No solo los altos ejecutivos con una agenda a rebosar sufren estrés. Este mal aflige también a profesores, amas de casa… y a niños, para quienes se torna aún más grave, ya que no saben cómo afrontarlo. Los exámenes, la temida visita al dentista o una agenda escolar repleta de actividades pueden provocar un exceso de ansiedad en los niños que les causa desde dolor de cabeza o abdominal hasta un cambio de carácter y de hábitos.
Situaciones que desbordan
Cambiar de profesor o de etapa escolar, ir al dentista, tener un nuevo hermanito o mudarse de ciudad son circunstancias que pueden provocar estrés en un niño. La razón es que, durante la infancia, este mal puede estar causado por cualquier situación que requiera una nueva adaptación o cambio; situaciones que a menudo suponen ansiedad. El estrés infantil puede definirse como la falta de respuesta adecuada a las exigencias de la vida diaria.
Una situación de estrés puede derivarse de cambios positivos, como comenzar una nueva actividad, pero generalmente, según señalan desde el Centro de estudios y Terapia del Comportamiento de San Sebastián, «está vinculado a cambios negativos, como el que puede producir la separación de los padres, la muerte de seres queridos, o alguna situación traumática». Las causas que provocan el estrés en la infancia son muchas y variadas, desde la separación o divorcio de los padres, la muerte de algún familiar o las actividades extraescolares, si son demasiadas. El dolor y la enfermedad son las principales fuentes de este problema en los niños.
El dolor y la enfermedad son las principales fuentes de este problema en los niños
El estrés es, por tanto, la respuesta a cualquier situación o factor que crea un cambio emocional o físico. Y no es una cuestión de sexo ni de edad, sino que cualquiera puede padecerlo. En los niños puede desarrollarse desde edad temprana, entre los 2 y 3 años, por el miedo a separarse de la madre cuando van a la guardería. O más adelante, a medida que tienen que cumplir con más objetivos, como las exigencias en clase entre los 8 y 10 años de edad. En la adolescencia, el problema se complica con los cambios de esta etapa y con síntomas más cercanos a los del estrés adulto.
Aunque cierto nivel de estrés es útil -ya que sirve de motivación para afrontar los retos vitales-, el exceso de ansiedad puede interferir de un modo excesivo en la vida, las actividades cotidianas, e incluso, la salud de quien lo padece. La capacidad de respuesta ante una situación que provoca ansiedad depende, en gran medida, de la experiencia previa y de la educación recibida, que permiten a la mayoría de las personas responder de forma apropiada cuando las circunstancias lo exigen. Pero no siempre se produce esta respuesta y es ese momento ante el estrés, que en la infancia se torna aún más grave que en los adultos. Para los niños, «incluso situaciones que exigen cambios pequeños, como conocer nuevos amigos, pueden tener un enorme impacto en sus sentimientos de seguridad», según señalan desde el gabinete psicológico CBP, de Madrid.