Por mucho que usted dedique tiempo a enseñar a su hijo o hija las bases de una buena nutrición, es seguro que ellos incluirán ciertas comidas muy típicas de nuestro tiempo; hamburguesas, patatas fritas, batidos, pollo frito, perritos calientes, pizza… alimentos propios de establecimientos de fast food. Lo cierto es que no habría nada que criticar a estos establecimientos de comida rápida si quien acude a ellos lo hiciera de forma esporádica. Pero, por desgracia, cada vez es mayor el el número de personas que lo convierten en la base de su alimentación, sin ser conscientes de los peligros nutricionales que esto conlleva. Comer rápido, a cualquier hora del día y a bajo precio, así como saber que se puede consumir este tipo de alimentos en cualquier rincón del mundo, son las bazas más fuertes de estos populares establecimientos. Sin embargo, las desventajas no sólo son más numéricamente sino que, además, resultan peligrosas: una desequilibrada composición desde el punto de vista nutricional, poca variedad de productos, olores y sabores fuertes que se presentan y que suelen resultar indigestos…
Un grave problema derivado de todo esto es la sobrealimentación. Es bastante frecuente que con tan solo una comida de tipo fast food ingiramos más de la mitad de las calorías diarias necesarias. Si a ello añadimos las calorías aportadas por el resto de comidas del día, el contenido calórico de la ingesta total se habrá disparado, con lo que estaremos induciendo a un problema de sobrepeso u obesidad.
Así mismo es frecuente observar en estos establecimientos un consumo insuficiente de leche y derivados, alimentos fundamentales para el correcto desarrollo de la masa ósea por su contenido de calcio.
El alimento base de estos establecimientos suele ser la carne que, ingerida con moderación, es un alimento excelente, mientras que un abuso en su consumo constituye un error alimentario debido a su elevado aporte de proteínas, grasas saturadas y colesterol. Lo cierto es que para alcanzar una dieta equilibrada, se debe aumentar el consumo de pescado a unas tres o cuatro raciones semanales en detrimento de la carne. Conviene señalar, que en un análisis publicado en la revista Consumer, en el que se analizaron seis hamburguesas envasadas de diferentes marcas comerciales, se comprobó que en algunas de ellas existen irregularidades en cuanto a su composición e ingredientes en relación con el etiquetado nutritivo, la normativa vigente respecto a este tipo de productos y a su calidad higiénico sanitaria (análisis Consumer).
Las tecnologías culinarias más empleadas en los fast food son las frituras, rebozados y empanados, lo que supone la incorporación de un exceso de grasa en el alimento, que calentada, presenta el inconveniente de ser más indigesta. Además, el consumo excesivo de materias grasas de origen animal provoca con el tiempo un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y de obesidad.
Los mostradores de estos establecimientos generalmente están excesivamente repletos de tartas, helados y pasteles, sin lugar para las frutas del tiempo o para los zumos naturales, que han sido sustituídos por bebidas carbónicas o gaseosas azucaradas. La obesidad, la diabetes o la caries dental, son entre otros, algunos de los problemas más comunes derivados del consumo frecuente de alimentos energéticos, ricos en grasas y azúcares sencillos.
Por otro lado, aunque las posibilidades de elección tienden a ser bastante limitadas, hay cadenas que han comenzado a ampliar sus listas de ofertas y algunos productos pueden ser considerados hoy día como saludables: ensaladas, frutas, yogures….. Para ello, siempre que sea posible se deberá elegir del menú ensaladas, pollo y pescado asado, mucho mejor que las patatas o el pollo frito y que el pescado rebozado.