A los niños les encanta dibujar. Pueden pasar una tarde entera dibujando y coloreando. Un diseño de la familia con un sol radiante, un círculo muy bien trazado a la edad de cinco años o una sonrisa enorme en el retrato que hace uno de sí mismo son, además de un entretenimiento para ellos, una herramienta para que los psicólogos puedan evaluar su personalidad y su desarrollo psicomotor. A continuación se describen cómo algunos aspectos del dibujo pueden proporcionar pistas sobre el desarrollo infantil.
El dibujo y el desarrollo psicomotor
Los primeros intentos de dibujar empiezan hacia los dos años de vida. En realidad, a esa edad, se realizan garabatos, pues no se está preparado todavía neurológicamente para esbozar formas elaboradas como círculos o figuras humanas.
Es alrededor de los tres o cuatros años cuando los dibujos pueden proporcionar pistas sobre su desarrollo psicomotriz
Es alrededor de los tres o cuatros años cuando los dibujos pueden proporcionar pistas sobre el desarrollo psicomotriz de un menor. «Hacia los tres o cuatros años, un niño puede dibujar formas geométricas sencillas, como una línea recta», comenta José Antonio Portellano, psicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. «A medida que se crece, en el cerebro se forman conexiones que se expresan, por ejemplo, en la capacidad para dibujar y escribir», explica.
Por eso, a una determinada edad, la mayoría de los pequeños ha adquirido algunas habilidades en el ámbito del dibujo. De este modo, se espera que un niño pueda dibujar una línea recta a los tres o cuatro años; un círculo hacia los cinco años; y un cuadrado, un rombo y una cruz alrededor de los seis años.
Pero no es una ciencia exacta. El hecho de que un pequeño con cinco años no pueda dibujar un círculo no quiere decir, necesariamente, que sufra un retraso en su desarrollo. «Puede dar pistas, pero siempre se realizan otras pruebas. Sin embargo, a partir de los siete años, los dibujos ya no son tan válidos para medir el desarrollo psicomotor«, añade el experto.
El dibujo y la personalidad
Además, a través de los dibujos, los menores expresan su mundo emocional y afectivo. Como explica Claudia López de Huhn, psicóloga del centro EOS (Instituto de Orientación Psicológica), «proyectan en ellos las emociones a las que no pueden poner palabras». Vuelcan su mundo interior en el papel en blanco. Es normal, por ejemplo, que entre los cuatro y los siete años dibujen monstruos, ya que tiene que ver con sus miedos y sus pesadillas.
A través de los dibujos, los pequeños expresan su mundo emocional y afectivo
Esta experta recomienda que sea siempre un especialista quien analice los dibujos de los niños como expresión de su personalidad. Quizás un progenitor se alerta porque su hijo siempre lo dibuja como un vampiro. Y, en realidad, el pequeño puede ser que no tenga ningún conflicto con él, sino que esté enganchado a una serie de televisión protagonizada por vampiros.
De todos modos, según López de Huhn, hay algunas señales de alerta que pueden llevar a sospechar que el pequeño sufre algún problema. «Por ejemplo, si siempre escoge el color rojo o el negro para dibujar o pintar: el primero está relacionado con la agresividad, y el segundo con la tristeza«, apunta la psicóloga. Otros indicadores son que los dibujos sean muy pequeños en relación con la hoja, ya que puede ser síntoma de timidez o inhibición, o que los dibujos sean grandes de forma exagerada, casi saliéndose del folio, «porque pueden indicar falta de límites», añade.
Por otro lado, el dibujo de la figura humana proporciona muchas pistas sobre el concepto que uno tiene de sí mismo. «Hay quienes dibujan una figura y enseguida la borran porque dicen que es fea. Puede ser un indicador de baja autoestima«, puntualiza la especialista. Además, sombrear partes del cuerpo puede hacer sospechar que hay un problema con esa parte. «Los niños bajitos suelen sombrear las piernas», aclara.
El dibujo de la familia es uno de los más útiles para que los psicólogos exploren el mundo emocional del niño. “Se le dice que dibuje una familia, la que quiera y como quiera”, explica el psicólogo José Antonio Portellano. “Según el psicoanálisis, el pequeño siempre proyecta en el dibujo su propia familia o la que le gustaría tener, o aspectos que rechaza de su familia”, asegura.
Puede darse el caso de que quizás dibuje a su familia pero él no se incluya. Como apunta Claudia López de Huhn, “esto puede significar que no se siente bien integrado en el núcleo familiar”. Aunque, como remarca Portellano, “todos estos indicadores hay que tomarlos con cautela”. Y para ello, hay que evaluar el contexto familiar y social, el momento vital en el que está el niño o si ha nacido un hermano, entre otros aspectos.