Una correcta hidratación durante el embarazo, sobre todo en los meses calurosos, alivia algunos de los malestares más comunes, como el estreñimiento y las infecciones de orina. El agua es fundamental aunque, según indica la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), es tan importante la cantidad que se bebe como la calidad de su composición mineral. En este artículo damos algunas pistas de cuáles son las necesidades de hidratación en esta etapa de la mujer, así como la manera más fácil de satisfacerlas.
Hidratación y embarazo
Dos litros es la cantidad de líquido que pierde el organismo cada día. Beber la misma cantidad, que equivale a ocho vasos, ayuda a hidratar el organismo y hacer que funcione mejor. Si la sangre está más diluida, los nutrientes se distribuyen de un modo óptimo, aumenta la cantidad de orina y ello ayuda a eliminar toxinas. Todo esto cobra mayor importancia en la gestación, donde no solo importa la cantidad de líquido ingerido, sino también la calidad de aquello que se bebe.
Las embarazadas deben tomar entre 2,5 y 3 litros de agua al día
Así lo explica la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), a propósito de la publicación de la primera monografía «Agua, hidratación y salud en el embarazo y lactancia», con apoyo de Solán de Cabras.. En ella, los especialistas que han tomado parte en su creación exponen que la gestante debe tomar entre 2,5 y 3 litros de agua, según el trimestre en el que esté. El agua en el embarazo es fundamental para aumentar el volumen plasmático y mantener la cantidad de líquido amniótico y un correcto desarrollo fetal.
Aunque en España el agua del grifo es segura, en el embarazo, la lactancia y la primera infancia se sugiere consumir las de mineralización débil (bajo nivel de sodio y con niveles adecuados de calcio, magnesio y flúor). Los autores del monográfico señalan que, como las embarazadas no tienen sensación de sed, es importante observar el color de la orina; si este fuera más oscuro de lo habitual y si no hay ninguna patología que lo contraindique, haría falta incrementar la ingesta de líquidos.
En el documento «Consenso Científico sobre Hidratación», del Observatorio de Hidratación y Salud (OHS) se destaca que, a pesar de que muchas enfermedades son multifactoriales, hay evidencias que apuntan que la deshidratación leve tiene un papel clave en el desarrollo de muchas de ellas. Por poner un ejemplo: la deshidratación leve aguda puede ser un factor de riesgo para la oligohidramnios (poco líquido amniótico) que algunos especialistas asocian a bajo peso al nacer, aumento de la tasa de mortinatos y fallecimientos neonatales, mayor número de ingresos del recién nacido en unidades de cuidados intensivos y mayor frecuencia de malformaciones o enfermedades congénitas, entre otras.
Embarazadas: pautas para hidratarse bien
En el documento «Pautas de hidratación con bebidas con sales minerales para mujeres embarazadas y en periodo de lactancia» de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), se señala que:
- el agua facilita el transporte de nutrientes hacia el torrente sanguíneo del feto y su distribución por todo el organismo.
- el estreñimiento, un problema habitual en la embarazada, puede empeorar si no se beben los suficientes líquidos.
- ingerir líquidos a pequeños intervalos ayuda a prevenir la acidez creada por los jugos gástricos y las náuseas.
- beber más incrementa la cantidad de orina y favorece la depuración de toxinas, reduce la formación de cálculos renales y el desarrollo de infecciones de vías urinarias, habituales en las embarazadas. Para evitar estas últimas es fundamental orinar con asiduidad.
- el agua y otras bebidas ayudan a evitar la deshidratación, una entidad peligrosa en las gestantes. Los síntomas son: dolor de cabeza, náuseas e, incluso, contracciones.
- las náuseas, los vómitos o la gastroenteritis aguda provocan gran pérdida de sales minerales. Las bebidas ricas en sales minerales, además de contribuir a la rehidratación, tienen un efecto beneficioso en estas patologías.
Desde la OHS añaden que hay muchos estudios que demuestran que mantener un estado de hidratación adecuado tiene también un efecto beneficioso en la disminución del riesgo de sufrir hipertensión e, incluso, enfermedades dentales.
Durante la lactancia se ven incrementadas las necesidades hídricas de las madres. Hay que tener en cuenta que los bebés beben un promedio de 750 ml diarios de leche durante el primer medio año de vida. Por ello, las madres lactantes deben aumentar la ingesta de líquidos. Sin embargo, al contrario de lo que sucede durante el embarazo, sí que las lactantes sí tienen sensación de sed.
Desde la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomiendan, para salvaguardar la cantidad y composición de la leche, que la ingesta se incremente a tres litros de agua cada día. Una deshidratación leve es difícil que afecte a la calidad, pero si es moderada o grave, puede cambiar tanto la cantidad de la leche como su composición. En cuanto a la época de más calor, los especialistas explican que salvo aquellos días en los que las temperaturas son más elevadas, o si el bebé sufre algún proceso gástrico (como diarrea o vómitos), la leche materna es suficiente para mantener su hidratación.