Durante el periodo de lactancia, algunos hábitos de la madre pueden ser muy perjudiciales, ya no para ella, sino para la salud del bebé. El humo del tabaco, beber alcohol -aunque sea en cantidades moderadas- o el consumo de otras sustancias tóxicas no son las mejores situaciones para el pequeño. En algunos casos, el riesgo al que se expone el bebé supera los beneficios de la lactancia natural, y los especialistas recomiendan optar por la lactancia artificial.
El tabaco en la lactancia
A estas alturas, sobra decir que el consumo de tabaco es perjudicial para la salud de la población, más aún si la fumadora en cuestión alimenta con su leche a un bebé. La nicotina pasa a la leche materna y, aunque no alcanza niveles tóxicos para el lactante, sí puede provocarle problemas, por ejemplo, para conciliar el sueño. No obstante, los especialistas están de acuerdo en que lo más peligroso es que el bebé respire el humo del ambiente.
Numerosos estudios asocian la exposición del bebé al humo del tabaco con el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Al parecer, los niños fallecidos por SMSL tienen mayor concentración de nicotina y conitina, dos marcadores biológicos de la exposición al humo del tabaco, que aquellos que fallecen por otras causas. Los bebés que se exponen al humo tienen más probabilidades de sufrir infecciones respiratorias, asma y otitis. Y cuando el niño sufre asma, inhalar humo de tabaco le confiere más probabilidades de empeoramiento.
Hábitos perjudiciales: alcohol, embarazo y lactancia
Es conocido el efecto del alcohol durante el embarazo: beber dos o más unidades de alcohol al día aumenta el riesgo de aborto espontáneo y provoca problemas de desarrollo físico y mental en el recién nacido. El Síndrome Alcohólico Fetal, SAF, es la tercera causa de retraso mental grave en España. Y, sin embargo, es la más fácil de evitar: basta con no consumir alcohol durante la gestación.
Pero no todo queda ahí. Una vez nacido el bebé hay que saber que si la madre da el pecho, el alcohol consumido pasa a la leche materna y su olor es tan fuerte que puede ser motivo de que neonato la rechace. Algunos estudios también señalan que su consumo inhibe la secreción de prolactina, la hormona que interviene en la producción de leche, durante casi dos horas después de su ingesta.
Los efectos del alcohol sobre el lactante son proporcionales a la cantidad que consume la madre: a cantidades moderadas no se ha demostrado que provoque daño, pero sí puede provocar sedación a partir de dosis de 0,5 gr/Kg, cantidad equivalente a 200 ml de vino, 500 ml de cerveza o 60 ml de licor. Los especialistas recomiendan consumo cero durante los primeros tres meses, y después, si se toma, hacerlo en cantidades pequeñas, alejadas de las tomas, y evitar las bebidas de alta graduación.
Sustancias tóxicas y lactancia materna
El consumo de otras sustancias tóxicas -estas sí, ilegales- como la heroína, cocaína, anfetaminas o marihuana, provoca efectos nocivos en la salud del lactante. La marihuana pasa a la leche materna, y algunos estudios indican que persiste en el organismo del bebé incluso tres semanas después. Cuando la madre lactante la consume, el bebé puede manifestar estado de sedación del neonato además de un aumento de peso lento, más riesgo de muerte súbita, alteraciones de desarrollo físico y mental y mayor probabilidad de sufrir trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
La cocaína, éxtasis y heroína están, por supuesto, contraindicados en la madre que lacta. Los efectos que producen en la madre son los mismos que puede sufrir el bebé, además de provocarle problemas de desarrollo e, incluso, adicción (con el consecuente síndrome de abstinencia). Por el contrario, la metadona -opiáceo que actúa en los mismo receptores que la heroína- no representa un riesgo ya que, aunque pase en cantidades mínimas a la leche, aporta a los niños de madres en deshabituación una mejoría de los síntomas del síndrome de abstinencia neonatal y abrevia el número de días de hospitalización.
Desde la Academia Americana de Pediatría se recomienda optar por la lactancia artificial en las mujeres con consumo de alcohol mayor de 1gr/kg/día o las drogas mencionadas, con excepción de la metadona, que consideran segura en dosis menores de 20mg. A todo ello hay que sumar que, ante estas situaciones, la madre suele tener disminuida la capacidad de atender en condiciones seguras a su hijo.
La lactancia materna y el ejercicio físico no están reñidos. Son muchos los beneficios que aporta al organismo materno: mejora la función cardiovascular, ayuda a perder el peso sobrante de la gestación, mejora el sistema musculoesquelético, reduce el estrés y la ansiedad, y aumenta la autoestima, entre otros. Y todo ello provoca en la madre una sensación de bienestar que repercute, claro está, en su bebé. No obstante, hay que tener una serie de precauciones.
Desde el comité de lactancia materna de la Asociación Española de Pediatría señalan que si la madre no está entrenada, la práctica de ejercicio de moderado a intenso puede provocar una disminución en el volumen de leche y cambios en su composición. Por ejemplo, un descenso en la concentración de algunos factores de defensa (como la inmunoglobulina A) y del azúcar natural de la leche (la lactosa), y un aumento del ácido láctico – sustancia que se secreta a la sangre al ejercitar los músculos- y que confiere un cierto sabor amargo a la leche.
No obstante, recomiendan practicar deporte después de dar el pecho, evitar aquellas actividades en las que se corra riesgo de lesionar la mama y utilizar un sujetador adecuado. Es importante aumentar la ingesta de líquidos y seguir una dieta pobre en grasa y rica en hidratos de carbono complejos para mantener los depósitos de glucógeno, principal fuente de energía para la actividad física.