El mercado de las denominadas “bebidas energéticas” ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. Sus campañas publicitarias (algunas de dudosa legalidad), diseñadas de forma cuidadosa para atraer al público infantil, son en gran parte responsable de ello. Así, la mitad del consumo total de estas bebidas lo lleva a cabo la población de entre 12 y 25 años. La máxima autoridad europea en alimentación (EFSA) acaba de hacer público un ‘Informe sobre bebidas energéticas‘. Llama mucho la atención un dato: dos de cada diez niños de entre 3 y 10 años consumen este tipo de bebidas. El presente artículo explica la diferencia entre las bebidas energéticas y las deportivas, reseña los principales resultados de una encuesta europea sobre su consumo y alerta sobre los diez principales perjuicios que suponen para los niños.
¿Bebidas energéticas o bebidas deportivas?
Pese a que no existe una definición consensuada de las bebidas «energéticas», este estudio consideró como tales a las bebidas no alcohólicas que contienen cafeína, taurina y/o vitaminas (a menudo en combinación con otros ingredientes) y comercializadas por su supuesto efecto «estimulante, energizante y/o potenciador». A la taurina (una sustancia -aminoácido- que nuestro cuerpo fabrica por sí mismo) se le atribuyen mejoras sobre la función cognitiva o el rendimiento deportivo, algo que para la EFSA no tiene sustento científico. Otros ingredientes habituales en estas bebidas son los extractos de hierbas (muy poco estudiados en humanos) y el azúcar. El informe insiste en diferenciarlas de las llamadas «bebidas deportivas» o «isotónicas» (de las cuales sí existen evidencias, según la EFSA, en relación a la mejora del rendimiento deportivo en determinadas circunstancias). Al parecer, gran parte de la población confunde ambas categorías.
Encuesta sobre consumo de bebidas energéticas: principales resultados
En la encuesta, publicada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), participaron más de 52.000 personas de 16 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea (UE), incluido España. Los participantes, de edades comprendidas entre los 3 y 65 años, se seleccionaron para dar una cobertura adecuada de la población de la UE y de los diferentes patrones de consumo. Se dividió a los voluntarios en tres grupos, en función de su edad: niños de 3 a 10 años (5.500), adolescentes (32.000) y adultos (14.500). Debido a la importancia de los resultados, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) ha emitido en su página web una breve nota de prensa al respecto.
Un dato clave: dos de cada diez menores de 10 años toman bebidas energéticas. Para cualquier profesional sanitario, comprobar que el 18% de los niños consume bebidas energéticas supone un serio motivo de preocupación. Estos pequeños beben una media de dos litros mensuales. Inadmisible, como se justifica más adelante. Aunque hay algo todavía más inaceptable: de entre estos niños «consumidores», alrededor del 16% son «altos consumidores crónicos», ya que su ingesta media mensual asciende nada menos que a 4 litros.
Bebidas energéticas: diez efectos adversos en niños
Los menores de doce años no deberían ni tan siquiera probarlas, ya que en ellos el riesgo de intoxicación por cafeína es muchísimo más alto (estas bebidas suelen tener cantidades muy altas de esta sustancia). De todas maneras, en niños más mayores este riesgo también existe, así que conviene desaconsejarlas en ellos de forma clara. Pero hay más riesgos. A continuación se listan los diez principales perjuicios que pueden ocasionar en los niños, según detallaron tanto un estudio publicado en marzo de 2011 en la revista Pediatrics, como un editorial aparecido un año antes en la revista oficial de la Asociación Médica de Canadá:
- Menor sensación de bienestar, trastornos del estado de ánimo, baja autoestima e incluso depresión.
- Peor rendimiento escolar.
- Mala calidad del sueño.
- Exacerbación del asma.
- Obesidad infantil.
- Aumentos de la tensión arterial.
- Incrementos indeseables de la glucemia (relacionados con el riesgo de diabetes).
- Interacciones con medicamentos que tome el niño.
- Problemas dentales y óseos.
- Pueden agravar afecciones cardíacas preexistentes.
El editorial antes citado considera que es hora de que las autoridades sanitarias de todo el mundo “despierten”, alerten sobre los riesgos de las bebidas energéticas en niños y apliquen normas estrictas sobre su publicidad. Los adultos somos muy vulnerables a la publicidad, y es por ello que no se puede atribuir el alto consumo de estas bebidas en menores de 10 años a la negligencia paterna. Al menos no de forma exclusiva. Más vulnerables son, en cualquier caso, los menores.
Muchos investigadores relacionan el marketing agresivo de este tipo de bebidas con el incremento de su consumo en niños. Tal y como detalló este texto de EROSKI CONSUMER, está justificado prohibir, en la programación televisiva dirigida a niños y adolescentes, la publicidad de alimentos superfluos. Las mal llamadas “bebidas energéticas” son, además de prescindibles y arriesgadas, superfluas. De hecho, este canal las ha analizado en varias ocasiones: 2002, 2010 y 2011 con conclusiones similares a las aquí detalladas. Deberíamos, en suma, tomar menos alimentos insanos, y eso incluye a estas bebidas: cuantas menos mejor, sobre todo en el caso de los niños.