequeños y de sus familias, que no descansan bien.
El 2% de todas las consultas de pediatría están motivadas por alteraciones del sueño. «La dificultad de los niños para dormir con normalidad no solo les afecta a ellos, sino que también la sufren sus padres, que son quienes, cuando la situación se prolonga demasiado, deciden llevarlos al médico», precisa Bauzano, quien añade que, en esos casos, lo prioritario es diagnosticar correctamente el trastorno para saber sus causas y poder atajarlas.
El sueño es una función fisiológica compleja que requiere una integración cerebral completa. Las modificaciones del mismo en la infancia, entre ellas el insomnio, pueden tener repercusiones de importancia en el desarrollo integral del niño. El insomnio es un trastorno que se define como la incapacidad o dificultad para iniciar o mantener el sueño, lo que origina frecuentes despertares ante cualquier estímulo.
Las causas del insomnio son diversas:
- Las más usuales se relacionan con aspectos psicológicos, ambientales, familiares y sociales. Hay niños que adquieren una conducta noctámbula y carecen de una disciplina para acostarse: se van a la cama demasiado tarde. En esa circunstancia, los padres deben imponer el denominado toque de queda, según los médicos. Este implica enviar a sus hijos a descansar a una hora lógica. Junto con ello, no hay que ceder a los mecanismos y artimañas que los menores desarrollan para estar más tiempo despiertos.
- La alergia a la comida o la intolerancia a la leche de vaca también dificultan el descanso, puesto que quien lo sufre se despierta con asiduidad durante la noche y se siente incómodo.
- Las causas orgánicas acentúan estos problemas. Las más habituales son la otitis (dolor de oído), la dermatitis (escozor o picor en la piel), la obstrucción de las vías aéreas superiores (dificultad para respirar), el reflujo gastroesofágico (los restos de comida se vienen de improviso a la boca), la mala nutrición y el retraso del crecimiento.
En cuanto a los métodos para corregir el insomnio infantil, unas veces son farmacológicos -cuando el trastorno lo provoca una causa orgánica- y otras, la mayoría, se basan en cambiar los hábitos incorrectos del niño por otros más adecuados que favorezcan su descanso. «Al marcar un horario e impedir que trasnochen, se logrará un paso muy importante para corregir las alteraciones», destaca el doctor Bauzano.
El especialista agrega que el futuro del sueño dependerá del hábito que los padres inculquen a sus hijos. Si están sanos y no les pasa nada, hay que hacerles cumplir la hora fijada para acostarse. En este asunto, la educación que se reciba es clave. Si el niño padece alguna enfermedad, hay que llevarlo pronto al médico para que la diagnostique y ponga un tratamiento.
Además del insomnio, hay una gama de trastornos que impiden a los menores conciliar el sueño
Pero además del insomnio, hay una gama de trastornos que impiden a los menores conciliar el sueño. Los más frecuentes son: despertares confusos o incompletos, terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo, rabietas, arritmias motoras (movimientos repentinos que el niño precisa hacer para dormirse), calambres nocturnos, bruxismo (rechinar de dientes), enuresis (orinarse en la cama), hablar solo en sueños…
Mención especial merecen las parasomnias -están relacionadas con la epilepsia-, que son un trastorno del sueño que no sucede por exceso o por defecto, sino por ciertas alteraciones. Los despertares paroxísticos y episódicos, la epilepsia frontal nocturna (despertar brusco) y el errabundismo, que consiste en caminar e incluso correr por la casa sin rumbo y mientras se repiten una serie de palabras. Al día siguiente, el niño no se acuerda de nada. Las parasomnias se suelen tratar en la actualidad con fármacos antiepilépticos.