Una vez tenga cocinado el producto debe introducirlo en un recipiente que sea resistente al calor (cristal o plástico resistente con tapa hermética), y taparlo inmediatamente para evitar contaminaciones de bacterias y microorganismos, por transmisión de insectos o del mismo ambiente.
Conviene que el alimento se enfríe lo más rápido posible, para lo cual lo puede dejar cerca de alguna ventana u otro lugar fresco, o enfriarlo al baño María con agua fría. Únicamente cuando el plato cocinado esté frío, se debe introducir en la nevera, ya que si lo hace cuando el plato está caliente, somete a un sobreesfuerzo al motor de refrigeración hasta que consigue volver a su temperatura adecuada.