Internet fue concebida como un espacio en red donde las personas nos intercomunicamos y compartimos información mediante las nuevas tecnologías, tanto de hardware (ordenadores, tabletas, móviles) como de software (aplicaciones, navegadores, etc.). Para ello, utilizamos herramientas que ceden, o venden, empresas como Google, Micrososft, Apple y otras. En concreto, estas tres compañías ponen a nuestra disposición navegadores web, es decir, el software necesario para ir de sitio en sitio en la Red. Pero, ¿lo hacen de forma gratuita o sacan algo a cambio? Este artículo explica determinadas prácticas de los navegadores, legales pero que podrían vulnerar el derecho a la privacidad de los usuarios.
¿Vigilan nuestros movimientos en Internet?
Hay una prueba ilustrativa para comprobar hasta qué punto tanto navegadores como páginas web que visitamos vigilan nuestros movimientos on line. Se podría decir que nos espian, aunque sea de una manera anónima, sin anotar ni nuestro nombre, ni nuestra dirección de correo electrónico ni otros datos que vulnerarían la Ley de Protección de Datos de España.
Se podría decir que somos espiados, aunque sea de una manera anónima, sin anotar ni nuestro nombre, ni nuestra dirección de correo electrónico
Basta con ir desde nuestro ordenador a través del navegador al portal Amazon y buscar el móvil Nokia Asha en color rosa chicle o dorado. Una vez lo localizamos, clicamos en los diversos apartados, como si mostráramos mucho interés por adquirir este modelo (enfocado al mercado adolescente), y luego cerramos la página.
Al cabo de pocos días, incluso horas, es posible que, cuando naveguemos por otros sitios tales como pediódicos on line, comercios e incluso redes como Facebook, notemos cómo aparece con insistencia una imagen del teléfono en cuestión en los espacios destinados a la publicidad. Hemos escogido los colores más chillones, porque así será más difícil que nos pase inadvertido el mensaje.
Collusion, ¿chivato antiespías?
Al vernos perseguidos por la imagen del teléfono surgen de forma inevitable estas preguntas: ¿Cómo han conseguido saber todas estas páginas que he mirado este teléfono? ¿Quién se lo ha contado? Para saberlo, se puede usar Collusion, un programa que se instala en los navegadores Firefox y Chrome y que apunta las empresas están registrando nuestros pasos mientras navegamos.
Una vez acoplado al navegador, Collusion mostrará un botón en el lado derecho de la barra de direcciones. Cuando vamos a un determinado sitio, como un periódico o un portal temático, en el botón aparecerá sobreimpresionado un número, que corresponde a la cantidad de agencias de rastreo de datos para publicidad que están en ese momento estudiando nuestros pasos: dónde clicamos, qué nos interesa más, dónde pasamos por encima, etc. Se trata de una actividad de «tracking» o rastreo, legal siempre y cuando nuestra identidad personal quede preservada.
Lo que estas empresas, que estudian nuestro comportamiento on line, hacen es afinar en su intención de darnos publicidad personalizada. Es decir, que saben así lo que nos interesa y, de manera automática, se ponen en contacto con los servicios de publicidad de los sitios on line que frecuentamos para comunicárselo. ¿Cómo sabe qué sitios frecuentamos? Se lo dice nuestro navegador.
En general, no nos damos cuenta de esta publicidad personalizada porque los anuncios no nos llaman la atención, entran de manera subliminal en nuestro subconsciente. Por este motivo, al hacer la prueba con un producto que no es de nuestro agrado, o no coincide con nuestros gustos, nos impactará más verlo de forma constante.
¿Qué empresas nos espían?
Alexis Madrigal, periodista de la prestigiosa revista americana ‘The Atlantic’, se dedicó durante un día a navegar con la extensión Collusion activada en su navegador. Al final de la jornada, logró identificar a 105 empresas diferentes cuya actividad consistía en registrar sus movimientos en la Red. Entre otras estaban Google y sus divisiones para publicidad, así como divisiones de Microsoft o Facebook.
Las actividades de rastreo corresponden a empresas que recolectan información en principio anónima, para elaborar sus estudios estadísticos y de tendencias de consumo. En principio, no se puede objetar nada a esta práctica, es tan lícita como útil para nosotros mismos, si no queremos que las páginas nos enseñen publicidad que no nos interesa.
Ahora bien, cuando combinan su información con la del navegador que, de forma anónima, les dice por qué páginas es habitual que navegue el usuario, la experiencia se vuelve un poco inquietante. ¿Queremos que sepan tanto de nosotros, aunque no sepan cómo nos llamamos?
Según otro articulo publicado en el periódico ‘USA Today’ en 2011, Facebook registra nuestra información de usuarios hasta el punto de conocer lo que nos gusta y lo que no. Y si estamos dando opiniones políticamente incorrectas a nuestros contactos, ¿nos gustará que esta red las guarde?
Gracias a la presión de numerosos colectivos de derechos del usuario y defensores de la intimidad, los navegadores han ido introduciendo poco a poco en sus barras de funciones opciones anti-rastreo, conocidas como “do not track” (no rastrees).
Firefox la contempla, de modo que al activarla, la navegación se hace opaca a las empresas rastreadoras.
Microsoft, por su parte, ha introducido “do not track” como opción por defecto en Internet Explorer 10, de modo que si el usuario no cambia el modo inicial, nunca será rastreado.
Chrome, el navegador de Google, no tiene esta opción, pero sí ofrece en su tienda de extensiones varios programas que, una vez instalados, bloquean a las compañías de rastreo.