Los refrescos en formato “extragrande” están de nuevo en boca de todos, aunque no para bebérselos, sino para debatir sobre su pertinencia. Desde que el alcalde de Nueva York propuso una ley para prohibir su venta en restaurantes, cafeterías y otros establecimientos de la ciudad, las reacciones han sido diversas, numerosas y no exentas de cierta polémica. La principal duda que suscita esta iniciativa está relacionada con su eficacia. ¿Es útil prohibir la venta de bebidas de gran volumen para combatir el sobrepeso de la población? Y si es así, ¿hasta qué punto? En este reportaje, señalamos la relación entre los alimentos XXL y la obesidad, medimos los principales problemas de las “tallas grandes” en bebidas y alimentos y aportamos tres consejos para mantener las tentaciones a raya.
Relación entre alimentos XXL y obesidad
La obesidad es uno de los problemas más graves de nuestro tiempo: afecta a mil millones de personas en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta que la causa principal es la diferencia entre las calorías que se consumen y las que se gastan. Y señala que, para revertir esta tendencia, el apoyo de la comunidad es fundamental, puesto que el entorno influye en las elecciones personales y puede fomentar un consumo de productos más saludable. Alineado con esta premisa, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha propuesto restringir la venta de bebidas tamaño XXL, a excepción de los refrescos light y las bebidas que se preparan con leche.
Pero las medidas restrictivas y prohibicionistas tienen un alcance limitado. En este caso, la coherencia llevaría a aplicar la misma norma a otros muchos alimentos demasiado azucarados o grasos que se venden en envases extragrandes. Bollos, pizzas, helados, postres lácteos o snacks salados son algunos de esos productos hipercalóricos que podrían entenderse como «causantes» de la epidemia de obesidad. Sin embargo, también se venden en formato «talla grande».
Los expertos en nutrición lo tienen claro: si el tamaño de las raciones importa y se entiende como un problema de salud pública, quizá deberían plantearse alternativas con mayor recorrido para solucionarlo. ¿Cuáles? Impulsar propuestas educativas para crear una mayor conciencia individual y colectiva sobre este asunto: la población ha de comprender que el consumo de refrescos y alimentos XXL perjudica la salud en mayor medida que el placer que causa su ingesta. Esto es muy importante, entre otras cosas, porque los efectos nocivos llegan al organismo de forma rápida.
El problema de las «tallas grandes» en bebidas y alimentos
El tamaño de los refrescos azucarados alarma. Tal vez, esta preocupación lleva a perder la perspectiva de que en la vida cotidiana es fácil encontrar numerosos alimentos que, por envase, proporcionan la mitad o incluso más de las calorías que se requieren para todo el día por término medio.
Las etiquetas que incluyen información sobre la ración de consumo recomendada para cada producto, así como las calorías y nutrientes (azúcares, grasas totales, grasas saturadas, sal…) que proporciona cada porción en comparación con un modelo de dieta isocalórica equilibrada (2.000-2.200 Kcal diarias), representan un avance en términos de educación alimentaria. Estas iniciativas, impulsadas por empresas de distribución y fabricantes, se pueden entender como un manual de instrucciones para comer más sano. Los datos se presentan de un modo sencillo. Lo difícil no está tanto en su comprensión, sino en la voluntad o la capacidad que tenga el consumidor para ceñirse a las recomendaciones.
Hasta la comida típica se vende hoy en formato XXL y se asienta la costumbre de consumirla en cantidades exageradas
¿Cómo dejar de comer pipas si está abierta la bolsa grande? ¿Somos capaces de comer la ración de patatas recomendada por el fabricante y no más, una vez empezada la bolsa de mayor tamaño? ¿Nos servimos solo la cantidad justa de yogur del envase gigante y el resto lo guardamos para otra ocasión? ¿Demasiada tentación para comer solo una onza de chocolate una vez abierta la tableta? Seguro que estas preguntas resultan bastante familiares. Y no solo están ligadas a los productos envasados o los que se sirven en locales de comida rápida, porque también hay alimentos de consumo tradicional que se venden en tamaños desmesurados.
Hasta la comida típica se adquiere hoy en formato XXL y parece haberse asentado la costumbre de consumirla en cantidades exageradas, que superan con creces la ración recomendada para un consumo saludable. En muchos hogares, se sirve como ración individual de carne o de pescado unos 200-250 gramos, el doble de la cantidad estimada para estos alimentos (125 g para la carne y 140 g para los pescados).
El recetario popular incluye muchos platos de cuchara (primeros platos) cargados de tropiezos de carne o embutidos (macarrones a la boloñesa, lentejas con costilla y morcilla, fabada, arroz con conejo o con pollo, ensaladilla rusa con atún y huevo duro, etc.) que suman proteínas, grasas y calorías al menú. Más todavía cuando de segundo plato se sirve como costumbre una ración de pescado o de carne.
En clave de excesos, cabría pensar también en otros alimentos, que entendidos como muy nutritivos y saludables, no siempre se consumen en cantidades razonables. En el caso de las frutas, no es más sano comer 4, 5 o más piezas al día si estas son de gran tamaño (tipo manzana o melocotón). Con el aceite de oliva sucede algo similar: ser muy generoso con el aceite al aliñar y cocinar, por muy saludable que sea -que lo es-, convierte el plato en una balsa de aceite y triplica o cuadruplica las calorías de la ración.
Alimentos XXL: tres consejos para mantener la tentación a raya
Es esencial pensar en qué hacemos al comer, al cocinar, al hacer la compra y al elegir un alimento u otro
La solución ante las raciones XXL pasa por pararse a pensar tanto cuando se come como al cocinar, incluso antes, en el momento de hacer la compra y elegir un alimento en lugar de otro. El sentido común, la racionalidad y el hecho de entender la alimentación como una oportunidad de disfrute y de fuente de salud, no como algo limitante ni como causante de enfermedades, puede ayudar a crear conciencia y a comer con buen criterio. Los siguientes consejos pueden servir de ayuda:
Las tentaciones, fuera de casa. Si se atraviesa un momento de ansiedad o de angustia, si no se tiene voluntad o resulta muy difícil resistirse a las tentaciones, lo más seguro para no sucumbir ante ellas es evitarlas en casa. Está demostrado que la accesibilidad a ciertos alimentos conduce a comer más, peor o de manera poco saludable
Visualizar las calorías. Puede ser útil tener a la vista un recipiente rellenado con 13 sobres de azúcar (106 gramos en total). Esta es la cantidad que contiene una botella de 1 litro de refresco azucarado. También podemos tener un vaso con el equivalente a 4 sobres de azúcar (35 g), la cantidad que contiene una lata. Es más fácil pensárselo dos veces cuando se tiene delante esta imagen que representa el exceso de azúcar que se añadirá al cuerpo cada vez que se bebe un refresco o cualquier bebida o zumo azucarado.
Leer las etiquetas. Un vistazo a la lista de ingredientes nos ayuda a discernir si comemos un producto nutritivo, puesto que a menudo la lista de aditivos (colorantes, conservantes, saborizantes, aromas, correctores de la acidez, emulsionantes…) supera con creces a la lista de ingredientes empleados como materia prima para elaborar el producto.