En España, la infección por leishmania suponía algunas decenas de casos anuales. Al menos hasta hace poco. En un pequeño municipio al sur de Madrid, en el norte de Fuenlabrada, se han registrado en los dos últimos años más de 200 casos. Según los especialistas, es el mayor brote de la infección en humanos que ha tenido lugar en España. Tal y como registra el boletín epidemiológico de esta comunidad, en 2008 y 2009 se registraron 15 casos anuales. Sin embargo, en 2010 hubo 108 casos y en 2011, 118, de los cuales se hospitalizó a 62 personas. Qué significa esta enfermedad para las personas, cuáles son las señales de alerta y cuáles son las medidas de prevención son algunas cuestiones que se pregunta parte de la población, sobre todo, si son propietarios de un perro.
Desde finales del año 2009, en los municipios de Fuenlabrada, Leganés y Getafe (zona sur de Madrid) ha habido un aumento en el número de casos de leishmaniasis visceral y cutánea, que se ha incrementado a lo largo de 2010 y 2011. Así se confirma desde el Grupo de Infecciosas de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria, SoMaMFyC. Los últimos datos disponibles señalan que desde el 1 de julio de 2009 hasta el 1 de febrero de 2012, el área de Salud Pública ha registrado 209 casos: 93 viscerales y 116 cutáneos. El 83,7% de los pacientes residen en el municipio de Fuenlabrada. Los especialistas avisan de un nuevo despunte y contabilizan 228 casos registrados a 27 de febrero de 2012.
Hasta ahora, los registros epidemiológicos señalaban a la Comunidad Valenciana, Madrid y Cataluña, en orden decreciente, como las zonas donde se registraba mayor número de casos de leishmaniasis en personas -provocada por el Leishmania infantum-, con un total aproximado de 100 nuevos casos cada año (una tasa de 0,40 infectados por cada 100.000 habitantes). De estos, un 90% se corresponden con la forma de leishmaniasis sistémica, que afecta a todo el organismo.
Cuando la leishmaniasis ataca a las personas
La leishmaniasis se transmite por la picadura de la hembra de una pequeña mosca infectada con protozoos
La leishmaniasis se transmite por la picadura de la hembra de una pequeña mosca, el flebótomo, infectada con protozoos del género Leishmania. Para completar el ciclo del parásito, es imprescindible este insecto, que actúa como vector, ya que la enfermedad no es contagiosa entre personas. A menudo, el reservorio del parásito son los animales, sobre todo, los perros.
Esta parasitosis afecta en especial a niños -con un sistema inmune sano, pero todavía inmaduro- y adultos jóvenes y se asocia a personas inmunodeprimidas: un 43% tiene un estado de inmunodepresión (pacientes trasplantados) y, de estos, cerca del 28% son personas infectadas por el VIH. Se estima que, en España, entre el 7% y el 10% de la población canina -cifrada en más de 4,5 millones- está infectada, aunque en algunas zonas el porcentaje se estima en un 35%.
Leishmaniasis: las señales de alerta
Según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, SEIMC, hay distintas formas de leishmaniasis: la cutánea, que representa el 75% de todos los casos nuevos (L. braziliensis, L. guyanensis y L. panamensis); la forma mucocutánea, denominada también espundia o gangosa, más frecuente en Sudamérica, se detecta meses o años después de un episodio cutáneo en el 5%-15% de los casos; la leishmaniasis visceral, sistémica (o kala-azar) y una forma de enfermedad asintomática.
La leishmaniasis cutánea destruye las membranas y mucosas de boca y garganta y los cartílagos de la nariz. Los síntomas son: dificultad para respirar y para deglutir; lesiones en la piel que se convierten en heridas de lenta evolución (úlceras) y heridas en encías, lengua, labios y nariz; congestión y/o hemorragia nasal y rinorrea (secreción nasal).
Cuando la leishmaniasis es sistémica y afecta a un niño, lo hace de forma súbita y los síntomas primeros suelen ser tos, diarrea, fiebre y vómitos. Si es un adulto, este manifiesta fiebre mantenida, que puede durar entre dos semanas y dos meses (cíclica), además de cansancio extremo y falta de apetito, dolor abdominal, piel deshidratada, pálida y de color grisáceo y pérdida de peso. También de manera progresiva, hay un agrandamiento patológico del bazo (esplenomegalia), hepatomegalia (aumento del tamaño del hígado) y alteraciones en el recuento de las células sanguíneas.
Por norma general, la leishmaniasis sistémica requiere un tiempo de incubación que oscila de semanas a meses antes de ser evidente. Esta última, sin el tratamiento médico adecuado, es muy grave y tiene una tasa de mortalidad muy elevada. Algunos medicamentos utilizados están basados en una sustancia, el antimonio pentavalente. También se utiliza la anfotericina B, ketoconazol, miltefosina y paromomicina, entre otros.
Medidas preventivas contra la leishmania
Evitar la picadura de los flebótomos es la clave de la prevención. Para conseguir esta, se deben colocar aislamientos alrededor de las camas (si se está en una zona de riesgo), poner mosquiteras en las ventanas, usar repelente de insectos en la piel y ropa protectora. Hay que tener en cuenta que la máxima actividad de la mosca que actúa como vector oscila entre el anochecer y el amanecer. Las medidas ambientales suponen la reducción de la población de flebótomos.
La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha llevado a cabo en la zona afectada el desbroce, limpieza de parcelas, desecación de algunas lagunas y fumigaciones periódicas en zonas verdes donde habita el flebótomo que transmite la enfermedad, entre otras medidas.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las leishmaniasis se registran en todos los continentes, excepto en Australia, y son endémicas en las regiones tropicales y subtropicales de 88 países. Su prevalencia es de 12 millones de enfermos y cada año hay unos dos millones de infectados nuevos, 500.000 con la forma visceral y casi 1.500.000 con la cutánea. Se asocia con una pérdida de años de vida saludable por parte de unos 2,4 millones de afectados y unos 50.000 mueren cada año de leishmaniasis sistémica que, en el grupo de enfermedades parasitarias, solo supera la malaria. La población en riesgo se estima en 368 millones de personas. Es una de las cinco parasitosis más importantes y pertenece al grupo de las “enfermedades olvidadas”, debido a su amplia distribución, incidencia y dificultad de control.