“Solo come papillas”, “lo quiere todo triturado”. Con frecuencia, muchos padres se quejan de la negativa de sus hijos a comer alimentos sólidos. Esta “dificultad” para digerir la comida con otra consistencia que no sea la del puré o la papilla puede prolongarse en el tiempo y convertirse en un problema para el desarrollo óptimo del niño. Para evitarlo, los especialistas recomiendan comenzar de forma gradual la introducción de los alimentos semisólidos y sólidos a partir de los 6-8 meses y no retrasarlo nunca más allá de los 10-12 meses.
El fin de la lactancia
El segundo semestre de vida del bebé constituye la etapa de transición entre la alimentación láctea exclusiva y la alimentación normal y variada que debe alcanzar a partir de un año de edad, aunque los niños que no se alimentan de leche materna pueden comenzar esta etapa un poco antes, a partir de los 4 o 5 meses.
Los padres deben prestar especial atención a este periodo transitorio en la alimentación del bebé: si se desarrolla con éxito y de forma gradual y adaptada a los requisitos y habilidades del niño, se sentarán las bases de una óptima conducta alimentaria en el futuro.
Alimentación infantil sólida
La edad mínima en la cual se pueden comer ciertos tipos de alimentos está determinada por el desarrollo neuromuscular del niño. De este modo, según se recoge en los ‘Principios de orientación para la alimentación complementaria de niños entre los 6 y los 24 meses’, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al comienzo y hasta que se adquiere la habilidad de mordisquear o masticar son necesarios los alimentos semisólidos o purés.
Según la OMS, es importante introducir alimentos sólidos «grumosos» antes de los 10 meses de edad
Sin embargo, tal como apunta este organismo, es recomendable no excederse en la práctica con este tipo de alimentos triturados y aumentar la consistencia de los alimentos «gradualmente de acuerdo con la edad del niño». De hecho, la OMS señala que existe una ventana crítica de tiempo para introducir alimentos sólidos «grumosos» y que, si no se introducen antes de los 10 meses de edad, «es posible que aumente el riesgo de dificultades durante la alimentación en el futuro».
Pautas de alimentación infantil según la edad
Si se tienen en cuenta las habilidades y aptitudes normales de los niños sanos entre los 4 meses y un año, la OMS recomienda seguir las siguientes pautas en la introducción de alimentos de distintas consistencias:
- A partir de los 4-6 meses: una vez que ha desaparecido el reflejo de extrusión, que provoca que el lactante expulse los alimentos de su boca, se puede comenzar la alimentación con papillas, purés y alimentos semisólidos.
- A partir de los 8 meses: a esta edad se puede empezar a probar con alimentos sólidos que puedan agarrar los bebés con sus dedos y tengan una consistencia blanda que les permita chuparlos y triturarlos por sí mismos poco a poco, aunque no tengan dientes.
- A partir de los 12 meses: a partir del año, casi todos los niños están más que preparados para comer los mismos tipos de alimentos que un adulto, tanto en su variedad como en su consistencia, aunque se deben evitar alimentos que pueden causar que los niños se atoren o atraganten porque se bloquee la traquea, como nueces, uvas o zanahoria cruda entera o en trozos.
Dejar que el niño coma solo
Para facilitar la transición entre la alimentación líquida y la sólida, se puede empezar a proporcionar al bebé alimentos sólidos adecuados a su edad. Cuando ya sea capaz de mantenerse erguido sentado en su silla o trona, podrá tomarlos por sí mismo. Tal como señaló el pediatra Carlos González en su exposición del pasado año en TEDxValencia, ‘Alimentación infantil libre de papillas’, esta práctica, además de ayudar al niño a aprender a masticar y deglutir sólidos, le permite «desarrollar la psicomotricidad fina al coger los alimentos y tomar decisiones sobre qué es lo que le gusta y lo que no».
Algunas familias llevan a cabo de forma exclusiva este método y eluden la fase de los purés y papillas antes de los alimentos sólidos. Es lo que se denomina «Baby led weaning» (BLW), un nuevo concepto de alimentación infantil que propone evitar la comida triturada y acostumbrar al bebé desde el momento del destete o de la introducción de alimentos complementarios a la comida sólida.
Los defensores de este tipo de alimentación, entre ellos Carlos González, destacan entre sus ventajas que, al comer los alimentos por separado y no mezclados en papilla, el niño puede conocer las características de cada uno de forma aislada y aceptar así poco a poco las diferentes texturas y sabores. Para evitar peligros, los expertos en BLW recomiendan, además, que un adulto supervise siempre al bebé mientras come y empezar por alimentos que se puedan deshacer bien en la boca (frutas maduras, verduras cocidas, pan o pasta).