Un reciente estudio señala que el trabajo precario es tan peligroso para la salud mental como estar desempleado. Además de la ansiedad y la depresión, el trabajo precario provoca otras consecuencias psicológicas negativas, como la tensión, la sensación de injusticia e, incluso, cierto resentimiento hacia la sociedad. En este artículo se explica por qué las personas que tienen trabajos temporales, de baja calidad o con poca seguridad sufren más problemas de depresión y ansiedad.
Tener trabajo es beneficioso para la salud mental. Pero no vale cualquier tipo de empleo. El precario puede ser tan perjudicial como estar en el paro. Las consecuencias de la precariedad laboral son un aumento de los problemas de ansiedad y depresión, que también ocurre a quienes están desempleados. Así lo asegura un estudio realizado por la Universidad Nacional de Australia (ANU) y publicado en la revista ‘Psychological Medicine’.
Salud mental: peor la precariedad que el desempleo
La inseguridad en el empleo, tener un contrato temporal o trabajar sin contrato son tres características básicas de la precariedad laboral. Pero, como señala Joan Benach, director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) y profesor de la Universitat Pompeu Fabra, esta precariedad también se caracteriza por «la falta de derechos y porque los trabajadores se ven incapaces de ejercerlos por culpa de la elevada vulnerabilidad e indefensión en la que se encuentran».
No pertenecer a un grupo laboral estable impide el desarrollo de una identidad profesional clara y estable
En algunos casos, los que combinan trabajos precarios con el desempleo pueden sufrir más efectos psicológicos que quienes están sin empleo. Como explica Josep Maria Blanch, catedrático de psicología social aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona, «las personas que llevan meses o años en el paro sienten que ya han tocado fondo, que no pueden estar peor. Y piensan que quizás tendrán una oportunidad». En cambio, malvivir de trabajos precarios alternados con el desempleo provoca «sufrir incertidumbre, pensar que se puede estar peor», que se pueden quedar en el paro de forma definitiva o que puede tocar una ocupación todavía más precaria y de peor calidad.
«Vivir en la precariedad laboral genera, sobre todo, problemas de ansiedad, ya que los seres humanos nos sentimos confortables en la certidumbre», añade el experto. Si uno no sabe si el mes que viene seguirá con empleo o cuánto cobrará o si le pagarán el trabajo realizado, «no puede planificar su vida, no puede planificar si tendrá hijos o se comprará un coche», especifica.
En un estudio de la Universitat Autònoma de Barcelona, dirigido por Blanch, se comparaba el grado de bienestar laboral que tenían voluntarios repartidos en cuatro grupos, según si tenían un trabajo estable, estaban desempleados, con una ocupación temporal voluntaria (como estudiantes con un trabajo de fin de semana) y, por último, personas con un empleo temporal involuntario (que vivían en la precariedad laboral). Estas últimas eran quienes mayor insatisfacción mostraban con su situación.
Además de la ansiedad y la depresión, el trabajo precario es la causa de otras consecuencias psicológicas negativas, en opinión de Blanch, «como la tensión, la sensación de injusticia por la desigualdad que se percibe con respecto a otros trabajadores e, incluso, cierto resentimiento hacia la sociedad al ver que los responsables de la crisis no pagan las consecuencias pero uno las sufre al tener que trabajar de forma precaria». Además, el hecho de no tener un empleo estable puede generar ciertos problemas de identidad. Uno ahora trabaja en una pizzería, luego como reponedor, etc. No pertenecer a un grupo laboral estable, trabajar para salir del paso, impide el desarrollo de una identidad profesional clara y estable.
Precariedad laboral e impacto negativo en la salud
Trabajan en precario el personal doméstico sin contrato, los que van de un contrato temporal a otro, los autónomos que tienen problemas para cobrar sus facturas, etc. No solo son personas con baja formación o inmigrantes sin papeles en regla. También arquitectos, periodistas, diseñadores gráficos, etc. sufren las consecuencias de la precariedad laboral, individuos que tienen una elevada formación pero malviven con bajos ingresos, con trabajos puntuales y mal pagados o con dificultades para percibir su dinero. Como señala Joan Benach, «la precariedad laboral se ha extendido como si fuera una epidemia en prácticamente todas las ocupaciones y clases sociales».
De todos modos, quienes más riesgo tienen de caer en la precariedad laboral son inmigrantes que dependen del trabajo para tener papeles, mujeres (por culpa de la discriminación laboral que todavía hoy sufren), personas con baja formación, jóvenes, aquellos en edad casi de jubilarse… «De hecho, cuando se acumulan las peores características (como ser a la vez mujer, inmigrante, joven y de clase obrera), la precariedad aumenta mucho (con tasas de más del 90%), así como también su impacto negativo sobre la salud«, explica el director del Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud.