Existe la creencia popular de que sí: masticar chicle ayuda a controlar el peso. Algunos experimentos han tratado de comprobar si masticar chicle antes de comer reduce la motivación para comer, disminuye el hambre y la ingesta de energía. Atribuir funciones “saludables” a las golosinas (chicles incluidos) que van más allá de lo lúdico, no es novedad. De hecho, se experimenta con chicles de distintos gustos, de larga duración o de distinta intensidad de sabor con potenciales funciones como “blanquear los dientes“, “combatir el mal aliento”, e incluso con un pretendido efecto adelgazante. ¿Qué hay de cierto? ¿La masticación produce sensación de saciedad? ¿Tener un chicle en la boca evita que comamos otros alimentos? ¿Tienen algún papel en el control del peso los edulcorantes que se usan en los chicles? El siguiente artículo responde a estas preguntas.
Comer chicle no adelgaza, pero puede calmar el apetito
El estímulo sensorial que se genera al degustar o masticar algo con un sabor muy concreto o intenso y con pocas calorías o ninguna puede calmar el apetito y suprimir el antojo por otros alimentos de semejante sabor, pero más energéticos. Esto se contempla como una estrategia útil para quienes están motivados por perder peso y siguen dietas restringidas en calorías, o quienes desean mantenerse en su peso y no engordar. En estos casos, mascar chicle entre horas puede ser la solución. O no.
Los resultados de los experimentos del Instituto de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Leeds, en Reino Unido, sobre los efectos del chicle en la regulación del apetito son positivos. Los autores observaron una reducción pequeña pero indicadora en la ingesta de aperitivos (consumo 10% menor) entre quienes comieron chicle entre horas en comparación con quienes no lo hicieron. En este ensayo, masticar chicle durante al menos 45 minutos suprimió de forma significativa el hambre, el apetito y el antojo de bocadillos, asociado a una mayor sensación de plenitud.
El sabor del chicle puede incidir en lo que se come después
Masticar chicle horas o minutos antes de las comidas calma el apetito y, por lo tanto, puede ser una ayuda para no picar entre horas o para no comer por aburrimiento, por inquietud o por ansiedad. Sin embargo, en el estudio llevado a cabo desde el Departamento de Ejercicio y Ciencias de la Nutrición de la Universidad americana de Buffalo, aportan matices a estos resultados. Los autores de esta investigación comprobaron que el sabor del chicle influye en lo que se coma después. Así, evidenciaron que comer chicles de menta no tenía efecto sobre la ingesta total de energía ni sobre el consumo de snacks en comparación con el consumo de chicles de sabor a frutas, o comparado con no tomar goma de mascar.
Otro experimento, realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad de Glasgow Caledonian, en Reino Unido, aporta un nuevo matiz: observa que la goma de mascar suprime el apetito y el deseo en especial por los aperitivos dulces, pero no por los aperitivos salados ni tampoco por los bocadillos salados. Estos datos contrastan, en cierta medida, con los del Departamento de Alimentos y Nutrición de la Universidad norteamericana de Purdue, que no apoyan un efecto reductor sobre el apetito, ni sobre la ingesta a corto plazo al masticar chicles edulcorados, ni dos horas después de la comida ni al masticarlos cuando se tiene hambre.
El chicle puede reducir la ansiedad y las ganas de ‘picar algo’, pero no adelgaza
La mayoría de las investigaciones coinciden en que comer chicle puede reducir la ansiedad y la probabilidad de picar y, en consecuencia, que se puede contemplar como un elemento dentro de las estrategias de control de peso. No obstante, no se puede trasladar el mensaje erróneo y nada fundamentado de que comer chicle adelgaza porque no es cierto. También sería erróneo trasladar el mensaje de la capacidad «saciante» de algunos componentes del chicle. Este efecto de reducción del apetito se postula más en relación al estímulo de saborear algo en la boca con un gusto agradable que, además, se acompaña del hecho evidente de tragar más aire al tener la boca abierta durante la masticación.
Mascar chicles con sabor a menta puede disuadir del consumo de frutas, como ejemplo de alimentos saludables. Al frescor propio del sabor se suma el efecto reductor del gusto de estos chicles, que podría explicar la menor apetencia por las frutas. En su número de abril de 2013, la revista científica Eating Behaviors se hace eco de este resultado, el más sorprendente de los experimentos realizados por la citada Universidad americana de Buffalo.
El hecho de comer menos frutas de las recomendadas puede afectar de forma negativa a la calidad de la dieta. Además, los participantes que tomaron chicle durante una semana consumieron menos comidas, si bien esto no se tradujo en menor aporte energético dado que ingerían más energía por comida con un peor perfil nutricional.
En el mercado actual, la línea de producción es la de “chicles sin azúcar”. En consecuencia, para conseguir el sabor dulce esperado se añaden aditivos edulcorantes sin calorías como los “polioles” o “azúcares-alcohol”. Los más empleados son sorbitol y el jarabe de sorbitol (E-420), el manitol (E-421), el isomaltol (E-953), el xilitol (E-976), el maltitol y el jarabe de maltitol (E-965).
Aunque no tengan azúcar ni calorías, conviene limitar la ingesta diaria de chicles que contengan este tipo de edulcorantes, y recordar que su consumo está desaconsejado en niños. Los productos que llevan añadidos polioles pueden provocar un efecto laxante, ya que estos edulcorantes se absorben de forma lenta e incompleta en el intestino. Su efecto laxante se manifiesta más rápido y es más intenso en los niños debido a su menor peso corporal.