Muchísimos padres presionan a sus hijos, cuando son pequeños, para que coman. Algunos lo hacen para que coman más, y dejen el “plato limpio” y otros prohíben de forma taxativa la ingesta de determinados alimentos. También están los que fuerzan al niño a que coma mejor (más alimentos saludables), e incluso están los que obligan a los niños a que coman “lo que sea” o “cuanto más, mejor”. Esta situación es muy conocida (y desaconsejada) por parte de las autoridades en nutrición pediátrica. No tan conocido es, sin embargo, que esto también ocurre en adolescentes. Un reciente estudio, que ha evaluado las prácticas o las estrategias que utilizan los padres de adolescentes en relación a su alimentación, ha confirmado las sospechas de los expertos en nutrición humana y dietética. El siguiente artículo analiza esta situación y explica por qué no es conveniente coaccionar a los adolescentes para que coman.
Comer todos los alimentos que se sirven, ¿sí o sí?
Frases como «no te levantes hasta que no te acabes las verduras», «si no comes, no crecerás», «con la de gente que pasa hambre y tú desperdiciando comida» u otras similares son utilizadas de forma habitual por numerosos padres para incitar a sus hijos a comer. Es sabido que ello sucede en los hogares con adolescentes, aunque, a diferencia de lo que ocurre en niños más pequeños, hay pocos datos disponibles al respecto. Un estudio recién publicado en la revista Pediatrics ha evaluado las prácticas utilizadas por parte de padres de adolescentes de diferentes niveles socioeconómicos y de distintas etnias o razas.
Hasta el 35% de los padres obliga a sus hijos adolescentes a comer todos los alimentos que se sirven, aunque no les gusten
La investigación revela que, en este grupo de edad, la presión de los padres para que sus hijos coman es más bien la norma que la excepción, sin importar los ingresos de los padres o las diferencias étnicas o raciales. Esta presión se ejerce más a menudo por parte de los padres que de las madres. Los datos confirman observaciones previas, como las de la doctora Isobel R. Contento y sus colaboradores quienes, en un estudio aparecido en mayo de 2006 en la revista Journal of Adolescent Health, indicaron que hasta el 35% de padres obligan a sus hijos adolescentes a comer todos los alimentos servidos en la mesa, aunque no les gusten. Hay quien compara este escenario a subir el fuego de una olla a presión tras obturar la válvula.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su libro ‘Determinantes sociales de la salud y del bienestar en la gente joven’ (2012) afirma que los adolescentes que tienen una mejor comunicación con sus padres (y las discusiones o tensiones en la mesa no ayudan a ello) presentan los siguientes rasgos:
- Más autoestima
- Mejor valoración de su propia imagen corporal
- Menos tasas de tabaquismo
- Mayor satisfacción con la vida
- Menos actitudes violentas o agresivas (sobre todo en chicos)
- Menos problemas físicos y psíquicos
Controlar en exceso la alimentación: por qué no se aconseja
Sea como fuere, las prácticas muy «controladoras» en relación a la alimentación son cada vez más desaconsejadas como método de enfocar la alimentación de los hijos, ya que se asocian a dietas menos saludables y aumentan el riesgo de obesidad. Este mayor riesgo se explica, entre otros motivos, por una disminución en la capacidad de autocontrolar la ingesta energética por parte del menor, como apunta la Academia Americana de Pediatría. Debido a que esto es contrario a la intuición (lo lógico sería que un mayor control de los padres se asociase a una mejor alimentación del menor), los responsables del estudio antes citado insisten en que los profesionales sanitarios sean conscientes de ello, para enfocar de forma correcta el estilo de alimentación de la familia cuando tengan oportunidad.
De las conclusiones de los autores de esta nueva investigación destaca que intervenir de forma excesiva y controladora sobre la alimentación de los adolescentes tendrá efectos perjudiciales sobre la (muy importante) capacidad del menor para regular su apetito y la cantidad de calorías que tomará. Ello puede tener serias implicaciones, como se ha comentado, en el riesgo de la temida obesidad infantil. Temida, sobre todo, porque la inmensa mayoría de los jóvenes que lleguen con obesidad a la vida adulta, padecerán esta condición de por vida, según señaló en 2009 el Centro de Investigación Biomédica en Red sobre la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).
El canal de salud HealtDay entrevistó el 22 de abril de 2013 a los autores, quienes declararon que los padres deben permitir a sus hijos tener libertad cuando comen. También expusieron que los padres deberían decidir qué clase de alimentos hay en la mesa y ofrecer muchas opciones saludables. «Entonces, deje que el niño elija cuánto desea comer. Permítales que regulen su propia ingesta», explicaron.
Sus recomendaciones coinciden con las de los comités de expertos en nutrición pediátrica. Se aconseja que los padres:
- fomenten las comidas familiares (los estudios muestran que los adolescentes desean comer en familia)
- se responsabilicen de que haya alimentos saludables en el hogar
- permitan que sus hijos autorregulen su ingesta dietética de forma autónoma
Así, mientras que resulta conveniente ejercer un control abierto (limitar la cantidad de alimentos no saludables en el hogar), no lo es ejercer un control estricto y manifiesto (imponer restricciones o reglas sobre la ingesta de los alimentos disponibles), tal y como sugirieron Ogden y colaboradores en 2006 en la revista Appetite. Al hacer que las selecciones dietéticas «por defecto» sean siempre saludables (porque son las únicas que hay en casa), se puede permitir que el adolescente tenga independencia en relación a qué comerá y cuándo lo hará. Todo ello sin olvidar que la alegría en la mesa es tan nutritiva como los platos que hay en ella, o incluso puede que más.