El semáforo nutricional se pone en marcha en varias ciudades europeas, aunque no sin recibir unos cuantos ‘bocinazos’. La Agencia de Seguridad Alimentaria del Reino Unido recomendó en 2006 utilizar este sistema de etiquetado que combina los tres clásicos colores -verde, ámbar y rojo- para indicar cuántas calorías, grasa, grasas saturadas, azúcar y sal tiene un producto. Según recoge una reciente noticia publicada en el diario El País, el 60% de los distribuidores de alimentación se ha sumado a esta iniciativa impulsada por el Gobierno británico. En paralelo, importantes marcas de refrescos, golosinas o dulces han preferido mantenerse al margen, mientras se discute la importancia del semáforo y se cuestiona su eficacia, al señalar que el aceite de oliva o los frutos secos recibirían un rojo reprobatorio. ¿Es así? El siguiente artículo analiza y repasa estas cuestiones.
Aceite de oliva y frutos secos, ¿en rojo?
La noticia que publicó El País -y de la que se hicieron eco numerosos medios de comunicación- podría despertar preocupación en los responsables sanitarios españoles. ¿Por qué? Porque una posible interpretación de lo que allí se dice es que la población debería tomar menos cantidad de alimentos con tan buena reputación como son el aceite de oliva o los frutos secos. No obstante, parecen más preocupadas las empresas de alimentación. En la citada noticia se indica que «fuentes del sector [alimentario español] ponen ejemplos: el aceite de oliva es uno de los pilares de la dieta mediterránea, pero las grasas son elevadas, lo cual le da un semáforo rojo. Lo mismo ocurre con los frutos secos, que pueden reunir semáforos rojos por las elevadas calorías y las grasas».
La noticia, en cualquier caso, no tiene en cuenta que el semáforo nutricional en España, que implantan empresas como Eroski, no tiene el color rojo, ya que aparece un color naranja, menos «penalizador», mientras que sí mantiene el verde y el amarillo. La etiqueta con código de colores permite comprobar de forma visual si el producto tiene una cantidad alta (naranja), media (amarillo) o baja (verde) de calorías, azúcar, grasa, grasa saturada y sal.
Además, la noticia también se olvida de valorar si es cierto, en España, lo que insinúa su titular: que en el aceite de oliva o en los frutos secos aparece el citado color rojo (en este caso, naranja). La tabla que se muestra a continuación recoge los valores nutricionales de un puñado de nueces y una cucharada sopera de aceite de oliva. Está elaborada en base al sistema de etiquetado en semáforo más utilizado en España y muestra que no es así:
Nutriente | CDOs | Aporte nueces (1 puñado) | % nueces sobre las CDOs | Aporte aceite (1 cucharada) | % aceite sobre las CDOs |
---|---|---|---|---|---|
Energía (kcal) | 2000 | 129,1 | 6,5 | 80,9 | 4,0 |
Azúcares (g) | 90 | 0,7 | 0,7 | 0,0 | 0,0 |
Grasa (g) | 70 | 12,8 | 18,2 | 9,0 | 12,9 |
Grasa saturada (g) | 20 | 1,1 | 5,7 | 1,2 | 5,8 |
Sal (g) | 6 | 0,0 | 0,2 | 0,0 | 0,0 |
En la tabla se observa que la cifra de referencia son las llamadas Cantidades Diarias Orientativas (CDOs), conocidas en inglés como GDAs (Guideline Daily Amounts) que reflejan la cantidad aproximada que es preciso ingerir de determinados nutrientes para seguir una dieta saludable. Como se puede comprobar, solo la grasa de las nueces aparece de color amarillo (no naranja).
La importancia del semáforo nutricional
Otro aspecto discutible de la noticia es que se menciona una encuesta que «dice que el semáforo rojo disuade al 40% de usuarias». Tal encuesta, realizada por una empresa de distribución británica, y no publicada en ninguna revista científica (especializada o no en nutrición), debe ser contrastada con muchas otras investigaciones que apuntan que la mayoría de los consumidores valoran de forma positiva (incluso prefieren) este tipo de etiquetado.
El etiquetado nutricional en semáforo es, según muchos expertos en salud pública y diversas organizaciones de consumidores y usuarios, una herramienta con información transparente, tal y como recomienda el Institute of Medicine (IOM), que puede ayudar a los consumidores a realizar una mejor selección de alimentos, a ser más conscientes de la (crucial) relación que existe entre el estado de salud y a seguir unos mejores hábitos dietéticos. El IOM considera que «los sistemas simples y fáciles de entender promueven una selección de productos más saludables». Pero, sobre todo, este sistema puede «reducir la complejidad de la toma de decisiones», como detallaron en mayo de 2012 Hieke y Wilczynski. Para muchos consumidores los lineales de comida son un auténtico reto.
Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿quién no está interesado en la implantación del semáforo nutricional? La prestigiosa doctora Marion Nestle deja clara en su conocido blog ‘Food Politics‘ la siguiente consideración: «la industria alimentaria lo odia» (aunque no toda, como acaba de demostrar la mayoría de empresas británicas), a la vez que hace alusión a un estudio que «proporciona una prueba más acerca de la utilidad de dichos esquemas para ayudar a las personas a tomar decisiones más saludables». Es posible que la respuesta a la anterior pregunta tenga que ver con un informe publicado en 2010 por una ONG holandesa llamada Corporate Europe Observatory, según el cual determinados sectores del «lobby agroalimentario» habrían invertido, hasta dicha fecha, unos mil millones de euros para evitar la implantación del etiquetado en semáforo, un dato que corroboraron epidemiólogos de la Universidad de Londres en la revista British Medical Journal (diciembre de 2012) en un recomendable artículo titulado ‘Todos juntos en esto: la captura corporativa de la salud pública’.