Cuando se diseña un jardín, ya no solo se considera importante su aspecto estético. También ocupa un rol fundamental su carácter sostenible, es decir, que no requiera un gasto excesivo de recursos energéticos y que permita sacarles el mayor partido. Este artículo detalla los criterios que debe respetar un jardín para ser sostenible, las pautas para su planificación, las claves para un riego que aproveche al máximo el agua y la importancia de un buen acolchado de materia orgánica para proteger el suelo.
Criterios que debe respetar un jardín sostenible
La preocupación por la sostenibilidad está en la base de cualquier proyecto actual que se relacione con el medio ambiente. Un caso muy concreto es el diseño y mantenimiento de un jardín, que no debe buscar solo crear una estética agradable como se hacía antaño, sino también cumplir con una serie de criterios:
Adaptarse al suelo y el clima de la región donde se encuentre.
Ahorrar agua, a través de la elección de las especies adecuadas, el empleo de métodos de riego eficientes y el aprovechamiento del agua de lluvia.
Conseguir un gasto mínimo de recursos energéticos y generar la menor cantidad posible de residuos, los cuales a su vez se debe intentar reutilizar o reciclar.
Promover la diversidad.
Aprovechar al máximo los recursos, tanto propios como ajenos.
Para cumplir con estos criterios (enumerados en la ‘Guía del jardín sostenible‘, editada por el Ayuntamiento de Madrid en 2008), son esenciales algunas normas en cuanto a la planificación de este espacio natural, su riego y el suelo.
Pautas para la planificación del jardín
En el momento de diseñar un jardín, es fundamental considerar las condiciones del lugar, el espacio disponible y los recursos con que se cuenta y tener claro, además, que montar y mantener un espacio natural como este no es cuestión de plantar algunas especies y dejarlas crecer, sino que supone una tarea que requiere dedicar tiempo. Hay que estar dispuesto a hacerlo.
Si hay una zona del jardín con tierra de baja calidad, será sostenible si se reserva ese espacio para un camino o una fuente
Siempre se debe procurar adaptarse a las condiciones de cada región, y no pretender cambiar las características del suelo, bloquear los vientos, añadir más agua para satisfacer necesidad de humedad, etc. Todas estas tareas producen un gasto de recursos y energías que es conveniente evitar. En todo caso, si hay una zona donde el suelo es de baja calidad, no recibe luz del sol en todo el día, etc., lo conveniente será no plantar nada allí y reservar ese espacio para un camino o colocar una fuente, un estanque u otro objeto.
En todo jardín crecen plantas de manera espontánea, o puede ser que el terreno elegido para montarlo ya estuviese ocupado por algunas especies de plantas, arbustos o árboles. Estos ejemplares que llevan tiempo allí o que brotan de manera silvestre se adaptan de modo óptimo a las condiciones del lugar. Salvo que sean malezas o especies que resulten perjudiciales para las que se deseen plantar a su alrededor, lo idóneo es dejarlas vivir allí.
Claves para el riego en el jardín sostenible
Con respecto al riego, el objetivo es utilizar un sistema que maximice el aprovechamiento del agua, sobre todo la de lluvia. Para ello, es importante:
Tener en cuenta los mejores momentos para el riego: al caer la noche o la primera hora de la mañana.
Instalar canales de drenaje que permitan acumular el agua de lluvia en estanques o depósitos, para poder usarla después en el riego.
Colocar también depósitos de agua entre las plantas, que aumenten la humedad en el ambiente en esos sectores y favorezcan la formación de microclimas adecuados.
Si se cuenta con un sistema automatizado de riego, poner también sensores que detecten la lluvia o los niveles altos de humedad en el suelo y eviten el riego cuando no sea necesario.
Emplear un césped apropiado o plantas tapizantes, que ayudan a mantener la humedad del suelo.
Si queda mucha superficie de suelo “desnuda” (puede ocurrir sobre todo en los primeros tiempos del jardín, cuando las plantas no están muy desarrolladas), el sustrato puede deteriorarse y perder nutrientes, en particular durante las épocas más lluviosas del año. Para protegerlo, el consejo es recurrir a la técnica del acolchado: colocar una capa de materia orgánica, como cortezas, madera triturada, cáscaras de almendra, paja, etc., de entre 5 y 15 centímetros de altura.
La instalación del acolchado tiene muchos beneficios. Por un lado, al igual que las plantas tapizantes, ayuda a que el sustrato conserve la humedad. Por otro, regula la temperatura y, sobre todo, protege las raíces de los fríos excesivos. Además, impide el crecimiento de malezas y especies indeseadas y, al tratarse de sustancias orgánicas, su propia descomposición enriquece el suelo. Y una ventaja extra: si se dedica el tiempo necesario a elegir los componentes del acolchado, se puede aportar incluso una función estética.