“Está justificado prohibir la publicidad de comida basura [junk-food] y de comida rápida en la programación televisiva dirigida a niños y adolescentes”. Así de rotunda se mostró en 2011 la Academia Americana de Pediatría (AAP). Más categórica aún fue su recomendación para los pediatras: les instó a preguntar a los niños acerca de su exposición a medios de comunicación “en cada visita”. El título del documento de la AAP nos orienta del por qué de esta postura: ‘Niños, adolescentes, obesidad, y medios de comunicación’. En marzo de 2013, el Instituto de Medicina de Estados Unidos ha publicado un documento que ayuda a entender las tribulaciones de la AAP acerca de la relación entre publicidad dirigida a niños y la temible obesidad infantil. El siguiente artículo profundiza en el vínculo que existe entre la publicidad y la obesidad y ofrece pistas sobre cuál ha de ser el rol de los padres en este asunto.
Obesidad infantil, ¿cómo influye la publicidad de alimentos?
Según la AAP, los medios de comunicación inciden en la actual epidemia de obesidad en niños y adolescentes
De cada diez niños españoles, uno es obeso y dos padecen sobrepeso, según la más reciente Encuesta Nacional de Salud. Como está fuera de duda el notable riesgo que el exceso de peso supondrá para la salud de estos niños, cualquier medida que contribuya a su prevención debería ser bienvenida. ¿Es acaso la limitación de la publicidad de alimentos superfluos (o, como denominan algunos autores, «alimentos ultra-procesados«) una medida a tener en cuenta? La AAP, una de las asociaciones profesionales más reputadas en el ámbito de la salud infantil, cree que sí. Tanto es así, que afirma que «los medios de comunicación desempeñan un papel importante en la actual epidemia de obesidad en niños y adolescentes», y que la sociedad debe reconocer que «la exposición a los medios de comunicación supone un importante factor de riesgo para la obesidad».
La postura de la AAP de 2011, aunque polémica, no es en absoluto novedosa. Cálculos publicados en 2009 revelaron que se podría evitar la obesidad de uno de cada tres niños si se prohibiera la publicidad de alimentos desequilibrados en televisión. Eroski Consumer, de hecho, se ha adentrado en esta preocupante cuestión en diversas ocasiones. En 2005, Juan Ramón Hidalgo Moya, advirtió que «la publicidad sobre alimentos precisa de un control cada vez más estricto con el fin de salvaguardar la salud de los consumidores, en especial de la población infantil». En 2009, Maria José Viñas, explicó que «la televisión puede hacer estragos en la dieta de los niños». Ese mismo año, y con motivo del Día Mundial del Consumidor, este canal se hizo eco de la necesidad de más control sobre la publicidad de alimentos dirigidos a los pequeños.
En 2010, dos entidades de gran prestigio se posicionaron a este respecto. Por una parte, la asociación de dietistas de Canadá, publicó un documento en el que declaró que la regulación voluntaria de los anuncios publicitarios por parte de las empresas de alimentación no es suficiente para reducir el impacto negativo que dicha publicidad ejerce sobre la dieta de los más pequeños, y que las restricciones deberían extenderse a todos los anuncios dirigidos a ellos.
La OMS advierte de que la publicidad y la mercadotecnia promueven, sobre todo, productos ricos en grasas, azúcares o sal
Por otra parte, la OMS declaró que tanto la publicidad como otras formas de mercadotecnia de alimentos y bebidas dirigidas a los niños promueven sobre todo productos ricos en grasas, azúcar o sal. La dietista-nutricionista María Manera los denomina «nutrientes conflictivos«. Esta publicidad irrumpe, según la OMS, en escuelas, guarderías, supermercados, lugares de juego, consultorios y servicios de atención familiar y pediátrica, televisión, Internet y «muchos otros entornos». Las técnicas de marketing incluyen patrocinios, utilización de personas famosas, mascotas u otros personajes populares entre los niños, mensajes de correo electrónico y de texto a través del teléfono móvil, actividades filantrópicas vinculadas con la promoción de una marca y un largo etcétera que abarca «innumerables conductos y mensajes». Las principales empresas de alimentos y bebidas utilizan hoy las redes sociales (Facebook, YouTube, Twitter, etc) para animar a los jóvenes a que promuevan sus marcas entre sus «amigos». Algunos investigadores se refieren a ello como «la nueva amenaza del marketing digital».
Como la OMS considera que esta publicidad influye en las preferencias alimenticias y en las pautas de consumo de la población infantil, emite la siguiente recomendación: «los entornos en los que hay niños deben estar libres de toda forma de promoción de alimentos ricos en grasas saturadas, ácidos grasos de tipo trans, azúcares libres o sal». El Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición publicó el año pasado un informe, coordinado por el profesor Jordi Salas-Salvadó, de gran utilidad para detectar estos nutrientes «conflictivos».
En marzo de 2013, el Instituto de Medicina de Estados Unidos (IOM) ha añadido más leña al fuego. En un documento denominado ‘Retos y oportunidades para el cambio en el marketing de alimentos dirigido a niños y jóvenes’, el Comité de Prevención de la Obesidad Infantil del IOM ha afirmado que los niños se exponen todavía a «una enorme cantidad de publicidad comercial y de marketing relacionado con alimentos y bebidas». El asunto es cada vez más preocupante, según este organismo, debido a la imparable expansión de las redes sociales, que multiplica las puertas de entrada de dicha publicidad. Como era de esperar, el IOM ha afirmado que el marketing de alimentos y bebidas con baja calidad nutricional se relaciona con el sobrepeso y la obesidad infantil.
En España, los alimentos que más se promocionan en horario de protección infantil son poco saludables
Entre 2012 y 2013 han aparecido nuevos datos desalentadores, pero en este caso más cercanos. Investigadores del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Universitario de La Princesa (Madrid), tras revisar 80 horas de emisión de cuatro canales de televisión españoles y analizar los alimentos y las bebidas que se promocionan, han concluido que el perfil nutricional es poco saludable en la mayoría de ellos. Por su parte, miembros de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (Madrid), en un estudio de similares características, añaden un dato nada halagüeño: mientras que más de la mitad de los anuncios son de alimentos poco saludables, la proporción se eleva a más de dos tercios en el horario de protección especial para los niños. Los investigadores concluyen que la publicidad televisiva de productos de baja calidad nutricional debe ser restringida.
El doctor Miguel Ángel Royo, coautor de los dos estudios, señaló en una entrevista que concedió a Eroski Consumer en 2010, que se debería reducir la presión comercial a la que se somete a los niños ya que favorece el desarrollo de la obesidad infantil. Para el investigador social Juanjo Cáceres, es un hecho bien conocido que las cadenas de televisión se saltan las disposiciones de las cuales se han dotado para evitar la emisión en horario infantil de contenidos inadecuados, los cuales se encuentran especificados en el Código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia.
Publicidad de alimentos poco sanos: el papel de los padres
Limitar las horas frente a la televisión y ofrecer un ejemplo de dieta saludable y vida activa resulta clave para combatir la obesidad infantil
La limitación de la publicidad de alimentos insanos es factible, pero sigue demorándose en las agendas políticas de Occidente. ¿Qué pueden hacer los padres ante esta deprimente situación? El Dr. Christopher Ferguson, autor de decenas de estudios relacionados con el impacto de la publicidad en el comportamiento de adultos y niños, cree que existen esperanzas. Aunque reconoce que el impacto de la publicidad de alimentos insanos sobre los niños es considerable, Ferguson asegura que los padres desempeñarán una influencia importante «si son coherentes en su mensaje a largo plazo sobre una alimentación sana». La AAP también aconseja a los padres una gran implicación en relación a las redes sociales de sus hijos y que recuerden que su propio ejemplo (seguir una dieta saludable y evitar el sedentarismo) influirá en el comportamiento del niño.
Resulta muy conveniente estar junto a ellos cuando ven la televisión o cuando navegan por Internet. Es decir, no se debe utilizar la televisión o Internet como «niñera electrónica» (muchos niños visualizan al mismo tiempo la televisión y el ordenador) y, en cambio, sí se debería evitar que los niños tengan un aparato de televisión o un ordenador en su propia habitación. Se trata de una práctica muy extendida y que comienza cada vez en edades más tempranas. También es importante limitar la exposición a la televisión a un máximo de media hora diaria en mayores de tres años y a una hora a partir de los siete años.
¿Y en niños más pequeños? La respuesta más sólida la aporta, de nuevo, la AAP: «se debe evitar al máximo la exposición de menores de dos años a las pantallas». No hay ningún beneficio conocido de ver la televisión antes de los dos años, aunque vean los mal llamados «programas educativos». En esa misma línea, el pediatra Carlos González señaló en el número 3197 de la revista Lecturas que cuando los niños están frente a una pantalla, «el papel pasivo les impide jugar y explorar con libertad, que es lo que tienen que hacer para aprender. Además, la televisión distrae también a los padres, que prestan menos atención a los niños y les hablan menos». Los padres deben jugar más con sus hijos e interaccionar con ellos «cara a cara», no a través de una pantalla.