La obsesión por la nutrición puede conducir al exceso. Esto, que nadie discutiría en determinados grupos sociales, parece ser que también se da con los bebés. La recomendación de «ganar peso» y acelerar el crecimiento de los prematuros podría tener riesgos cardiovasculares a largo plazo; las leches infantiles enriquecidas podrían ser «demasiado nutritivas». Así lo afirma una investigación británica, que propone una hipótesis unificada para el origen temprano del riesgo cardiovascular.
Diversos estudios han sugerido hasta la fecha que existe una relación más o menos directa entre la alimentación que reciben los bebés a base de fórmulas sustitutivas de la leche materna y un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Frente a este riesgo, no pocos autores contraponen los efectos protectores de la leche materna. Ahora, dos investigadores del Instituto de Salud Infantil de Londres plantean una hipótesis nueva: la leche materna es más beneficiosa, pero el problema no está en que la leche sea de sustitución sino que a veces se emplean formulaciones demasiado ricas que aceleran el crecimiento del bebé. Y este crecimiento acelerado tiene consecuencias negativas a largo plazo.
El estudio, firmado por los investigadores Atul Singhail y Alan Lucas, se acaba de publicar en la revista médica The Lancet. En realidad son varios estudios, realizados en años anteriores y publicados entre 2001 y 2004, en los que se analiza la relación entre distintos tipos de alimentación de bebés, algunos de ellos prematuros, y diferentes parámetros indicadores de riesgo de enfermedad cardiovascular y trastornos asociados: alta presión sanguínea, resistencia a la insulina, concentración de leptina (hormona que puede ser un indicador de obesidad) y lipoproteínas en plasma.
Los resultados de todos esos estudios, comentados por los autores en la misma revista, sugieren que la aceleración del crecimiento infantil, «erróneamente llamada catch-up [de compensación], está asociada con la aparición posterior de resistencia a la insulina, obesidad y enfermedad cardiovascular». La hipótesis defendida por los autores «predice que una alta ingesta de nutrientes para promover el crecimiento podría programar de forma adversa la salud cardiovascular».
Mejor dietas relativamente pobres
Una alta ingesta de nutrientes para acelerar el crecimiento en los bebés podría programar negativamente la salud cardiovascularEn el estudio sobre la resistencia a insulina, publicado en The Lancet en 2001, el equipo comparaba la evolución de dos grupos de adolescentes que nacieron prematuramente y que en la fase de «recuperación» fueron alimentados con fórmula estándar unos y con fórmula enriquecida los otros. Los resultados mostraban que una dieta «relativamente pobre» y un crecimiento más lento eran más beneficiosos frente al riesgo de sufrir diabetes que fórmulas muy enriquecidas y crecimientos acelerados.
En el último estudio se compara el perfil lipoproteico de diferentes grupos de recién nacidos que han seguido en dos ensayos desde 1982 (216 adolescentes de 16 años, de un grupo inicial de 926 prematuros). En el primer ensayo, se comparaba la evolución de los bebés alimentados con leche materna procedente de un banco de donantes y con fórmula infantil para prematuros; en el segundo, se comparaba entre fórmula infantil estándar y fórmula para prematuros.
El principal dato medido es el nivel de colesterol, a partir de la ratio de lipoproteínas de baja densidad (colesterol «malo») frente a las de alta densidad (LDL – HDL), así como la concentración de la denominada CRP, una proteína que está relacionada con la respuesta inflamatoria del proceso de ateroesclerosis. El principal resultado, explican los investigadores, es el hallazgo de que los adolescentes que tomaron leche materna de donante tienen un 14% menos de colesterol frente a los que tomaron fórmula para prematuros. Igualmente, y al poder medir «exactamente» la cantidad de leche materna de donante que toman los bebés, han podido establecer que a mayor ingesta de leche humana menos colesterol y menos CRP.
No obstante, el trabajo tiene algunas limitaciones, admiten los autores, como el no haber podido seguir a todos los niños que iniciaron el estudio y el hecho de no poder medir la alimentación posterior. Pero si la hipótesis que plantean fuera cierta, tendría implicaciones importantes en las actuales recomendaciones para la nutrición infantil.
Hipótesis del crecimiento acelerado
En realidad, la idea no es nueva y ya se había aventurado algo similar con animales. En la revista Trends in Ecology and Evolution, en mayo de 2001, los investigadores Metcalfe y Monaghan afirmaban que en diferentes organismos ya se había visto que el crecimiento compensatorio acelerado, que se da después de una época de déficit nutricional y poco crecimiento y que tiene unos efectos positivos inmediatos, «está también asociado a una variedad sorprendente de costes que a menudo no son evidentes hasta mucho tiempo después en la vida adulta».Atul Singhail y Alan Lucas, por su parte, sugieren que esa hipótesis del crecimiento acelerado y sus costes podría explicar los orígenes tempranos del riesgo cardiovascular. «Aunque no abogamos por la restricción nutricional en la infancia, debería investigarse más en esta línea», afirman. Las recomendaciones de «crecimiento del bebé» por parte de las administraciones sanitarias -y en la práctica habitual – necesitan «un cuidadoso análisis de riesgos y beneficios», concluyen.
En 1999 un amplio estudio realizado en Alemania revelaba el efecto protector de la leche materna frente a la obesidad. Dirigido por Rüdiger von Kries, pediatra de la Universidad Ludwig Maximilian, el trabajo mostraba una prevalencia de obesidad en niños que nunca habían sido amamantados del 4,5%, mientras que en niños que sí habían sido amamantados era de un 2.8%.
También se halló una relación dosis-respuesta entre el tiempo que tomaron pecho exclusivamente y la prevalencia de obesidad. Así, la prevalencia de obesidad era del 3,8% para los niños que tomaron pecho exclusivamente durante dos meses; del 2,3% para los que tomaron pecho por 3-5 meses; del 1,7%, para el grupo de 6-12 meses, y del 0,8% para aquellos que tomaron pecho más de 12 meses. La significación de trabajos como éste, que se hizo con más de 9.000 niños, han llevado a recomendar más fuertemente si cabe la leche materna desde organizaciones como la OMS.
El informe de expertos de la OMS y la FAO, «Dieta, Nutrición y prevención de enfermedades crónicas», realizado en 2003, apunta entre sus recomendaciones la alimentación con leche materna «exclusivamente». En el caso de usar leches de fórmula infantil, los expertos recomendaban evitar azúcares y almidones añadidos. Igualmente significativa de la tendencia a la sobrealimentación es la recomendación de «animar a las madres» a aceptar la habilidad natural del niño para regular el consumo energético y no obligarlo a comer «hasta que el plato esté vacío».