Abrazar a un bebé es un acto instintivo y natural que se realiza para mostrar el cariño y el afecto que se siente por él. Pero más allá del significativo beneficio que reporta al niño el factor afectivo, el abrazo también tiene un importante poder tranquilizador y terapéutico y ayuda a los padres a transmitir a sus hijos una sensación de seguridad y protección que puede repercutir en el desarrollo de su carácter y personalidad. Por ello, la Organización Mundial de la Salud lo recomienda como una técnica saludable y con múltiples beneficios. En este reportaje, enumeramos los seis más importantes.
Bebés y abrazos: beneficios físicos y cognitivos
Distintas investigaciones apuntan que los abrazos proporcionan numerosos beneficios físicos a los bebés: les ayudan a regular la temperatura y sus patrones de respiración, mejoran la estabilidad del ritmo cardiaco, afectan a su ganancia de peso y al crecimiento y favorecen la oxigenación, entre otros. Asimismo, se ha concluido que tienen efectos positivos sobre el área cognitiva, gracias a la estimulación sensorial que se obtiene por el contacto piel con piel y la cercanía con otras personas.
A estas ventajas hay que sumar los beneficios emocionales que reporta esta práctica, como señala Kathleen Keating, terapeuta norteamericana pionera de la abrazoterapia, en su obra ‘Abrázame’: «Abrazar a alguien encierra un poder tremendo. Crea un vínculo entre las personas y rompe las barreras de una manera que ninguna otra cosa consigue».
Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda los abrazos como una técnica saludable y con múltiples beneficios para el bebé. Se considera que mantener un contacto físico estrecho con el niño en los primeros meses de vida es esencial para la formación de su carácter y que, del mismo modo, la falta de esta muestra de afecto puede incidir en el desarrollo de su personalidad.
Las seis ventajas principales de abrazar al bebé
Fortalece los vínculos afectivos: el abrazo es el método más eficaz para transmitir al bebé el afecto que se siente por él y comenzar a crear así el vínculo que le acompañará durante toda la vida. El abrazo es importante en esta primera etapa, sobre todo, para realzar la figura del padre, puesto que al no tener la posibilidad de experimentar el vínculo y cercanía con su hijo que proporciona la lactancia, con el acto de abrazar puede alcanzar un importante grado de intimidad con el pequeño y estrechar los lazos con él.
Proporciona seguridad: después de nueve meses en el vientre materno, protegido de todos los agentes externos, el bebé debe habituarse de un modo brusco a un nuevo entorno y prescindir del efecto envolvente y de seguridad con el que contaba durante la gestación. La madre devuelve al pequeño esta seguridad al tomarle en sus brazos y unirle a su cuerpo lo suficiente para que pueda percibir parte de los sonidos y sensaciones que le acompañaron durante el embarazo.
Tiene un efecto tranquilizador: los bebés lloran con frecuencia, ya que es la forma recurrente que tienen para expresar sus necesidades fisiológicas. Pero en ocasiones también lloran tan solo para reclamar afecto. En ambos casos, el abrazo ejerce un efecto tranquilizador y calmante que ayuda a paliar el llanto y reconforta al pequeño, puesto que evita que se sienta ignorado o abandonado por el adulto.
Facilita la digestión: durante los primeros meses, tanto si la lactancia es materna como artificial, el bebé se alimenta en posición horizontal. Para ayudarle a expulsar los gases y el aire aspirado después de comer, es recomendable abrazar al pequeño en posición vertical y practicarle a la vez un pequeño masaje en la espalda. Esta postura es del mismo modo efectiva para calmar al bebé en el caso de que sufra el denominado cólico del lactante.
Les enseña el mundo: mientras el bebé permanece tumbado en el cochecito o en la cuna, tiene bastante limitada el área de visión. Sin embargo, la posición vertical que adquiere cuando le abraza un adulto le permite observar más allá y adquirir una perspectiva diferente y más atractiva del mundo que le rodea.
Les ayuda a conciliar el sueño: el abrazo ayuda al bebé a relajarse cuando se acerca el momento de dormir y le tranquiliza cuando la falta de sueño le provoca el llanto. En estas ocasiones, lo más recomendable es acunarle con movimientos rítmicos, e incluso, cantarle al oído alguna melodía tranquila.