Sudoración, taquicardia y ataques de pánico son algunas reacciones que manifiestan las personas con tripofobia, un miedo irracional a las agrupaciones de pequeñas formas geométricas. La visualización de las celdas de un panal, hormigueros, flores como la de loto o burbujas de jabón pueden activar esta fobia. Hasta ahora se creía que no era muy frecuente, sin embargo, un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Essex, en Reino Unido, ha puesto en evidencia que no es así. En este artículo se describe qué es la tripofobia y cuál es el origen de las fobias, un problema psicológico que en la población española muestra datos de prevalencia nada insignificantes.
La tripofobia, denominada también fobia de patrón repitente, es el miedo irracional provocado por la visualización de figuras geométricas muy juntas. No existen muchos estudios al respecto y algunos epecialistas, como Arnold Wilkins y Geoff Cole, tenidos por los primeros autores interesados en esta fobia, creen que la repulsión a estas formas no se basa en un miedo cultural aprendido. Aunque no está incluida en el ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’ (DSM) de referencia para numerosos psicólogos y psiquiatras, los expertos afirman que muchas personas aseguran sufrir un miedo irracional a las agrupaciones de pequeñas formas geométricas.
¿Qué es la tripofobia?
Según Geoff G. Cole y Arnold J. Wilkins, investigadores del Centre for Brain Science, de la Universidad británica de Essex, en Colchester, esta fobia poco estudiada estaría más extendida entre la población de lo que en un principio se creía, ya sea en su forma aguda o crónica. Apuntan en el artículo ‘Fear of Holes’, publicado en fechas recientes en ‘Psychological Science’, que podría ser el resultado de una función visual evolutiva, que se desarrolló durante la evolución humana, relacionada con algunos animales venenosos. Por este motivo, es diferente a las otras fobias, que se basan en el componente cultural aprendido.
Según los autores de un estudio reciente, todas las personas, a pesar de no ser conscientes de ello, tienen tendencias tripofóbicas
Para su estudio realizaron un análisis espectral de imágenes (en concreto de su luz antes descompuesta en radiaciones monocromáticas) que inducen tripofobia, y se encontraron que tenían una composición espectral asociada de forma típica con imágenes visuales incómodas. Además se halló que una serie de animales potencialmente peligrosos también poseen esta característica espectral. Según los autores, si bien los pacientes no son conscientes de la asociación, la fobia surge en parte debido a que los estímulos que inducen comparten características visuales básicas con algunos organismos peligrosos.
En la investigación se encontraron con que el 16% de los participantes sufrió reacciones viscerales intensamente desagradables relacionadas con esta fobia. Aun así, los autores creen que todas las personas, a pesar de no ser conscientes de ello, tienen tendencias tripofóbicas, ya que también observaron que quienes afirmaron no padecer esta aversión no estaban cómodas al mirar otras imágenes. Y es que, según Cole, el ser humano está configurado para tener miedo de aquello que era peligroso en un pasado evolutivo.
En la actualidad, Cole y Wilkins están realizando diversos estudios con el fin de descubrir si las características espectrales de los objetos cotidianos son la razón que explicaría por qué se escoge un objeto sobre otro.
Fobia: ¿se nace o se hace?
Hay algunos factores genéticos y ambientales que inclinan a un individuo a sufrir una fobia¿Las fobias acontecen por biología o por aprendizaje? Una pregunta que parece tan sencilla, según los especialistas consultados, parece no tener una respuesta ni fácil ni clara. Sin embargo, aunque se puede afirmar que surgen a lo largo de la vida, ya sea tras sufrir un evento traumático (que provoca un miedo invalidante y que es la forma más común) o de manera irracional (el miedo a los perros es más fácil tenerlo si los progenitores ya les temían), también suelen manifestarse en personas con cierta predisposición biológica o vulnerabilidad. Es decir, hay algunos factores genéticos y ambientales que inclinan a un individuo a sufrir este problema psicológico. Cuando una persona, por el motivo que sea, está sometida a una situación de estrés, la fobia se desencadena.
Los primeros signos suelen manifestarse a partir de la adolescencia, sobre los 17 años. A grandes rasgos, las cerca de 250 fobias descritas en la literatura científica se clasifican en tres grandes grupos:
- Fobia social. Es el miedo a ser juzgado de forma negativa por los demás. En este apartado se engloban el miedo a hablar o actuar en grupo, a acudir a reuniones sociales o a establecer nuevas relaciones, entre otras.
- Fobias específicas. Se da cuando el temor es a un estímulo específico: miedo a determinados animales o alimentos, al médico, a las heridas, a los espacios cerrados, a las alturas o a volar en avión.
- Agorafobia. Por el contrario, esta fobia es un temor a multitud de estímulos mezclados (a cualquier espacio libre, a los transportes, a los espacios cerrados), incluso a los propios síntomas de ansiedad que aportan al afectado sensación de peligro inminente para su salud (como sufrir un desmayo y un ataque al corazón). Es la fobia más incapacitante.
Los resultados del proyecto ESEMeD (Estudio Epidemiológico de los Trastornos Mentales en Europa) del año 2006 apuntaban que la prevalencia de fobias a lo largo de la vida es del 5,61%, incluida la fobia social (1,17%), la específica (3,82%) y la agorafobia (0,62%). Según Antonio R. Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), si estos datos se trasladan al censo de población española adulta en el año 2011 del Instituto Nacional de Estadística (INE), resulta que ese año más de medio millón de personas padecieron un trastorno de ansiedad por fobia social, 1,79% fobia específica y 0,29% (casi 300.000 personas adultas) agorafobia. Es decir, unos 2,63 millones de adultos españoles han sufrido alguna fobia a lo largo de su vida.