El estreñimiento, también denominado constipación, es un cuadro caracterizado por una reducción en el número y peso normal de las deposiciones que con frecuencia se asocia a un endurecimiento de la textura de las heces. Su diagnóstico es difícil de determinar, dada la naturaleza subjetiva del problema y la dificultad de concretar el hábito intestinal normal, claramente influido por las diferencias socioculturales y dietéticas. En una población general sana, la frecuencia normal de las deposiciones oscila entre tres por semana y tres diarias, que se expulsan sin dificultad en el 75% de las ocasiones.
La defecación debe ser indolora, no requerir esfuerzo excesivo y ser completa. Bajo este criterio, podemos definir el estreñimiento como la dificultad en la defecación en más del 25% de las ocasiones y/o con una frecuencia inferior a tres deposiciones a la semana, asociada a veces con calambres abdominales, flatulencia y que sigue de la expulsión defectuosa de heces, generalmente de consistencia dura y en forma de bolitas, que pueden estar muy por debajo del peso normal (250 g diarios). Así mismo, pueden presentarse síntomas asociados tales como dolor de cabeza, irritabilidad y falta de apetito. La persona que sufre de estreñimiento puede presentar todas o tan solo algunas de estas características.
Causas que favorecen el estreñimiento.Entre las causas más comunes que dan lugar a este cuadro, agudo o crónico, se encuentran:
– Una dieta que incluye en cantidad insuficiente alimentos ricos en fibra (verduras, frutas, legumbres, cereales integrales, frutos y frutas secas) unida a una baja ingesta de líquidos que hace que las heces sean de pequeño volumen y de consistencia dura.
– La debilidad de los músculos de la pared abdominal y del suelo de la pelvis que intervienen en la defecación.
– La toma de ciertos medicamentos (codeína en catarros, analgésicos, sedantes, hierro oral y antidepresivos, entre otros) provocan una disminución del movimiento intestinal, circunstancia que ocurre en enfermedades como la diabetes, hipotiroidismo, enfermedad de Parkinson… y procesos naturales como la gestación (Estreñimiento durante el embarazo).
– La predisposición genética que tienen algunas personas ante el estreñimiento.
– La edad. El estreñimiento en personas mayores de 65 años es muy común debido a alteraciones en el tránsito intestinal, agravado en ocasiones por la inmovilidad, la polifarmacia y el deterioro mental.
– Las enfermedades anorrectales: fisuras, hemorroides… que causan defecación dolorosa, lo que lleva a evitar todos los movimientos intestinales.
– La enfermedad del colon irritable, enfermedad diverticular o causas neurológicas y psíquicas, incluyendo la ausencia de entrenamiento intestinal en pacientes con accidentes cerebrovasculares, enfermedades musculares y neurológicas, retraso mental, los viajes, el estrés o la depresión… que se asocian a un almacenamiento prolongado de las heces en la porción final del colon.
– La estenosis (estrechamiento del intestino), los pólipos o el cáncer de colon, situaciones en las que se produce obstrucción del intestino grueso.
En cualquiera de los casos, el tratamiento debe ser etiológico, es decir, en función de la causa que origina el cuadro (tratamiento dietético, fomento de ejercicio físico, reeducación del hábito intestinal, pautas higiénicas y tratamiento con laxantes en casos específicos, etc.).
Tratamiento dietético: beneficios de la dieta rica en fibra. Resulta obvio que la dieta juega un papel muy importante, no sólo en la prevención del estreñimiento, sino también en su tratamiento y en la resolución de los síntomas. El incremento en los aportes de fibra a partir de cereales integrales, verduras y frutas, legumbres, frutos y frutas secas, se asocia con un aumento en la frecuencia de las deposiciones y un mayor peso de las heces. La fibra actúa aumentado la masa fecal, estimulando los movimientos intestinales y facilitando la fluidez de las heces. Otro aspecto a tener en cuenta es aumentar la ingesta de líquidos con las comidas (sopas, gelatina, infusiones, etc.) y entre comidas (preferiblemente agua, zumos naturales), sin olvidarnos de realizar algún tipo de ejercicio físico de forma regular que ayude a fortalecer los músculos de la pared abdominal que intervienen en la expulsión de las heces.
Se ha de tener en cuenta que la introducción de mayor cantidad de fibra en la alimentación debe realizarse siempre de forma progresiva, lo cual depende de las características de la dieta anterior al tratamiento de cada persona. Si el aumento de fibra no es progresivo, aparecen molestias digestivas (calambres abdominales, flatulencia, diarreas) e incluso puede verse comprometido el aprovechamiento de ciertos nutrientes por parte del organismo (minerales como calcio, magnesio, hierro, zinc).